Un extra?o en territorio apache
El PP lo ha probado todo en Catalu?a, pero nunca ha roto los l¨ªmites de un actor secundario
Aparentemente, el PP era el partido m¨¢s favorecido por la apuesta plebiscitaria con la que Artur Mas plante¨® las elecciones. Si el envite se jugaba en el eje soberanismo / espa?olismo, el PP era el depositario ¨®ptimo del voto de todos aquellos que quisieran frenar el proceso independentista a toda costa. Dispone del Gobierno espa?ol, que es el que goza de los instrumentos necesarios para bloquear la ruta secesionista. Y desde el primer momento ha defendido una posici¨®n sin la menor ambig¨¹edad: No a la independencia, ni federalismo ni reformas constitucionales, Estado de las autonom¨ªas y unidad nacional. La polarizaci¨®n de la campa?a le ahorraba al PP el calvario de unas elecciones centradas en la crisis econ¨®mica y en las demoledoras consecuencias sociales de la gesti¨®n de su Gobierno. Desde el primer momento, el PP llev¨® su estrategia por los derroteros de la confrontaci¨®n entre nacionalismos porque comprendi¨® que la abr¨ªa una brecha de oportunidad importante: no le ha servido para nada. El PP est¨¢ donde estaba. Una fuerza secundaria en el mapa pol¨ªtico catal¨¢n que ni siquiera ha podido capitalizar la debacle socialista arrastrando el voto de mayor vocaci¨®n espa?ola de este partido. El PP tendr¨¢ que reflexionar porque ni siquiera teniendo una oportunidad tan clara de aparecer como la alternativa m¨¢s consistente a la apuesta de Mas ha conseguido hacer salto electoral significativo. Catalu?a sigue siendo territorio apache para la derecha espa?ola.
?Qu¨¦ le pasa al PP en Catalu?a? Que las bases sociales sobre las que se asent¨® siempre han sido externas a las clases medias sobre las que se ha construido el espacio conservador en Catalu?a. CiU lo ha monopolizado y el PP nunca ha penetrado en este territorio. Tampoco los intentos de compensar este d¨¦ficit con populismo identitario o incluso xen¨®fobo, desde que apareci¨® la inmigraci¨®n extranjera, ha tenido demasiado ¨¦xito. A su vez, el tono frentista de la campa?a ha recordado la imagen m¨¢s dura del PP, la de la ¨¦poca del aznarismo: el estilo mal encarado de S¨¢nchez Camacho no ayuda a disipar fantasmas. El PP simboliza m¨¢s que nadie los agravios de Madrid, como se acostumbra a decir, que un amplio sector de la ciudadan¨ªa percibe. En fin, la campa?a de desprestigio personal de Mas, lanzada desde los aleda?os del Gobierno y manejada por sus portavoces acusando con una mano y eludiendo responsabilidades con otra, no ha hecho sino agudizar la mala imagen del PP. Ni el radicalismo de Vidal Quadras, ni el estilo enfadado de S¨¢nchez Camacho, ni la derecha liberal de Piqu¨¦. El PP lo ha probado todo en Catalu?a pero nunca ha conseguido romper los l¨ªmites de un actor secundario, que solo pesa en la pol¨ªtica catalana por delegaci¨®n, cuando el PP gobierna en Madrid, nunca por su propia fuerza.
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