Margallo recibe quejas de sirios por la pasividad ante El Asad
El ministro de Asuntos Exteriores visita el campo de Zaatary, escenario de disturbios
¡°Me han dicho que tenemos que ayudarles porque no hemos sido capaces de acabar con Bachar El Asad y ahora la responsabilidad de ocuparnos de ellos es nuestra, de toda la comunidad internacional¡±. El ministro de Asuntos Exteriores y Cooperaci¨®n, Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa-Margallo, tuvo que escuchar ayer tarde reproches en su visita al campo de refugiados de Zaatary, a unos 60 kil¨®metros de Amm¨¢n (Jordania). Los dos a?os que se prolonga ya el desigual combate entre el r¨¦gimen de Damasco y los rebeldes han arrojado oleadas de miles de refugiados a los pa¨ªses vecinos. Y el flujo no cesa. Unos 2.000 sirios cruzan cada d¨ªa la frontera jordana.
Zaatary es una bomba de relojer¨ªa. En solo nueve meses se ha levantado, en medio de un erial, la cuarta ciudad de Jordania, con m¨¢s de 100.000 habitantes. Hace falta de todo: agua, electricidad, sanidad y escuelas. M¨¢s de 500 camiones acarrean 3,5 millones de litros de agua potable al d¨ªa, centenares de enfermos con dolencias cr¨®nicas deben ser llevados a hospitales jordanos para recibir tratamiento, hay que procurar hogar a los menores que llegan solos e impartir clases a una poblaci¨®n infantil que supera el 50% del total. La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) se hizo cargo hace un mes y medio de la gesti¨®n del campo para intentar poner algo de orden en el caos, pero las arcas de las agencias humanitarias, ante la cicater¨ªa de los pa¨ªses donantes, que cumplen sus promesas de financiaci¨®n a cuentagotas, est¨¢n exhaustas.
Tras escuchar las explicaciones de sus responsables, Margallo se adentra en el campo: una extensi¨®n de nueve kil¨®metros cuadrados de tiendas de campa?a y contenedores prefabricados. El paseo dura menos de media hora, bajo la atenta vigilancia de la polic¨ªa. Hay tensi¨®n y temor a que se repitan los graves disturbios del pasado viernes, que dejaron 10 agentes heridos, dos de ellos muy graves.
Los refugiados acusan a la polic¨ªa jordana de extorsionarles. No pueden salir del campo sin permiso y los agentes les exigen una mordida por hacer la vista gorda. No son los ¨²nicos que se aprovechan de su desesperaci¨®n. Las mafias les cobran hasta 1.000 euros por montar uno de los quioscos donde se venden todo tipo de viandas y chucher¨ªas.
La mayor¨ªa quiere volver a su pa¨ªs, pero no sabe cu¨¢ndo podr¨¢ hacerlo. ¡°Se sienten abandonados¡±, reconoce Margallo. A veces, el precio de no hacer nada puede ser mayor que el de equivocarse.
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