La lentitud de la justicia
La ciudadan¨ªa no acaba de creer que la Justicia pueda llegar a ser tan eficaz como debiera en los casos de corrupci¨®n
El 78% de los espa?oles no cree que la investigaci¨®n del caso G¨¹rtel concluya en un plazo razonable de tiempo ni que finalmente sean procesados y condenados todos los en ¨¦l implicados. Y un id¨¦ntico porcentaje (77%) dice lo mismo respecto del caso Urdangarin. La ciudadan¨ªa no acaba de creer que la Justicia pueda llegar a ser tan eficaz como debiera en los casos de corrupci¨®n. La perciben lastrada en su funcionamiento por factores al parecer insalvables. En primer lugar, la exasperante lentitud, que los espa?oles atribuyen en parte a la vigente legislaci¨®n procesal, que no consideran acorde con las necesidades de una sociedad tecnol¨®gicamente avanzada como la espa?ola: facilita en exceso que los imputados puedan zancadillear impunemente la averiguaci¨®n judicial de los hechos (as¨ª lo cree el 89% de los espa?oles); y propicia que esta se empantane en el profuso papeleo que su conducci¨®n exige (y as¨ª lo dice un 75%). Estas dos cr¨ªticas, por cierto, coinciden plenamente con las expresadas recientemente en estas mismas p¨¢ginas por Manuela Carmena, connotada experta en la materia y con dilatada experiencia judicial.
Pero se percibe una segunda causa, m¨¢s preocupante y m¨¢s nociva para nuestra moral c¨ªvica colectiva: las presiones que un 84% de la ciudadan¨ªa da por seguro que ejercen sobre la Justicia los partidos y grupos de presi¨®n implicados en esos casos. A ese cerco coactivo percibido de forma tan generalizada se atribuye un adicional efecto pernicioso: seg¨²n el 65% de los espa?oles, consigue que teman por su futuro profesional los jueces que llevan tales asuntos. Nuestra sociedad parece as¨ª convencida de que la larga mano de la corrupci¨®n puede llegar si no a torcer el brazo de la Justicia al menos s¨ª a paralizarlo.
Y, justamente cuando el estado de ¨¢nimo colectivo respecto de la lucha contra la corrupci¨®n muestra tales s¨ªntomas de desaliento, se produce el primer aniversario de la expulsi¨®n del juez Garz¨®n de la judicatura. Los sondeos disponibles muestran que cuando ejerc¨ªa sus funciones contaba en nuestra sociedad casi con tantos detractores como fans: era una figura a la vez admirada y controvertida. El paso del tiempo ¡ªy quiz¨¢ tambi¨¦n la acumulaci¨®n de casos de corrupci¨®n en nuestra vida p¨²blica¡ª parece haber realzado sustancialmente su imagen. La idea ampliamente mayoritaria ahora es que su condena fue injusta (as¨ª lo dice el 62%) y, sobre todo, que obedeci¨® m¨¢s a razones de tipo pol¨ªtico (el 64% entre votantes del PP) que a causas exclusivamente jur¨ªdicas (como piensa solo el 7%). Y hay m¨¢s: a la vista de como ha ido desarroll¨¢ndose el caso G¨¹rtel desde que Garz¨®n dej¨® de ser juez, los espa?oles se inclinan por pensar que si se le expuls¨® fue, en realidad, para que este durara lo m¨¢s posible.
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