Despilfarros
En la situaci¨®n actual, el Gobierno no deber¨ªa gastar un solo euro en la Alianza de Civilizaciones
Una de las aventuras pol¨ªticas m¨¢s vistosas del tiempo de Zapatero fue la puesta en marcha de la Alianza de Civilizaciones. Exist¨ªa el antecedente de una iniciativa del iran¨ª Mohamed Jatam¨ª, muy discreta, el Di¨¢logo de Civilizaciones: ante el distanciamiento entre el Islam y otras culturas, debido al auge del terrorismo y a la aparici¨®n de la islamofobia, la ¨²nica soluci¨®n resid¨ªa en un incremento de la comunicaci¨®n cultural. Propuesta del todo v¨¢lida.
Zapatero fue m¨¢s ambicioso y, como casi siempre, menos razonable. Crey¨® posible no solo poner en relaci¨®n otras ¨¢reas culturales con el Islam, sino crear las condiciones para una alianza, en cuyo marco, todo hay que decirlo, resultar¨ªa blindada la preeminencia del Islam. Sobre el islamismo Zapatero no deb¨ªa de saber mucho, y acept¨® sin pesta?ear las maravillas que le refer¨ªan, en calidad de gu¨ªas infalibles, tanto Moratinos, ministro de Exteriores, como su gur¨² acad¨¦mico/a.
En aquel momento, el primer ministro turco Erdogan ten¨ªa inter¨¦s en aproximarse a la Uni¨®n Europea y decidi¨® seguir el juego a coste cero. Su presencia en la Alianza no sirvi¨® siquiera para que Turqu¨ªa permitiese la reapertura del seminario cristiano ortodoxo de la Isla de los Pr¨ªncipes, ¨²nico medio de que sobreviviera la secular presencia de la Iglesia ortodoxa desde la conquista turca de 1453. ?Qu¨¦ importaba esto a Zapatero y a Moratinos?
As¨ª que, en medio de ceremonias y declaraciones est¨¦riles, cargadas de ret¨®rica, la Alianza fue el parto de los montes. Eso s¨ª, costoso. Dicen que el 30% de su presupuesto en la ONU era, y seg¨²n creo es, pagado por Espa?a. La sorpresa ha llegado cuando el PP en el Gobierno, despu¨¦s de criticar por activa y por pasiva la Alianza, parece decidido a mantenerla por razones de prestigio internacional, con el trascendental objetivo de obtener un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Solo que en las circunstancias actuales, dada la involuci¨®n reciente de la pol¨ªtica turca en materia de religi¨®n, la tal Alianza, en la pr¨¢ctica inexistente, se ha convertido en un sarcasmo. Una vez disipado el espejismo del ingreso en la UE, el islamismo en el poder se ha entregado de buena gana a desandar el camino emprendido por Kemal Atat¨¹rk en la d¨¦cada de 1930, cuando convirti¨® las m¨¢s destacadas muestras del arte bizantino en museos, empezando por Santa Sof¨ªa y San Salvador de Chora en Estambul. Ahora, bajo la activa gesti¨®n del vicepresidente islamista Bulent Arinc, ministro de Fundaciones Religiosas, los museos vuelven a ser mezquitas uno tras otro, sin dar tiempo al menor debate sobre los atentados que pueden suponer la ocultaci¨®n de los frescos para satisfacer el rechazo de los creyentes a las im¨¢genes o la alteraci¨®n arquitect¨®nica al introducir el mihrab. En 2011 le toc¨® a Santa Sof¨ªa de Iznik (Nicea), apenas restaurada, y ahora a la bell¨ªsima Santa Sof¨ªa de Trabzon, que fuera sede del imperio de los Comnenos. Arinc rebosa de felicidad. Naturalmente, en el punto de mira se encuentra otra Santa Sof¨ªa, la de Estambul. El cerrilismo religioso, lo sabemos bien aqu¨ª, es incompatible con la cultura. Paralelamente, el famoso pianista Fazil Say es condenado a 10 meses de c¨¢rcel por tuitear un poema de Omar Jayyam sobre el vino y las hur¨ªes.
As¨ª que har¨ªa mejor nuestro ministro de Asuntos Exteriores, ya que seguimos interesados en el di¨¢logo interreligioso, en tomar cartas en el asunto, promoviendo la intervenci¨®n de las instituciones culturales europeas para frenar el disparate, en vez de interferir en el proceso electoral de Venezuela, por cuestionable que este resulte. Dada la riqueza de Espa?a en monumentos de origen musulm¨¢n, se encuentra en ¨®ptima posici¨®n para hacerlo.
Y volvemos a los dineros. En las circunstancias actuales, no debiera gastarse un solo euro en alianzas, ni en la preparaci¨®n de las olimpiadas, donde adem¨¢s nada tenemos que hacer frente a Estambul, como antes nada ten¨ªamos que hacer frente a R¨ªo, y se mantuvo el despilfarro hasta la reuni¨®n en la ciudad de las votaciones.
Parecen temas menores cuando entra en bancarrota el nivel de vida de millones de espa?oles y, consecuentemente, el distanciamiento de la democracia crece de forma exponencial, especialmente entre la juventud. A los componentes de la casta pol¨ªtica, en particular la gubernamental, solo les interesan las repercusiones negativas de esa desesperaci¨®n, del tipo escraches. Debieran pensar en la exigencia de un vuelco en las formas de actuaci¨®n y comunicaci¨®n, eliminando todo despilfarro, sin olvidar la recuperaci¨®n de una dignidad en pol¨ªtica exterior que existi¨® hasta la crisis de Irak.
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