Isabel G¨®mez vivi¨® 13 d¨ªas de c¨¢rcel en Per¨² por llamarse como una mujer fugada
Nada m¨¢s llegar al aeropuerto de Lima (Per¨²) fue detenida y encarcelada La polic¨ªa sosten¨ªa que deb¨ªa cumplir una condena de ocho a?os por narcotr¨¢fico Se llama igual que la fugada que buscaban. El error le supuso pasar 13 d¨ªas en el infierno
Iba al para¨ªso y acab¨® en el infierno. Pensaba tocar el cielo desde el Machu Picchu... y cay¨® de bruces en una c¨¢rcel. Ocurri¨® el d¨ªa 4 del mes 4 del a?o 2004. Nueve a?os despu¨¦s, la periodista Isabel G¨®mez Benito (Madrid, 1970) ha dulcificado los recuerdos de aquella pesadilla. Un mal sue?o que empez¨® nada m¨¢s pisar el aeropuerto de Lima, cuando fue detenida por la polic¨ªa para que cumpliera una condena de ocho a?os que un tribunal peruano le hab¨ªa impuesto en rebeld¨ªa. ?El delito? Tr¨¢fico de drogas. Pero ella nunca hab¨ªa estado en Per¨² y jam¨¢s hab¨ªa tocado un gramo de droga. Sin duda, era un error. Porque su ¨²nico delito era llamarse Isabel. Un disparate que le cost¨® 13 d¨ªas de su vida.
¡ª?Seguro que se llama usted Isabel G¨®mez Benito?, le pregunt¨® un polic¨ªa mirando de reojo su pasaporte.
¡ªS¨ª, claro. Ese es mi nombre, respondi¨® ella con espontaneidad.
¡ªDe acuerdo. Es que hay un peque?o problema...
Cuando un polic¨ªa te dice que ¡°hay un peque?o problema¡±, es como para echarse a temblar. Lo m¨¢s probable es que el problema sea mucho mayor. El agente, no obstante, le dej¨® avanzar. A los pocos metros la abordaron otros:
¡ª?Puede acompa?arnos a comisar¨ªa?
De nada le habr¨ªa servido decirles que no. Y adem¨¢s, lo m¨¢s probable es que fuese una simple equivocaci¨®n subsanable en unos pocos minutos...
Lula, como llaman a Isabel su familia y sus amigos, empez¨® a vivir en una novela de Kafka. La esposaron. Sobre ella pesaban ocho ¨®rdenes de busca y captura desde hac¨ªa 10 a?os porque presuntamente alguien le hab¨ªa enviado desde Per¨² tres cartas con 25 gramos de coca¨ªna.
¡ª?C¨®mo? ?A m¨ª?
¡ª S¨ª, a su casa de M¨®stoles (Madrid).
¡ª Pero si yo no vivo en M¨®stoles... A m¨ª nadie me ha mandado droga...
La encerraron en una celda, separada solo por unos barrotes de presos soeces que bramaban de lujuria
Y ah¨ª fue donde empez¨® a comprender lo que ocurr¨ªa: una mujer llamada Isabel G¨®mez Benito hab¨ªa recibido la coca¨ªna. Alguien que ten¨ªa su mismo nombre. O que tal vez hab¨ªa inventado ese nombre, como era lo m¨¢s probable. Lula estaba siendo v¨ªctima de un yerro causado por la homonimia.
¡ª?Esto es un disparate!, protest¨®.
A fuerza de rogar, consigui¨® que le dejaran un tel¨¦fono para llamar a la Embajada de Espa?a en Per¨² y as¨ª habl¨® con un guardia civil al que pidi¨® que apuntara su nombre y que hiciera algo por ella.
¡ª Ma?ana ir¨¢s ante el juez y ah¨ª se aclarar¨¢ todo, le espet¨® un polic¨ªa.
La encerraron en una celda, separada solo por unos barrotes de un grupo de presos soeces que bramaban de lujuria. Pas¨® la noche sin pegar ojo.
Al d¨ªa siguiente consigui¨® que un guardi¨¢n le prestara un m¨®vil, con el que envi¨® un mensaje a su amigo Luis, un abogado de Espa?a. Este, al leerlo, se moviliz¨® de inmediato y contact¨® con la abogada peruana Nilda Tincopa para que se hiciera cargo del caso.
Al poco sacaron a Lula de all¨ª y la llevaron al Palacio de Justicia.
¡ªIngreso inmediato en prisi¨®n, sentenci¨® un magistrado, imp¨¢vido pese a sus protestas de inocencia.
Llevaba 48 horas sin comer ni beber. Cuando alguien le abri¨® la boca para mirarle los dientes como a un caballo, Lula se ech¨® a llorar. Volver¨ªa a hacerlo cuando lograse hablar por tel¨¦fono con su madre atribulada. De no ser por su exultante vitalidad, habr¨ªa ca¨ªdo en un abismo de desesperanza.
Dio con sus huesos en la c¨¢rcel de Santa M¨®nica, en Chorrillos. Fue metida en una celda de 40 metros cuadrados con otras 70 presas, entre ellas dos prostitutas (madre e hija) y una mujer de pelo cano, mo?o bajo, con gafas, que result¨® ser Margie Evelyn Clavo, la n¨²mero tres de la organizaci¨®n terrorista Sendero Luminoso.
En esa pocilga, infestada de cucarachas, las reclusas dorm¨ªan en el suelo, con los brazos cruzados para protegerse sus pechos. Las pocas literas que hab¨ªa las ocupaban por turnos: se levantaba una y se met¨ªa otra. Lula recuerda hoy con ternura la solidaridad con que aquellas mujeres se repart¨ªan la penosidad y la miseria. En esas circunstancias puede aflorar lo peor del ser humano, pero tambi¨¦n lo mejor.
Lula segu¨ªa sin entender nada. Sin comprender c¨®mo pod¨ªa estar all¨ª simplemente por llamarse Isabel G¨®mez Benito. Unas noches despu¨¦s recibi¨® la visita de su hermano Pedro, que dej¨® todo y vol¨® a Per¨² en su auxilio.
Despu¨¦s, la situaci¨®n cobr¨® visos de mejora. La polic¨ªa ya empez¨® a admitir un error. La propia polic¨ªa le advirti¨® a la directora del penal: ¡°Que no le pase nada a esta presa. Es inocente¡±.
¡ª?Pues s¨¢quenme de aqu¨ª!, protestaba ella.
¡ªNosotros no podemos. En Per¨² hay separaci¨®n de poderes, se excusaban los agentes.
Un d¨ªa la cambiaron de celda y la metieron en otra mucho m¨¢s limpia, ocupada por un pu?ado de arrepentidas del terrorista Sendero Luminoso, muy organizadas, muy disciplinadas, muy mao¨ªstas.
Gracias a la odisea, las autoridades peruanas dejaron sin efecto 300.000 ¨®rdenes de detenci¨®n incorrectas
Pedro no paraba de hacer gestiones. Sal¨ªa en la televisi¨®n proclamando la inocencia de su hermana. El caso, que adquiri¨® en Sudam¨¦rica una notable repercusi¨®n p¨²blica, lleg¨® hasta el entonces presidente del Gobierno peruano, Alejandro Toledo.
¡ª?Eh, t¨²! Prep¨¢rate. Que vas a salir ya pronto, le anunci¨® una carcelera.
Su hermano Pedro y el n¨²mero dos del Ministerio de Justicia fueron a recoger a Lula al penal y de all¨ª la llevaron a un hotel. Al d¨ªa siguiente la recibi¨® el presidente Toledo, al que pidi¨® que hiciese todo lo que estuviera en su mano para allanarle la salida del pa¨ªs. Te¨®ricamente, todas las ¨®rdenes judiciales hab¨ªan sido canceladas.
Cuando Lula iba a embarcar en un avi¨®n hacia Espa?a era un manojo de nervios. Alarg¨® su pasaporte a un polic¨ªa y ¡ª?horror!¡ª de nuevo saltaron las alarmas. A¨²n segu¨ªa en vigor una orden judicial contra ella. Pero los altos funcionarios que acompa?aban a la falsa culpable lo resolvieron en el acto. En un abrir y cerrar de ojos.
Gracias a la negra odisea sufrida por esta mujer, las autoridades peruanas dejaron sin efecto 300.000 ¨®rdenes de detenci¨®n incorrectas porque en ellas solo figuraba el nombre, sin otros datos de filiaci¨®n del reo. ?Y qu¨¦ pasaba si una persona se llamaba igual que otra? Pues que podr¨ªa vivir el infierno que vivi¨® Lula. Su experiencia, en la que da voz a quienes no la tienen, la cont¨® en el libro Condenadas al silencio (Espejo de Tinta, 2006).
Muchos a?os despu¨¦s, Lula sigue sin saber si existe o no la mujer con la que fue confundida. No ha tenido ni tiempo ni ganas de buscarla. Muchos a?os despu¨¦s tiene pendiente conocer el poblado inca del Machu Picchu. ?Miedo a volver a Per¨²? No. Tal vez una pizca de inconsciente desconfianza.
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