Diez a?os despu¨¦s
Aznar no fue culpable del 11-M, pero s¨ª de la mentira sobre el 11-M que tan cara cost¨® a su partido
Gema L¨®pez Mu?oz la defini¨® acertadamente como ¡°una guerra buscada¡±. Fue tambi¨¦n, parafraseando a Garc¨ªa M¨¢rquez, una guerra anunciada desde los meses que siguieron al 11-S. Una vez definido el enfrentamiento con la yihad de Al-Qaeda en t¨¦rminos apocal¨ªpticos, no hac¨ªa falta detenerse a pensar que entre las m¨²ltiples virtudes pol¨ªticas de Sadam Hussein no figuraba la de patr¨®n de Al-Qaeda. Era la personificaci¨®n del Mal y su eliminaci¨®n servir¨ªa para confirmar la inexorabilidad del triunfo de los ¨¢ngeles armados del Bien, y de paso para garantizar al imperio americano un avance estrat¨¦gico en el control de la regi¨®n, compensando la precedente p¨¦rdida de Ir¨¢n, y un control no menos estrat¨¦gico de los recursos petrol¨ªferos del pa¨ªs.
Solo que para que la jugada saliera bien, hab¨ªa que presentarla en la arena internacional ofreciendo una falsificaci¨®n grosera de la realidad ¡ªeso s¨ª, con la colaboraci¨®n del dictador dispuesto a no perder la cara abriendo el pa¨ªs a toda inspecci¨®n aun a costa de la inminente destrucci¨®n¡ª, al asegurar ante el Consejo de Seguridad que Irak pose¨ªa armas de destrucci¨®n masiva. Con el apoyo directo de Tony Blair y de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ¡ªrepresentado en la ONU por Ana de Palacio en plan valkiria¡ª, Bush se apresur¨® a lanzar su catastr¨®fica invasi¨®n, que cost¨® cientos de miles de muertos, desvi¨® recursos de Afganist¨¢n y propici¨® la intervenci¨®n all¨ª de Al-Qaeda.
Un imperialismo est¨²pidamente agresivo se uni¨® a la comisi¨®n de un grav¨ªsimo crimen contra la humanidad, del cual George Bush fue responsable, y que al parecer nunca ser¨¢ juzgado. Luego nada encarn¨® mejor la mezcla de incompetencia, torpeza y avidez que la gesti¨®n del virrey Paul Bremer, hoy entregado a obras de caridad deportiva: disoluci¨®n del ej¨¦rcito y de la burocracia iraqu¨ª, convertidos as¨ª en viveros para la insurrecci¨®n; luz verde para disparar contra civiles, exacciones y torturas; promoci¨®n de exiliados corruptos tipo Ahmed Chalabi. Las tropas americanas dejaron que el museo de Bagdad fuera objeto del pillaje; solo proteg¨ªan el Ministerio del Petr¨®leo. Con una actuaci¨®n similar en 1943, los italianos se hubieran sublevado pidiendo la vuelta de Mussolini.
Las repercusiones de la invasi¨®n de Irak en Espa?a son de sobra conocidas. Era dif¨ªcil para Aznar escapar al seguimiento respecto de Estados Unidos, una vez que Colin Powell le hubiera sacado del atolladero de Perejil. Otra cosa fue el papel asumido de comparsa disfrazado de coprotagonista, habida cuenta de los riesgos de atentado de Al-Qaeda que gravitaban sobre Espa?a. A pesar de ello, Aznar no fue culpable del 11-M, pero s¨ª de la mentira sobre el 11-M que tan cara cost¨® a su partido.
Fue adem¨¢s un momento hermoso, por el profundo sentido de oposici¨®n a la guerra y al imperialismo que presidi¨® las masivas manifestaciones. La conciencia pol¨ªtica de la izquierda reapareci¨® tras unos a?os de resignaci¨®n e inseguridad, con el terrorismo de ETA al fondo y el PP aparentemente asentado para largo en el poder. Conviene recordar que el PSOE tard¨® en reaccionar, pero cuando lo hizo en febrero, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero supo conjugar su oferta pol¨ªtica con el sentimiento colectivo de oposici¨®n al vasallaje armado del PP. Ah¨ª se gest¨® el esp¨ªritu de la victoria electoral de marzo.
Tambi¨¦n hay que recordar la materializaci¨®n de esa convergencia en las manifestaciones convocadas por SMS ante las sedes del PP en la ¡°jornada de reflexi¨®n¡±. La izquierda en general, y el PSOE en concreto, se volcaron en la convocatoria, eficaz sobre todo por su transmisi¨®n por la peque?a pantalla: el pa¨ªs se alzaba frente a la mentira. Fue el punto de partida de una revoluci¨®n en la comunicaci¨®n pol¨ªtica que aun no se ha desarrollado suficientemente entre nosotros, a pesar de su importancia en las movilizaciones de los indignados. Si cerramos los ojos ante la realidad, y pensamos en que el PSOE puede romper la muralla de una burocracia apelmazada, es ah¨ª donde puede encontrar nuevas formas de militancia y de movilizaci¨®n.
El ejemplo de Grillo es siniestro por lo que tiene de monopolio personal del poder, pero muy ¨²til por demostrar el protagonismo imparable de la red, que un partido de izquierda puede utilizar forjando agregaciones a escala local o de barrio para problemas concretos, resolubles de manera aut¨®noma, y para establecer una interacci¨®n permanente entre el conjunto de los ciudadanos, militantes incluidos, y los ¨®rganos de recepci¨®n/direcci¨®n. Claro que la puesta en marcha de semejante mecanismo resulta incompatible con el anquilosamiento vigente y obliga a otro tipo de gesti¨®n pol¨ªtica. Pero otra cosa es resignarse a la marginalidad.
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