El cerco de Ana Mato
La ministra, acosada por los regalos de G¨¹rtel a su exesposo, prefiere el coste pol¨ªtico a exponer su vida privada
Hab¨ªa tantas luminarias en la boda de Ana Aznar y Alejandro Agag en El Escorial en 2002, que las c¨¢maras repararon poco en el pase¨ªllo de una atractiva pareja de invitados. Ella, Ana Mato, diputada. ?l, Jes¨²s Sep¨²lveda, senador. Ambos, miembros de la aristocracia del Partido Popular desde que acompa?aran al l¨ªder Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en su expedici¨®n a Valladolid para asaltar la Junta de Castilla y Le¨®n en 1987, primera etapa de la conquista del partido y del Gobierno. Mato y Sep¨²lveda ¡ªAna y Jes¨²s, para todo G¨¦nova, 13¡ª iban al bod¨®n de la hija del jefe de tiros largos.
Lustrosos, bronceados, fotog¨¦nicos, en la flor de los 40. Un matrimonio como Dios manda con tres ni?os ideales y una bonita casa en una fina urbanizaci¨®n de las afueras. Sin embargo, revisadas hoy, las fotos cantan. La pareja sonr¨ªe al tendido, sin acortar nunca el medio metro de distancia que les separa. Ana y Jes¨²s no se hablan, no se miran, no se tocan.
De hecho, s¨ª, estaban casados. Viv¨ªan bajo el mismo techo. Criaban a los hijos en r¨¦gimen de gananciales. Celebraban juntos por todo lo alto bodas, bautizos y comuniones propias y ajenas. Pero, seg¨²n se ha sabido luego porque Mato no tuvo m¨¢s remedio que confesarlo, ya estaban separados de hecho desde 2000, aunque Sep¨²lveda no se mudara a vivir con otra mujer hasta a?os m¨¢s tarde. Cada uno hac¨ªa su vida, pagaba sus gastos, y abonaban los de los ni?os m¨¢s o menos a medias. Nada que no suceda en muchos matrimonios, no solo de esa clase y esa ideolog¨ªa, que no se separan por los hijos, por los padres, por comodidad, porque qu¨¦ pena acabar de esa manera. Nada que le importe a nadie.
Valenciano: ¡°Yo la veo m¨¢s bien como una v¨ªctima de s¨ª misma¡±
Lo que pasa es que, en esa ¨¦poca, entre 2000 y 2004, Francisco Correa, capo de la trama G¨¹rtel, pag¨® cerca de 50.000 euros a la familia Sep¨²lveda-Mato en viajes, regalos y fiestas familiares. Ocurre que Jes¨²s Sep¨²lveda est¨¢ imputado en el proceso, por lo que tuvo que dimitir como alcalde de Pozuelo (Madrid) en 2009, aunque sigui¨® cobrando como empleado del PP hasta febrero de este a?o. Y sucede que, aunque la imputaci¨®n de Ana Mato en el caso ya fue rechazada por el juez Pedreira por prescripci¨®n de los supuestos delitos en 2011, la hoy ministra de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, se enfrenta d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n, con la publicaci¨®n del desglose policial de las prebendas de Correa, a las acusaciones, las sospechas y las chanzas de muchos.
Rajoy y el PP en pleno han cerrado filas en su defensa, ¡°porque es justo¡± (Esperanza Aguirre y Alberto N¨²?ez Feij¨®o debieron de quedar satisfechos con las ¡°explicaciones¡± que le exigieron en febrero). Sin embargo, la oposici¨®n no pierde ocasi¨®n de decirle a la cara ¡°que no se entera de nada¡± o llamarle ¡°ministra Disney¡±, en alusi¨®n al viaje a Disneyland Par¨ªs abonado por Correa a uno de sus hijos. Alfonso Alonso, portavoz del PP en el Congreso, tampoco estuvo fino cuando dijo, con ¨¢nimo de echarle un capote, que ¡°las mujeres que son enga?adas por sus maridos no son tontas y no tienen que pagar por los que ellos hagan¡±. Alonso estaba hablando, nada menos, de la ministra de Igualdad.
Mato, entretanto, soporta en silencio lo que considera un acoso infame. Mientras sus asesores le insisten en que d¨¦ un pu?etazo sobre la mesa y salga a defenderse con detalles que ayudar¨ªan a entenderla, ella se niega. Adem¨¢s de que la ministra es muy consciente de sus limitaciones como comunicadora, ello significar¨ªa hablar y enfrentarse a preguntas sobre el padre de sus hijos, anatema para sus principios. Es hija de un oficial de la Marina y, en la milicia, la disciplina es sagrada y los trapos sucios se lavan en casa. En el cerco que la ministra siente que padece no est¨¢ claro si la atenaza m¨¢s el sitio al que la someten los dem¨¢s o el suyo propio.
Le subleva que
Ana Mato no sabe si est¨¢ m¨¢s cansada, m¨¢s triste o m¨¢s rabiosa con el asunto. Va por d¨ªas. Por horas. A ratos se viene arriba, y a ratos se hunde, observan sus colaboradores. Le subleva especialmente que le cuelguen el sambenito de pija tonta, se?ora de y mantenida, cuando lleva gan¨¢ndose la vida por s¨ª misma desde los 24 a?os, tiene dicho a alg¨²n amigo. Fue en 1983 cuando, reci¨¦n acabada la carrera de Pol¨ªticas y reci¨¦n casada con su compa?ero de clase social y acad¨¦mica Jes¨²s Sep¨²lveda, ambos aterrizaron en la entonces Alianza Popular de la mano de su profesor Jorge Verstrynge. Jes¨²s y Ana enseguida cuajaron en G¨¦nova. J¨®venes, agradables, trabajadores, se ganaron la confianza de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, el ambicioso colega que acabar¨ªa siendo el gran jefe.
A su sombra hicieron carrera. Ella, a su estilo ¡°hormiguita, tenaz, eficiente sin deslumbrar¡±, seg¨²n un compa?ero de d¨¦cadas. Primero, como subjefa de gabinete del presidente de la Junta, luego como diputada regional, nacional y europea, mujer de partido y, finalmente, ministra: est¨¢ en los papeles. ?l, ¡°simp¨¢tico, medianito trabajando, un poco golfo¡±, siempre en las cercan¨ªas del dinero, primero como gerente en Castilla y Le¨®n, y, ya en Madrid, como fontanero en las campa?as de Aznar, y alcalde de Pozuelo. Ah¨ª empezaron sus amistades peligrosas con Correa: el resto est¨¢ en los sumarios. Lo que no consta en ning¨²n escrito, porque no hubo papeles por medio, son las desavenencias que llevaron a la pareja a la singular cohabitaci¨®n en la que, seg¨²n Mato, viv¨ªan en el per¨ªodo 2000-2004, y cuyas peculiares condiciones de vida llevaron a la hoy ministra a no preguntar a su marido por la procedencia del dinero con el que este pagaba su parte de los gastos de los chicos.
Todos quieren a Ana Mato en el partido. Y no solo en el partido. Consultada una decena de personas que la han tratado a lo largo de estos 30 a?os, con la condici¨®n de anonimato para no incomodar a la aludida, nadie dice una mala palabra. Todos ponen la mano en el fuego por ella. Todos sab¨ªan ¡°lo que ha sufrido Ana¡±, antes, durante y despu¨¦s de que estallara el caso G¨¹rtel. Las citas se repiten en parecidos t¨¦rminos: ¡°Una buena chica, entregada a la causa vital del partido y a sus hijos¡±. ¡°Una jefa estupenda, que te respeta y agradece el trabajo, siempre con una sonrisa en la boca¡±. ¡°Una t¨ªa mon¨ªsima, algo monja pero sexy, que va a acabar como una muerta viviente en parte por su culpa¡±.
Sus asesores insisten en que d¨¦ un pu?etazo en la mesa y se defienda
¡°Yo la veo m¨¢s bien como una v¨ªctima de s¨ª misma. De su educaci¨®n, de su clase social, de su ideolog¨ªa y de sus principios. Otra cosa es que su posici¨®n como ministra sea insostenible en sus circunstancias¡±, dice Elena Valenciano, la ¨²nica persona que ha accedido a ser citada en estas l¨ªneas. La vicesecretaria general del PSOE coincidi¨® con Mato durante los a?os (2004- 2008) en los que ambas fueron eurodiputadas de partidos adversarios en Estrasburgo. Las charlas de avi¨®n de mujer a mujer, en las que ambas se desahogaban y desconectaban de familia y trabajo, cimentaron una amistad que a¨²n perdura. ¡°Ana es una buen¨ªsima persona, y jam¨¢s hablar¨¢ de su vida privada para proteger a sus hijos. Yo, que tambi¨¦n soy madre, tampoco lo har¨ªa, pero ya habr¨ªa dimitido. Ella igual lo ha pensado. Pero Rajoy no la puede dejar caer porque G¨¹rtel es un domin¨® imparable. Est¨¢ en una situaci¨®n endiablada¡±, dice.
No quiere enfrentarse a preguntas sobre el padre de sus hijos
Mientras Rajoy espera a que escampe, como es su costumbre, su ministra de Sanidad aguanta el tipo en p¨²blico. Solo un rictus de contrariedad le tuerce el semblante cuando escucha a algunas senadoras socialistas espetarle en sede parlamentaria que ¡°esto no es Disney¡±. Le da pena que se lo digan mujeres. Bien lo sabe ella. Pero no le da la gana dar m¨¢s explicaciones que las que ya ha dado, les dice a sus ¨ªntimos. Tiene la conciencia tranquila y nada que ocultar a nadie. A alguien que se atrevi¨® a decirle que quiz¨¢ la ministra de Igualdad no debiera haber aguantado ciertas cosas, le respondi¨® como una leona que la libertad y la igualdad de las mujeres consiste en hacer lo que les d¨¦ la gana sin tener que justificarse ante nadie. Que a qui¨¦n le importa lo que sucede dentro de una casa. Jam¨¢s se plante¨® dimitir. Ser¨ªa asumir que tiene algo de lo que avergonzarse, el peor ejemplo para su hija peque?a, que la tiene como la madre m¨¢s feminista del mundo.
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