Rajoy se aferra a la reducci¨®n del d¨¦ficit
El presidente quiere abrir una fase nueva en la legislatura que deje atr¨¢s los recortes
El primer a?o de la legislatura deb¨ªa servir para hacer las reformas impopulares que exigen sacrificios y que desgastan al que gobierna; el segundo, para adoptar medidas m¨¢s pr¨®ximas al programa electoral y al ideario del partido y vislumbrar una recuperaci¨®n, sin horizonte electoral; y, a partir de ah¨ª, esperar una mejora para recoger los frutos cerca de las siguientes elecciones generales.
Ese era el plan, de puro manual pol¨ªtico elemental, que ten¨ªa Mariano Rajoy, apoyado en la tranquilidad de una mayor¨ªa absoluta que le ha permitido tomar decisiones sin apoyo y a golpe de decreto. Asumiendo el desgaste por la reforma laboral, los recortes en sanidad, educaci¨®n y todos los servicios p¨²blicos. Contraviniendo su programa, enfrent¨¢ndose a dos huelgas generales y pasando por encima de pactos o comparecencias en el Congreso.
En ese plan, seg¨²n explican colaboradores de Rajoy, entraba que un a?o despu¨¦s de llegar a La Moncloa el primer debate sobre el estado de la naci¨®n marcar¨ªa el arranque de una nueva fase de la legislatura, con los deberes de las reformas m¨¢s duras concluidos y pudiendo ofrecer algo de alivio a los ciudadanos. Pero esa hoja de ruta se ha quebrado sustancialmente por imprevistos pol¨ªticos como el desaf¨ªo soberanista en Catalu?a, los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n que han acorralado y cambiado el paso al presidente y, sobre todo, las dificultades para remontar la crisis econ¨®mica. El Ejecutivo daba por hecho que a estas alturas ya se habr¨ªa tocado fondo, pero los datos, especialmente los de desempleo, auguran que el sufrimiento se mantendr¨¢.
Con este escenario, en su peor momento, Rajoy se enfrentar¨¢ el mi¨¦rcoles a su primer debate sobre el estado de la naci¨®n como presidente, sacando pecho por la reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico (su gran obsesi¨®n) y por reformas estructurales como la del mercado laboral y la del sistema financiero; duras pero, seg¨²n el Gobierno, imprescindibles. Llevar¨¢ bajo el brazo las declaraciones de responsables de la UE y del Banco Central Europeo felicit¨¢ndole por esas reformas, por haber contenido el d¨¦ficit ¡ªno es probable que en 2012 cumpla el 6,3% fijado, pero se ha reducido mucho¡ª y por haber embridado el gasto de las comunidades. Y, especialmente, por haber evitado un segundo rescate, tras el financiero de mayo, que, seg¨²n cree, hubiera estigmatizado a Espa?a y hubiera exigido medidas mucho m¨¢s duras sobre pensiones o funcionarios.
Rajoy volver¨¢ a presentarse como el pragm¨¢tico, con el m¨¦rito de haberse adaptado a esas circunstancias, sacrificando su popularidad y su palabra. ¡°No he cumplido con mis promesas pero s¨ª con mi deber¡±, resumi¨® hace unos d¨ªas. Su intenci¨®n es, a partir de aqu¨ª, dar la impresi¨®n de que ha hecho los deberes para empezar una legislatura distinta, ya sin petici¨®n de sacrificios. Tiene previsto anunciar medidas de est¨ªmulo como el plan de empleo juvenil, de apoyo a los emprendedores o de liberalizaci¨®n de servicios, y reducciones de impuestos. Tiene la ventaja de que el horizonte electoral est¨¢ despejado hasta las europeas de 2014, cuando podr¨¢ comprobar si el enorme desgaste del PP es cr¨®nico.
Anunciar¨¢ medidas de est¨ªmulo y una posible bajada de impuestos
¡°El presidente es consciente de que a la pregunta de si estamos mejor que hace un a?o no hay posible respuesta positiva. Solo puede ofrecer la impresi¨®n de punto de inflexi¨®n, tras haber tocado fondo¡±, explica un dirigente del PP. El paro no deja de subir y todo se complica por las crisis pol¨ªtica e institucional que marcar¨¢n el debate. El objetivo es poner el contador a cero y convertir el primer a?o en el de la responsabilidad en situaci¨®n excepcional, y con el convencimiento de que enfrente no hay nadie. A esa labor tit¨¢nica debe ponerse Rajoy con el lastre del pesimismo generalizado sobre el presente y el futuro. Tambi¨¦n con unas valoraciones p¨¦simas del presidente, el Gobierno y todos sus ministros. Sobre todo en lo referido a la credibilidad, gastada y dif¨ªcil de recuperar por los incumplimientos, admitidos con extra?a normalidad por Rajoy.
Esa p¨¦rdida de confianza en el presidente ha hecho que cuando ha querido convertir en una cuesti¨®n de fe su desmentido del caso B¨¢rcenas haya fracasado, da?ado tambi¨¦n por la confusi¨®n en la versi¨®n oficial del PP. El mi¨¦rcoles Rajoy subir¨¢ a la tribuna de oradores con lo que queda de su palabra y la propuesta de medidas contra la corrupci¨®n, como la reforma del C¨®digo Penal, cambios legales para que el Tribunal de Cuentas fiscalice eficazmente a los partidos y ofertas de pacto sobre la ley de transparencia. Su lastre ser¨¢ la credibilidad deteriorada y las dudas sobre el caso G¨¹rtel y el caso B¨¢rcenas, que con el ritmo premioso de la Justicia tardar¨¢n en llegar a su fin. La realidad contra la que tanto ha chocado Rajoy y que ahora se ha convertido en un lodazal har¨¢ que el debate sobre el estado de la naci¨®n se convierta en el del estado de la corrupci¨®n. No obstante, La Moncloa prev¨¦ que Alfredo P¨¦rez Rubalcaba rehuya el ¡°y t¨² m¨¢s¡±, consciente de que la generalizaci¨®n de casos le hace da?o tambi¨¦n a ¨¦l. El PP prev¨¦ que el reproche venga m¨¢s bien de IU y UPyD.
Se enfrenta el presidente a un panorama de desafecci¨®n ciudadana y con sus votantes d¨¢ndole la espalda. El convencimiento de su entorno es que, finalmente, los suyos terminar¨¢n moviliz¨¢ndose cuando se acerquen las urnas y se aprecien como necesarios los incumplimientos del primer a?o. Tiene varios ministros quemados por su gesti¨®n, pero ninguno ser¨¢ removido en breve.
El mismo d¨ªa del debate hay convocada una huelga ins¨®lita en la Justicia que sirve como paradigma de lo que ha sido su Gobierno en este a?o: falta de acuerdo con los afectados por sus medidas, rechazo hasta de los m¨¢s pr¨®ximos a su posici¨®n ideol¨®gica y rectificaci¨®n e incumplimiento de compromisos program¨¢ticos.
Otro asunto previsto para el debate es el de Catalu?a, para el que Rajoy, frente a CiU y ERC, puede mantener el mismo discurso de su actuaci¨®n y mensajes p¨²blicos: firmeza, evitando durezas innecesarias que generen victimismos. Este es el terreno en el que menos temor a jugar tiene La Moncloa.
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