¡°Estoy en Or¨¢n refugiado y pretendo dirigirme al gran pa¨ªs que V.I. representa¡±
Manuel, hijo del aviador republicano Fructuoso Salvoch, evoca la figura de su padre a partir de la carta que ¨¦ste envi¨® para ser acogido por M¨¦xico


A las 9.50 del 29 de marzo de 1939, pen¨²ltimo d¨ªa de la Guerra Civil, Fructuoso Salvoch G¨¢rate, comandante de aviaci¨®n del Ej¨¦rcito republicano, despeg¨® a bordo de un avi¨®n Katiuska desde Albacete y abandon¨® su pa¨ªs junto a otros cinco compa?eros con destino a Or¨¢n (Argelia), entonces territorio franc¨¦s, donde aterriz¨® a las 11.35. Dejaba atr¨¢s, hechos trizas, 38 a?os de vida: a su mujer, Amparo Oncins, en un pa¨ªs al que ¨¦l no pod¨ªa volver, y a sus tres hijos, Paco, Manol¨ªn y Pili, en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, adonde hab¨ªan sido evacuados un a?o antes.
Salvoch no llevaba encima pasaporte alguno, solo el documento de sus superiores autoriz¨¢ndole a marchar al extranjero por sus servicios prestados. Su destino m¨¢s probable era ingresar en la Legi¨®n Extranjera en un momento en que la descomposici¨®n de su pa¨ªs se extend¨ªa a toda Europa. Pero decidi¨® probar suerte al otro lado del oc¨¦ano y el 11 de junio de 1939 tom¨® papel y pluma y con excelente caligraf¨ªa dirigi¨® una carta al c¨®nsul de M¨¦xico en Argel contando sus peripecias y pidi¨¦ndole asilo: ¡°Me encuentro en Or¨¢n en calidad de refugiado y pretendo dirigirme al gran pa¨ªs que V.I. representa, donde tengo un hermano pol¨ªtico, el cual me dice que vaya para all¨¢ y que bastar¨¢ dirigirme a V.I. para obtener el pasaporte correspondiente¡±.

La misiva forma parte de las m¨¢s de 7.000 solicitudes de asilo de republicanos espa?oles dirigidas al Gobierno de L¨¢zaro C¨¢rdenas que ha custodiado, pr¨¢cticamente in¨¦ditas durante d¨¦cadas, el Acervo Hist¨®rico Diplom¨¢tico en la capital mexicana y a las que ha tenido acceso EL PA?S.
Fructuoso Salvoch, fallecido en 1993, nunca volvi¨® a ver su carta, pero ahora su hijo, aquel Manol¨ªn convertido a sus 79 a?os en don Manuel, presidente hasta hace cuatro meses del Colegio de Ingenieros Civiles de M¨¦xico, examina con emoci¨®n una copia del documento y evoca la odisea que llev¨® a su padre desde las costas de Argelia a las del Caribe.
Mi padre me hizo prometer que nunca ser¨ªa aviador
Como en la pel¨ªcula Casablanca, Fructuoso atraves¨® el desierto y lleg¨® a la ciudad marroqu¨ª del mismo nombre. All¨ª pudo tomar un barco en el que cientos de jud¨ªos hu¨ªan hacia Am¨¦rica. Recal¨® primero en Cuba y finalmente pudo asentarse en M¨¦xico, a donde lleg¨® en junio de 1942 y donde le esperaba su cu?ado. ¡°Mi padre no ten¨ªa convicciones pol¨ªticas. Simplemente crey¨® que deb¨ªa ser fiel a la Rep¨²blica¡±, explica don Manuel. Con ¨¦l apenas habl¨® de la guerra: ¡°Cuando pudimos reunirnos en M¨¦xico, yo asist¨ªa a las reuniones con otros aviadores, pero no me dejaba participar¡±. En Am¨¦rica se reuni¨® con su esposa, Amparo, y emprendi¨® junto a ella diversos negocios, desde la venta de seguros a una jugueter¨ªa pero no pens¨® en volver a volar. ¡°El aparato que pilotaba fue derribado en una ocasi¨®n¡±, recuerda Manuel, ¡°y ¨¦l me hizo prometer que nunca ser¨ªa aviador¡±.

La familia de Fructuoso, como tantas, se fractur¨® en 1936 y la mayor¨ªa de sus parientes abrazaron la causa de los sublevados. ¡°No quer¨ªa volver a su pueblo, Roncal, en Navarra, porque esa zona hab¨ªa sido partidaria entusiasta de Franco y tem¨ªa un mal recibimiento. As¨ª que tuve que enga?arle. Una vez muerto el dictador le endos¨¦ un boleto de avi¨®n que hab¨ªa comprado para m¨ª con la excusa de que me hab¨ªa surgido un inconveniente y no le qued¨® m¨¢s remedio que viajar. Y all¨ª le dieron la bienvenida con enorme cari?o¡±, recuerda.
No quer¨ªa volver a Espa?a porque en su pueblo muchos eran franquistas pero le recibieron con gran cari?o
La vida de Manuel, como la de su padre, es tambi¨¦n una novela. Casi literalmente, porque en 1997 su esposa, Mar¨ªa Rosa Moral, hija tambi¨¦n de refugiados espa?oles, decidi¨® escribir la historia de su marido en un libro que titul¨® Si no tienes voz, grita. El guion dar¨ªa tambi¨¦n para una pel¨ªcula, si no fuera porque el argumento resultar¨ªa a ratos incre¨ªble, y arranca un d¨ªa de 1937 cuando Manol¨ªn, entonces de cuatro a?os, se dirig¨ªa a su colegio en Barcelona junto con un compa?ero. Entonces se produjo un bombardeo y los dos ni?os fueron sacados de entre los escombros con sus manos entrelazados: el peque?o Salvoch vivo, su amiguito, muerto.
Sus padres decidieron entonces enviarlo a la Uni¨®n Sovi¨¦tica junto a sus hermanos. All¨ª muri¨® el mayor de ellos, Paquito, y desde all¨ª emprendieron en 1946 Manol¨ªn y su hermana peque?a, Pili, un largu¨ªsimo viaje para rencontrarse con sus padres, que hab¨ªan podido reunirse en M¨¦xico. De Odessa, cruzando el Mar Negro, el Mediterr¨¢neo y el Atl¨¢ntico, en barco hasta Nueva York. Y tras dos meses en la ciudad estadounidense, en autob¨²s hasta Nuevo Laredo, en la frontera, donde recuerda su gran alegr¨ªa al o¨ªr a todo el mundo hablar espa?ol.
Manuel sobrevivi¨® a un bombardeo en la Guerra Civil y fue ni?o de Rusia
De aquellos a?os en la URSS Manol¨ªn conserv¨® el idioma ruso, que ahora no puede hablar con nadie, seg¨²n se queja ¨¦l mismo. Y otra carta, trist¨ªsima, la que tuvo que escribir un d¨ªa de abril de 1944 para contar a sus padres la muerte de su hermano. Despu¨¦s de dar muchas vueltas, de relatar lo bien que le iba en el colegio a ¨¦l y a su hermana Pili, en el quinto p¨¢rrafo, el ni?o de 11 a?os, al fin se decidi¨® a afrontar lo inevitable: ¡°Querid¨ªsimo pap¨¢, a nosotros nos a ocurrido una desgracia. Se nos a enfermado nuestro querid¨ªsimo hermano y se me a muerto por eso no puedo decirte nada de ¨¦l. Pero t¨² no le digas a mam¨¢ porque se disgustar¨¢ mucho¡±.
Aquel ni?o de Rusia separado de sus padres por miles de kil¨®metros y una guerra mundial recompuso su vida y acab¨® dise?ando algunas l¨ªneas del suburbano de la ciudad m¨¢s grande del mundo. Su historia es la prueba de que no hay l¨ªmite a la tragedia humana y a la vez de que nada est¨¢ nunca definitivamente perdido. Fructuoso, el aviador, nunca quiso recordar la guerra, pero su hijo cree que es imprescindible: ¡°Hay que saber todo lo que sucedi¨® para que el perd¨®n sea efectivo¡±.
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