Maniobras en la oscuridad
Los pol¨ªticos siempre tienen algo de ¡®simulatori¡¯, que dir¨ªa Maquiavelo, de hip¨®critas
Algo se mueve. Tanto Rajoy como Rubalcaba se han entrevistado ya, ¡°en secreto¡±, con Artur Mas. Algo ha trascendido. Siempre trasciende alguna cosa. Pero lo que nos ha llegado es solo una parte de lo que se ha comenzado a discutir. Al ser parcial, no sabemos en realidad c¨®mo se van moviendo los hilos de la discusi¨®n sobre la cada vez m¨¢s compleja relaci¨®n de Catalu?a con el resto del Estado. Es muy posible, adem¨¢s, que este tipo de encuentros ¡°informales¡± se generalicen para intentar solucionar otras de las muchas cuestiones pol¨ªticas que nos preocupan. Si, como bien dec¨ªa el otro d¨ªa Felipe Gonz¨¢lez, estamos ante la necesidad de embarcarnos en una nueva transici¨®n para rehacer el consenso constitucional o promover otro nuevo, ser¨¢ casi inevitable que vuelvan a florecer los cen¨¢culos, las llamadas, las negociaciones en la sombra entre las fuerzas pol¨ªticas. Vamos a asistir a una curiosa paradoja. A medida que nuestra pol¨ªtica se va haciendo m¨¢s y m¨¢s transparente en lo institucional, va a devenir tambi¨¦n m¨¢s ¡°oscura¡± en lo relativo al seguimiento de este tipo de pr¨¢cticas. Los confidenciales comenzar¨¢n a echar fuego y pronto podemos encontrarnos ante una explosi¨®n de la rumorolog¨ªa.
La inquietud ya se plasma en los medios de comunicaci¨®n. ?C¨®mo es posible que, en esta sociedad de la transparencia, comiencen a abrirse esferas de interacci¨®n pol¨ªtica fuera del ojo p¨²blico y que, una vez descubiertas, se responda sobre ellas con evasivas? No estamos acostumbrados, no. En un pa¨ªs en el que ni los sumarios judiciales son secretos y hay bofetadas para salir en los medios con cualquier excusa, esta huida de la luz de una parte importante de lo pol¨ªtico va a ubicarnos ante una situaci¨®n fascinante, ante un verdadero duelo de titanes. Los medios, como es su obligaci¨®n, har¨¢n lo posible por proceder a su total desvelamiento. Los pol¨ªticos, por su parte, seguir¨¢n con el juego p¨²blico de los enfrentamientos y las descalificaciones mutuas rutinarias. Ninguna de las partes renunciar¨¢ a las ventajas respectivas de ser Gobierno u oposici¨®n. Pero la situaci¨®n pol¨ªtica y de crisis institucional ha llegado a tal nivel de deterioro que ser¨ªa inconcebible que no hubieran comenzado ya, cuando menos, a hablar. Y aquello sobre lo que hablen no podr¨¢ hacerse p¨²blico sin perder la eficacia derivada de sus diferentes roles.
?Es leg¨ªtimo que se arroguen esta ¡°esfera de intimidad¡± entre ellos para sondear salidas comunes a la crisis institucional? O, por voltear la pregunta, ?cu¨¢nta luz soportan este tipo de pr¨¢cticas, que ahora en todo caso solo podr¨¢n ser tentativas? Por nuestros cl¨¢sicos sabemos que no hay pol¨ªtica propiamente dicha sin conspiraciones o negociaciones en la sombra; que una cosa es la publicidad exigible al ejercicio de su actividad y otra las maniobras que anteceden a lo que luego acaba por hacerse p¨²blico. Adem¨¢s, los pol¨ªticos siempre tienen en todo caso algo de simulatori, que dir¨ªa Maquiavelo, de hip¨®critas, en su sentido etimol¨®gico de ¡°actores¡±, nunca acabamos de desvelar sus verdaderas estrategias. Con todo, hay algo que s¨ª ha cambiado y que les ha hecho mucho m¨¢s dif¨ªcil el ejercicio de ocultamiento de la realidad. Me refiero, claro est¨¢, a la sociedad de la informaci¨®n. En unos momentos en los que hasta lo privado se ha hecho p¨²blico, ?c¨®mo puede devenir lo p¨²blico en ¡°privado¡±?
Vivimos, como es sabido, en una sociedad en la que el exhibicionismo p¨²blico de nuestra vida privada se ha convertido en su principal se?a de identidad. Hasta el punto de que ya no es apenas posible refugiarse en lo ¨ªntimo. El problema no es la falta de transparencia sino su exceso, el ¡°ruido total¡± (D. Foster Wallace). O, como dice James Gleick (The Information), ¡°cuando la informaci¨®n es barata, la atenci¨®n es cara¡±. Hay una sobrecarga de informaci¨®n, pero por eso mismo, una ausencia de sentido, un desorden en los significados de las cosas, que se ha trasladado tambi¨¦n a lo pol¨ªtico. Cuanto m¨¢s sabemos, menor parece nuestra capacidad para ordenarlo, para dotarlo de coherencia, para canalizar los flujos de informaci¨®n y transformarlos en verdadero conocimiento.
En consecuencia, a nuestros pol¨ªticos que ahora est¨¢n maniobrando en la oscuridad no deber¨ªa preocuparles tanto el que se sepan los detalles, que se sabr¨¢n, cuanto su capacidad para explicarlos, para aportar las razones de lo que acuerden. Hoy es todo mucho m¨¢s complejo que en la primera transici¨®n, y no solo porque no sea posible negociar en el anonimato. El espacio p¨²blico, a pesar del ruido, ha devenido tambi¨¦n en mucho m¨¢s exigente y problem¨¢tico. Est¨¢ por ver si tendremos l¨ªderes a la altura de las circunstancias.
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