Qu¨¦ est¨¢ en crisis y qu¨¦ mantiene a Espa?a
Lo que impide que la sociedad vaya hacia el caos es la pujanza de la sociedad civil
?La profunda y prolongada crisis econ¨®mica actual est¨¢ causando en nuestro pa¨ªs una paralela crisis de confianza ciudadana en las instituciones? La respuesta que cabe extraer de los datos del cuarto Bar¨®metro de Confianza Institucional de Metroscopia es, a la vez, afirmativa y negativa. Existe una clara y profunda crisis de confianza en todo lo que tiene que ver con el ¨¢mbito pol¨ªtico; pero, en cambio, se mantiene intacto, y por tanto reafirmado, el cr¨¦dito que merecen los principales grupos sociales que conforman la sociedad civil, as¨ª como nuestras principales instituciones de signo altruista y protector.
La erosi¨®n de las instituciones pol¨ªticas lleva ya meses anclada en niveles extremos: el saldo aprobaci¨®n/desaprobaci¨®n de pol¨ªticos y de partidos es ahora de -87 y -84, respectivamente. Los espa?oles reprochan a ambos de forma masiva (sin diferencias en funci¨®n de la edad o de la ideolog¨ªa) su incapacidad para alcanzar los grandes acuerdos que demanda la actual coyuntura. Los datos disponibles indican con claridad que no estamos ante un no ciudadano a la pol¨ªtica o a la democracia: no hay a la vista oleada antisistema alguna que amenace con anegar nuestra vida p¨²blica. El actual desapego afecta exclusivamente a la forma ¡ªmediocre, mezquina¡ª en que gestionan, unos y otros, los asuntos p¨²blicos. Y no sirve de consuelo saber que esta decepci¨®n con el ¨¢mbito pol¨ªtico se detecta en comparable medida en la mayor¨ªa de las democracias actuales, desde Francia o Italia a EE UU o Gran Breta?a. Pues ocurre que los espa?oles ¡ªlos de m¨¢s edad y los j¨®venes, por igual¡ª saben que las cosas aqu¨ª fueron una vez distintas. Pese a la creciente distancia temporal, ha pervivido intacto, como referente quiz¨¢ idealizado pero no por ello menos valorado, el recuerdo de aquellos a?os de la Transici¨®n en que, por encima de sus diferencias ideol¨®gicas, nuestros partidos sab¨ªan alcanzar pactos y consensos fundamentales. Y eso es lo que la ciudadan¨ªa a?ora. Y eso es, exclusivamente, lo que reclama: m¨¢s grandeza de esp¨ªritu, menos mezquindad cortoplacista.
Esta ca¨ªda en picado del cr¨¦dito ciudadano afecta ahora tambi¨¦n a la propia figura del Rey: una novedad tan inquietante como inoportuna. Durante casi tres decenios el rey Juan Carlos ocup¨®, sistem¨¢ticamente, los primeros lugares en este tipo de listados de evaluaci¨®n ciudadana. Con el caso Noos (al que vino a a?adirse el malhadado viaje a Botsuana) el grado de desapego, y aun de enfado ciudadano, con el jefe del Estado no ha hecho sino crecer, especialmente en el caso de los m¨¢s j¨®venes (entre ellos el saldo evaluativo del Rey ha quedado ahora en un espectacular -42). ?Est¨¢ en peligro la instituci¨®n mon¨¢rquica? M¨¢s bien parece estarse produciendo un acelerado reemplazo del hasta ahora dominante juancarlismo por un pujante felipismo.
La erosi¨®n de las instituciones pol¨ªticas lleva ya meses anclada en niveles extremos
En efecto, el desgaste de imagen que est¨¢ padeciendo el Rey (y que cada vez parece menos f¨¢cilmente reversible) se presenta acompa?ado de una b¨¢sica estabilidad de la buena evaluaci¨®n ciudadana que merece el Pr¨ªncipe Felipe, que en esta oleada del Bar¨®metro obtiene un saldo de +28 (frente al de -13 del Rey: 41 puntos de distancia). Adem¨¢s, siete de cada 10 ciudadanos consideran que don Felipe est¨¢ ya suficientemente preparado para ejercer con total garant¨ªa las funciones de jefe del Estado, y una proporci¨®n similar considera que don Juan Carlos deber¨ªa fijar una fecha ¡ªno muy lejana¡ª para cederle el testigo. Todo esto, por cierto, al mismo tiempo que se reconoce, y agradece, de forma ampliamente mayoritaria el modo formidable en que el Rey ha desempe?ado sus funciones durante tantos, y tan complejos a?os. Queda abierta la cuesti¨®n de si, en alg¨²n momento y en caso de no remitir, este desgaste ¡ªpor ahora controlado¡ª de la Corona puede terminar afectando tambi¨¦n a la figura del Pr¨ªncipe.
Lo que impide, pese al desgaste de instituciones y figuras tan fundamentales como las que conforman nuestro entramado pol¨ªtico b¨¢sico, que nuestra sociedad derive hacia la descomposici¨®n, el caos y la desesperanza es la pujanza de la sociedad civil y de algunas de las instituciones que la articulan: es el caso de cient¨ªficos, m¨¦dicos, docentes, peque?os y medianos empresarios, instituciones asistenciales (desde C¨¢ritas, a los servicios sociales municipales, incluyendo a la sanidad p¨²blica), instituciones protectoras (como Guardia Civil, polic¨ªa, Fuerzas Armadas y ONG, incluyendo la PAH) y ¡ª?oh, sorpresa!¡ª los abogados. Ellos mantienen articulada nuestra quebrantada vida colectiva y permiten que, pese a todo, y como hace poco destacaba Rosa Montero, podamos seguir consider¨¢ndonos un pa¨ªs serio.
Una novedad destacable es que en esta oleada del Bar¨®metro se sumen a la n¨®mina de instituciones merecedoras de cr¨¦dito y aprobaci¨®n ciudadanos las distintas instancias judiciales: desde los fiscales hasta el Tribunal Constitucional. Algo sin precedentes y que es probablemente explicable por su actuaci¨®n en el asunto de las hipotecas, de tan amplia cobertura medi¨¢tica.
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