Mas tira por la borda su liderazgo
Las elecciones catalanas fueron convocadas con dos a?os de anticipaci¨®n con un prop¨®sito esencial: permitir que Converg¨¨ncia i Uni¨® alcanzara una mayor¨ªa absoluta, que legitimara a ese partido y a su principal dirigente, Artur Mas, para dirigir un proceso soberanista, centrado en la celebraci¨®n, en el plazo m¨¢ximo de cuatro a?os, de un refer¨¦ndum respecto a la creaci¨®n de un ¡°Estado propio¡±.
As¨ª pues, el resultado de estas elecciones debe valorarse en primer lugar en relaci¨®n con este dato: Converg¨¨ncia ha perdido un n¨²mero impresionante de diputados y la decisi¨®n del president catal¨¢n no encuentra en las urnas justificaci¨®n pol¨ªtica alguna. Mas no ha conseguido, ni mucho menos, que la sociedad catalana le coloque al frente del proyecto soberanista que el mismo lanz¨®, sino que el evidente descalabro de sus expectativas le deja personalmente muy debilitado, por no decir directamente desautorizado.
La espectacular ascensi¨®n de Esquerra Republicana de Catalu?a (ERC), que seg¨²n esas encuestas se sit¨²a como segunda fuerza pol¨ªtica, le arrebatar¨ªa a Mas el protagonismo y colocar¨ªa al president frente a una gesti¨®n pol¨ªtica extremadamente complicada. No solo para mantener el necesario di¨¢logo con el gobierno de Rajoy durante los pr¨®ximos cuatro a?os, sino tambi¨¦n para desarrollar una gesti¨®n econ¨®mica, social y pol¨ªtica coherente durante ese periodo, obligado como est¨¢ a formar coalici¨®n con un grupo de izquierda independentista en alza.
Es cierto que la mayor¨ªa soberanista, que ya exist¨ªa en el Parlamento anterior, se mantiene con el fortalecimiento de ERC y del grupo independentista CUP, pero no existe ese claro ¡°diferencial¡± con quienes no participan de ese proyecto independentista que ped¨ªa Mas. La fuerza que ha adquirido en estos meses el soberanismo catal¨¢n es un hecho y no hay por qu¨¦ esconderlo tras el mal resultado de CiU. Pero no es lo mismo que Mas pueda encabezar ese movimiento con autoridad, como era el proyecto en el que embarc¨® a CiU, que salga debilitado personalmente y m¨¢s dependiente que nunca para alcanzar una mayor¨ªa parlamentaria. Como tampoco lo es que ese movimiento aparezca muy fragmentado.
El hundimiento del PSC, que pierde ocho esca?os, es la primera consecuencia real de estas elecciones, pero no deber¨ªa ser interpretado como una gran noticia para CiU: primero porque el PSOE no tienen ninguna posibilidad de desplazar al PP del Gobierno de Espa?a mientras que los socialistas catalanes no sean capaces de recuperar parte de su voto. Y segundo, porque es posible que un pu?ado importante de esos votos se haya ido no solo a Iniciativa per Catalunya, que gana tres esca?os, sino a ERC.
Tampoco son buenas noticias para Converg¨¨ncia que el nacionalismo espa?ol haya aumentado su presencia en el Parlament. El Partido Popular ha experimentado un peque?o ascenso, pero lo que importa es que Ciutadans ha incrementado de manera importante su papel. La radicalizaci¨®n del electorado m¨¢s identificado con la identidad espa?ola introduce un dato que el gobierno catal¨¢n tambi¨¦n tiene que tener en cuenta.
Por ¨²ltimo, no es posible cerrar estas elecciones sin que se aclare la sucia maniobra de manipulaci¨®n pol¨ªtica que contamin¨® los ¨²ltimos d¨ªas de la campa?a. Lo ocurrido no es un problema para los catalanes, sino para todos los espa?oles y debemos exigir que se investigue la actuaci¨®n de los mandos de la Polic¨ªa y que el esc¨¢ndalo tenga consecuencias pol¨ªticas en el Gobierno. Cerrar los ojos ante lo sucedido y permitir que se diluya en el periodo poselectoral nos puede costar muy caro a todos.
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