Mayor¨ªa soberanista y civismo burgu¨¦s
Los gobernantes espa?oles se resisten a creer que CiU deje de ser un partido de orden
Los acontecimientos se suceden con mayor coherencia que las interpretaciones que se construyen sobre ellos. El 11-S hubo una manifestaci¨®n en Catalu?a que demostr¨® que el eje del catalanismo se estaba desplazando hacia la independencia. Artur Mas se puso al frente de la movilizaci¨®n y gener¨® una expectativa en torno a su liderazgo que despu¨¦s los hechos desmintieron. Los resultados electorales expresaron exactamente lo mismo que la manifestaci¨®n del 11-S: el voto catalanista se desplaz¨® hacia la independencia, con premio para quien m¨¢s genuinamente la encarna, Esquerra Republicana. Ahora, como consecuencia de esos resultados, se cierra un pacto de legislatura entre CiU y ERC. Dicho de otro modo, se formaliza la mayor¨ªa soberanista que surgi¨® de las urnas. Artur Mas hab¨ªa apostado su cargo al refer¨¦ndum, hacer marcha atr¨¢s en esta cuesti¨®n equival¨ªa a irse a casa. El estado catat¨®nico del PSC hacia pr¨¢cticamente imposible una combinaci¨®n tripartita con CiU y con ERC. La reconciliaci¨®n con el PP despu¨¦s de la batalla electoral habr¨ªa sido un escarnio. ERC ten¨ªa la llave y ha jugado bien sus cartas.
Despu¨¦s de muchos a?os de mirar a ERC por el retrovisor, CiU se junta con ella cuando exhibe mayor fuerza. Se abre un tiempo incierto. Hay dudas sobre la estabilidad del Gobierno. ERC pretende un doble juego de alto riesgo: ser a la vez parte de la mayor¨ªa gubernamental y l¨ªder de la oposici¨®n. Tiene adem¨¢s un historial de cultura asamblearia que amenaza los nervios de todo el que se le acerca. CiU y ERC son dos aliados muy fronterizos electoralmente: el trasvase de votos de ida y vuelta entre estos dos partidos ha sido determinante en las convocatorias electorales de los ¨²ltimos diez a?os. Artur Mas se ha metido a la competencia m¨¢s directa en casa.
ERC ha puesto l¨ªmites a la ortodoxia de la austeridad, de la que Artur Mas se present¨® siempre como un campe¨®n. Con lo cual se rompe el gran v¨ªnculo que permiti¨® la alianza entre CiU y el PP en los dos a?os de la legislatura interrumpida, y algunos sectores empresariales ponen el grito en el cielo, confirmando el deterioro de la amistad entre Mas y el mundo de los negocios que ya empez¨® cuando el president se puso al frente del movimiento soberanista.
Acaba el idilio econ¨®mico con el PP y se entra de lleno en la v¨ªa de la confrontaci¨®n pol¨ªtica, con el refer¨¦ndum en el horizonte. Es la hora de la pol¨ªtica, dicen. Y la pol¨ªtica es di¨¢logo. Pero el Gobierno espa?ol no da se?ales de tener nada que proponer. No sabemos si la estrategia es el ¡°nunca pasa nada¡± de Rajoy o provocar la fractura interior de Catalu?a, como preconiza Aznar, aunque hay se?ales para pensar en lo segundo. En cualquier caso, Montoro ya ha demostrado que tiene instrumentos para asfixiar por completo a la Administraci¨®n catalana.
Pero quiz¨¢s lo m¨¢s novedoso es el desconcierto que la evoluci¨®n de CiU est¨¢ generando dentro y fuera de Catalu?a (y dentro de la propia coalici¨®n, como Dur¨¢n Lleida demuestra a diario). Los gobernantes espa?oles, los actuales y los pasados, se resisten a creer que CiU deje de ser el partido de orden que, m¨¢s all¨¢ del ruido nacionalista, garantizaba que en Catalu?a todo estuviera bajo control. Y el poder econ¨®mico se resiste a aceptar que CiU tenga veleidades que la alejan del papel de garante del statu quo que siempre se le atribuy¨®. El desconcierto viene de que CiU pueda estar abandonando el civismo burgu¨¦s que siempre la caracteriz¨®. El fil¨®sofo alem¨¢n Odo Macquard lo describe as¨ª: privilegiar el punto medio frente a los extremos, las peque?as mejoras sobre los grandes cuestionamientos, lo regular frente a lo sublime, la iron¨ªa frente al radicalismo, el reglamento frente al carisma, lo normal frente a lo enorme, el individuo frente a la comunidad final de salvaci¨®n. As¨ª era el pujolismo, que, aunque a veces amagaba con lo sublime, con el carisma o con la redenci¨®n comunitaria, siempre acababa cayendo del lado de la prudencia y evitaba la excepci¨®n. Pol¨ªtica y dinero se resisten a creer que CiU salga de esta v¨ªa sin descarrilar. Y tambi¨¦n muchos de sus votantes. Unos y otros quiz¨¢s no quieren ver que Catalu?a ha cambiado y que ERC, que ya fue la ganadora estrat¨¦gica del tripartito, porque fue entonces cuando se normaliz¨® la propuesta independentista, es ahora la beneficiaria del fallido golpe electoral de Artur Mas. La pol¨ªtica catalana ha entrado en una fase de mutaci¨®n acelerada. Por eso nadie sabe cu¨¢nto durar¨¢ este Gobierno ni c¨®mo ser¨¢ el panorama pol¨ªtico catal¨¢n dentro de dos a?os.
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