No se vota, decide el presidente
Alfonso Guerra explic¨® el protocolo de actuaci¨®n del nuevo Gobierno: sus miembros deb¨ªan llamarse de usted y con tratamiento de ministro
Dos semanas despu¨¦s de la abrumadora victoria electoral, buena parte de quienes ser¨ªan ministros en el primer Gabinete socialista de la historia de Espa?a fueron convocados a una reuni¨®n que se calific¨® como secreta. Cada cual desconoc¨ªa qu¨¦ otras personas acudir¨ªan dado que, del pr¨®ximo Gobierno, la ¨²nica informaci¨®n de que dispon¨ªan era la propia: que Felipe Gonz¨¢lez le hab¨ªa llamado d¨ªas atr¨¢s para comunicarle que ser¨ªa ministro. Algunos, incluso, fueron convocados por gente que no era del partido. Lugar, la sede que el PSOE ten¨ªa por entonces en la calle de Garc¨ªa Morato (hoy, Santa Engracia). No ser¨ªa la ¨²nica reuni¨®n de un gabinete que no hab¨ªa tomado posesi¨®n. Testigos de aquella primera cita recuerdan que todav¨ªa no estaba claro si Alfonso Guerra estar¨ªa en el Gobierno. Se trat¨® alg¨²n tema de seguridad: si quer¨ªan vivir sin escolta durante unos d¨ªas m¨¢s, ser¨ªa necesario que nada se filtrara.
?Hubo una segunda cita d¨ªas despu¨¦s en la que el n¨²mero de futuros ministros aument¨®. ¡°Asisti¨® un n¨²mero sustancial de los futuros ministros¡±, recuerda Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall [ministro de Educaci¨®n de aquel primer Gabinete]: ¡°No recuerdo que estuviera Solana porque entr¨® tarde. Tampoco Almunia por la negativa de Nicol¨¢s Redondo a que un hombre de la UGT entrara en el Gobierno. Creo que iba a ser [el sindicalista Jos¨¦ Mar¨ªa] Zufiaur¡±. Javier Moscoso hace cuentas de aquel segundo d¨ªa: ¡°Conoc¨ª a Julian Campo [Obras P¨²blicas] ese d¨ªa, tambi¨¦n a Fernando Ledesma. No estaba todav¨ªa Narc¨ªs Serra: Hablamos de c¨®mo se tomar¨ªan las decisiones en el Consejo de Ministros. No habr¨ªa votaciones. Las decisiones las tomaba el presidente. Se opinaba pero no se votaba¡±.
¡°Pese a sus dudas, que yo creo que no las ten¨ªa, Alfonso presidi¨® aquella segunda reuni¨®n y fue quien nos dio todas las instrucciones de c¨®mo deb¨ªa funcionar el Gobierno y el Consejo de Ministros. Eran normas para darle un cierto estilo¡±, a?ade Carlos Solchaga [Industria y Energ¨ªa]. ¡°Nos dijo que deber¨ªamos llamarnos de usted y darnos el trato de ministro¡±, explica Jos¨¦ Barrionuevo. ¡°Eran cuestiones de protocolo que sonaban rid¨ªculas entonces¡±, dice Maravall, ¡°nunca se me habr¨ªa ocurrido llamarle a Ernest, se?or ministro de Sanidad¡±. Ese tratamiento se ha mantenido en posteriores Gobiernos.
En dicha reuni¨®n se trat¨® de la organizaci¨®n interna del Gobierno, de estructuras como la comisi¨®n de subsecretarios, ¡°se la calific¨® como el Gobierno di¨¦sel¡±, apunta Enrique Bar¨®n [Transportes y Comunicaciones], del perfil que ser¨ªa recomendable a la hora de elegir al jefe de gabinete de un ministro y de c¨®mo los asuntos a tratar tendr¨ªan etiqueta negra, etiqueta verde o etiqueta roja, seg¨²n hubiera acuerdo total o discrepancias entre los ministerios. ¡°El orden del d¨ªa del Consejo de Ministros acab¨® limit¨¢ndose al ¨ªndice rojo del ¨ªndice verde¡±, concluye Maravall.
Para entonces, mediados de noviembre, cada ministro hab¨ªa recibido el encargo de labios de Felipe Gonz¨¢lez, de muy diferentes formas, en fechas dispares y, a veces, sin demasiado detalle. Unos a escasos d¨ªas de tomar posesi¨®n y otros, los elegidos, meses antes de celebrarse las elecciones. A Javier Moscoso se lo propuso en una reuni¨®n con Paco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez. Le ofreci¨® la Fiscal¨ªa General del Estado o el Ministerio de la Presidencia. ¡°Coment¨¦ mi preferencia por lo segundo, pero no qued¨® cerrado en ese momento¡±, recuerda. Solchaga recibi¨® la propuesta tras verse con Felipe en el entierro de la mujer de Ram¨®n Rubial, entonces presidente del PSOE. Barrionuevo pens¨® que se trataba de una broma cuando le llam¨® la secretaria de Gonz¨¢lez, entre otras cosas porque estaba detr¨¢s de gast¨¢rsela a un compa?ero de partido.
Julio Feo cuenta que le llam¨® Felipe a los ocho d¨ªas de la victoria electoral. Y no para ser ministro. ¡°Vas a ser portavoz del Gobierno¡±, me dijo. ¡°Cuento contigo, as¨ª que ve haciendo los deberes¡¯. Pero a los cinco d¨ªas me volvi¨® a llamar. ¡®?Qu¨¦ ha pasado?¡¯, le pregunt¨¦. ¡®Ser¨¢s secretario de la presidencia. ?Y eso qu¨¦ es? Hacerme la vida f¨¢cil. Entonces ?qui¨¦n va a ser el portavoz? Sotillos. Me parece bien. Entonces trago. Hubieras tragado de todas maneras¡±. Feo vivi¨® pegado a Felipe Gonz¨¢lez a lo largo de toda la campa?a como experto en las encuestas y jefe de campa?a, ¡°y no se le escap¨® ning¨²n comentario. Felipe es muy herm¨¦tico. No s¨¦, quiz¨¢ lo supiera gente muy de su confianza como pudiera ser Tom¨¢s y Valiente. No s¨¦. Yo la propuesta me la qued¨¦ para m¨ª. Con Felipe las filtraciones son jodidas¡±.
Si se pregunta a Eduardo Sotillos, la versi¨®n no encaja, lo cual puede significar que Felipe Gonz¨¢lez manej¨® la lista de forma muy personal. ¡°Felipe me dijo que quer¨ªa que me viniera a Madrid a ser portavoz. Cuando le pregunt¨¦ qui¨¦n me hab¨ªa recomendado, porque tampoco nos conoc¨ªamos tanto, me dijo que Julio Feo¡±. Julio Feo (Aquellos a?os, Ediciones B) y Eduardo Sotillos (1982. El a?o clave, Editorial Aguilar) son de los escasos protagonistas, junto con Jos¨¦ Barrionuevo (2.001 en Interior, Ediciones B) y Alfonso Guerra (Cuando el tiempo nos alcanza y Dejando atr¨¢s los vientos, Espasa), que han escrito sus memorias sobre aquella ¨¦poca.
Eduardo Sotillos, a pesar de su condici¨®n de periodista, guard¨® el secreto sobre las deliberaciones del aquel Consejo de Ministros. Una parte interesante de su libro es el detalle de hasta qu¨¦ punto Gregorio Peces-Barba mantuvo la independencia que exigi¨® a Felipe Gonz¨¢lez para aceptar la presidencia de las Cortes. Peces-Barba impidi¨® que Felipe Gonz¨¢lez leyera un discurso en el acto de la mayor¨ªa de edad del pr¨ªncipe Felipe celebrado en el hemiciclo. Gonz¨¢lez tuvo que leerlo en un segundo acto celebrado en el Palacio Real.
¡°Se sab¨ªa desde hac¨ªa tiempo que ganar¨ªamos las elecciones, pero ten¨ªamos un documento sobre lo peligroso que ser¨ªa descontar una victoria. Todo lo que dec¨ªan las encuestas se tomaba con mucho escepticismo: era desconocida la repercusi¨®n que tendr¨ªa en el voto la dimisi¨®n de Su¨¢rez y el ruido de sables. Quiz¨¢ la fecha clave fuera la de abril de 1982. Hasta ese momento se hab¨ªa mantenido una oferta de coalici¨®n con el Gobierno de Calvo Sotelo y, con el ¨²ltimo rechazo, se tom¨® mayor conciencia de que la victoria iba a ser un hecho. Porque Calvo Sotelo hizo algo muy poco partidista: salvaguardar a la oposici¨®n y asumir para ¨¦l y su Gobierno todo el desgaste. Fue entonces cuando se consider¨® la idea de gobernar en solitario¡±. Hecho este pre¨¢mbulo, Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall manifiesta su convencimiento de que hubo tres personas que supieron que ser¨ªan ministros con una antelaci¨®n de varios meses. ¡°Hubo tres personas que pasaron un verano poco tranquilo: Miguel Boyer, Fernando Ledesma y yo¡±.
Esta apreciaci¨®n de Maravall no coincide con el testimonio de Fernando Ledesma, quien afirma que fue convocado por Felipe ¡°no mucho despu¨¦s¡± de la victoria electoral, pero era evidente para muchos otros protagonistas de aquellos d¨ªas que el peso de toda la parcela econ¨®mica recaer¨ªa sobre Miguel Boyer, un hombre que lo mismo estaba al lado de Felipe Gonz¨¢lez en la visita a un Bilbao inundado por las riadas como parec¨ªa desaparecido, ¡°un hombre con una historia muy oscilante¡±, como dice Juli¨¢n Campo [Obras P¨²blicas]. Para todos fue evidente que Boyer se convertir¨ªa en un foco de tensi¨®n con Guerra.
¡°Boyer se incorpor¨® de forma muy clara¡±, recuerda Maravall, que hace un largo elogio sobre su excompa?ero de Gabinete. ¡°Ten¨ªa informaci¨®n al minuto. Se estaba produciendo una salida de capitales muy fuerte. Conoc¨ªa la evoluci¨®n de las reservas. Una informaci¨®n muy rica. Hizo una gesti¨®n espectacular. Era alguien que llevaba las riendas de la econom¨ªa. Recuerdo una vi?eta de Peridis que dec¨ªa: ¡®Yo lo que diga Boyer¡¯. Mandaba. Ten¨ªa un rumbo. No s¨¦ si ahora tenemos la misma sensaci¨®n¡±.
Solchaga entendi¨® a primeros de noviembre cu¨¢l ser¨ªa el papel de Boyer, porque cuando Felipe Gonz¨¢lez le propuso ser ministro de Industria, ¡°me habl¨® de Boyer y Alfonso Guerra. Hablaba tambi¨¦n de Serra, ten¨ªa alguna duda sobre su ubicaci¨®n, pero me pidi¨® que hablara con Boyer y tratara de entenderme con ¨¦l¡±.
¡°Yo sab¨ªa que no tendr¨ªamos problemas de entendimiento. ?ramos amigos desde los a?os sesenta¡±, contin¨²a en su relato Solchaga: ¡°Le llam¨¦. Cenamos. No ten¨ªamos diferencias importantes. ?l ten¨ªa buenas fuentes en el Banco de Espa?a. La situaci¨®n era peor de la que pens¨¢bamos ¨ªbamos a heredar. Ten¨ªamos un d¨¦ficit del 6% y no del 3%. La UCD no hab¨ªa querido subir los precios de la gasolina, que entonces era un monopolio del Estado, y estaba provocando un d¨¦ficit¡±. Solchaga acudi¨® a las reuniones secretas en Garc¨ªa Morato presididas por Alfonso Guerra, donde conoci¨® a quienes ser¨ªan sus compa?eros de Gabinete, pero hacia las mismas fechas, quiz¨¢ en la misma semana, tuvo otra cita muy reservada en el chalet que Boyer ten¨ªa en la colonia de El Viso: ¡°Nos reunimos el gobernador del Banco de Espa?a (?lvarez Rendueles) y el subgobernador (Mariano Rubio), Miguel ?ngel Fern¨¢ndez Ord¨®?ez [que ser¨ªa secretario de Estado de Econom¨ªa], Boyer y yo. Y ah¨ª decidimos la devaluaci¨®n¡±.
El s¨¢bado 4 de diciembre de 1982, tres d¨ªas despu¨¦s de haber tomado posesi¨®n el nuevo Gobierno, el ya denominado superministro Boyer (que agrupaba las carteras de Econom¨ªa, Hacienda y Comercio) anunci¨® la devaluaci¨®n de la peseta en un 8%. El martes, d¨ªa 7, el primer Consejo de Ministros decidi¨®, entre otros asuntos, la subida de la gasolina en 15 pesetas el litro.
Por entonces, Juan Antonio Y¨¢?ez llevaba d¨ªas trabajando como fontanero (un t¨¦rmino con mucho predicamento period¨ªstico en esas fechas) del Gobierno en ciernes. Su encargo era llevar la agenda internacional del presidente Gonz¨¢lez. Deb¨ªa preparar la visita de George Shultz, el secretario de Estado norteamericano, y comenzar a desbloquear la negociaci¨®n para el ingreso en la Comunidad Europea, ¡°que estaba congelada¡±. Y¨¢?ez se encontr¨® una Moncloa con una ¡°estructura muy ligera¡±, heredada de la ¨¦poca de Adolfo Su¨¢rez, y un edificio con graves deficiencias de seguridad: ¡°Para empezar hab¨ªa una carretera que bordeaba el recinto y que pasaba casi al lado del despacho que ocupar¨ªa Alfonso Guerra¡±. Recuerda que una de las primeras decisiones fue que Guerra se encargara de renegociar el contrato de gas con Argelia.
Gonz¨¢lez y Guerra. Eran las dos figuras de ese Gabinete, con permiso de Boyer. En un principio se repartieron las competencias. Los llamados ministros de Estado, que eran Econom¨ªa, Exteriores, Interior y Defensa despachaban directamente con el presidente, que prefer¨ªa el despacho individual frente al colectivo de Guerra. Las primeras discrepancias fueron evidentes entre Boyer y Guerra. Boyer quer¨ªa ser vicepresidente. Era agresivo con Guerra. Lo constatan los testigos de aquel gabinete. ¡°A Guerra se le escapaba Defensa, porque Serra era muy astuto. La gesti¨®n de Serra era poco expl¨ªcita en el Consejo de Ministros. Era prudente y precavido, pero extremadamente eficaz¡±.
Los consejos fueron ¡°densos¡±, ¡°largu¨ªsimos¡±, ¡°t¨¦cnicos¡±. A veces duraron m¨¢s de una jornada. ¡°?Se puede hablar de pol¨ªtica en este consejo?¡±, dijo una vez Ernest Lluch. ¡°Hab¨ªa pocos debates. La gente callaba¡±, sostiene Juli¨¢n Campo [Obras P¨²blicas]: ¡°Hice de jefe administrativo y de miembro del Gobierno. Como jefe me lo pas¨¦ bien y como miembro del Gobierno mis desacuerdos eran crecientes¡±. A pesar de eso, Juli¨¢n Campo asegura que aquel Gobierno ¡°hizo cosas important¨ªsimas y pag¨® deudas pendientes de siglos¡±. Luego, afirma: ¡°El proyecto socialista se fue vaciando¡±.
?Estaban preparados para gobernar? Antes de las elecciones de octubre de 1982, el PSOE contaba con 105.000 afiliados y 11.789 cargos p¨²blicos, entre ellos 1.125 alcaldes. La ejecutiva del PSOE ten¨ªa una media de edad de 38 a?os y en ella solo hab¨ªa 3 mujeres, un 12%. Entre los elegidos para formar parte del Gabinete, una mayor¨ªa hab¨ªa cursado estudios en universidades extranjeras. ¡°Era un Gobierno de una competencia demostrable¡±, asegura Solchaga.
Sin embargo, a pesar de su juventud (Almunia, con 34 a?os, era el m¨¢s joven, Felipe ten¨ªa 42), no entr¨® en ese Gabinete ninguna mujer. Eran 17 hombres. Enrique Bar¨®n [Transportes y Comunicaciones] asegura que cuando fue llamado por Felipe para ser ministro, en el pasillo circular del Parlamento, conocido como la M-30, le pregunt¨® a Gonz¨¢lez si habr¨ªa alguna mujer. ¡°Tengo dificultades¡±, ¡°me dio a entender¡±, dice Bar¨®n.
Solo hubo dos mujeres, dos secretarias de Estado, Carmina Virgili (Universidades) y Mar¨ªa Izquierdo [Comunidades Aut¨®nomas]. ¡°No hab¨ªa recomendaci¨®n de g¨¦nero en aquellos momentos¡±, asegura hoy Mar¨ªa Izquierdo, ¡°lo urgente estaba en otros sitios¡±.
¡°Todo era inseguro¡±, cuenta Mar¨ªa Izquierdo. ¡°El golpe era una losa y hab¨ªa miedo en los electorados de izquierda¡±. Izquierdo estaba en la Ejecutiva del PSOE y recibi¨® la llamada de Tom¨¢s de la Quadra [Administraci¨®n Territorial]: ¡°Me dir¨ªa despu¨¦s que Felipe hab¨ªa seleccionado con ¨¦l a los secretarios de Estado. Era consciente de que ¨¦ramos las primeras mujeres y que se valoraba mucho que no fu¨¦ramos a sitios de florero. Eran dos secretar¨ªas duras. Yo despachaba con Guerra. Era un Gobierno que ten¨ªa mucha decisi¨®n. Nos ¨ªbamos a comer el mundo. Hab¨ªa que modernizar las Fuerzas Armadas y hab¨ªa que romper el aislamiento de Espa?a. No ten¨ªamos horas para trabajar. Entr¨¢bamos a las 8.00 y sal¨ªamos a las 24.00 los d¨ªas que hiciera falta. No hab¨ªamos sido preparados para ser pol¨ªticos, pero era un Gobierno de una gran generosidad. La clandestinidad nos educ¨® en la solidaridad. La fiebre de cargos empez¨® despu¨¦s. Nosotros est¨¢bamos vacunados por la represi¨®n. Est¨¢bamos decididos a cambiar Espa?a, sin exclusiones. Quer¨ªamos dar derechos a todos. Y ahora vivo el negativo de todo aquello¡±.
Mar¨ªa Izquierdo habla con solidez. Ha tenido una vida intensa. Analiza el presente con franca naturalidad: ¡°Ya andados los a?os, no me gust¨® nunca el PSOE espa?ol. El nuestro era un corte de partido m¨¢s l¨²dico, m¨¢s a ras de suelo, como presumo que ser¨¢ el pr¨®ximo¡±. O
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