¡°Es como una batalla naval sin tiros¡±
Unos 40 barcos de pesca artesanal de la bah¨ªa de Algeciras salen al mar para protestar por las trabas que Gibraltar ha puesto para que no puedan pescar
Anita Fern¨¢ndez es azul y blanca, aunque la pintura luce descascarillada por muchos sitios. Tiene alguna rendija por la que pasa el agua cuando el oleaje es fuerte, y toda ella est¨¢ cubierta por salitre. A¨²n as¨ª, es una embarcaci¨®n robusta que, junto a su gemela As de Oros, lleva 40 a?os dando de comer a una familia de nueve hermanos, los Guti¨¦rrez. Anita Fern¨¢ndez pesca almejas, peces voladores y melvas. En su suelo a¨²n se aprecian trozos de conchas entremezcladas con unos cabos te?idos de verde, de tanto entrar y salir al mar. Faenaba hasta hace un mes, cuando las autoridades de Gibraltar decidieron sumergir bloques de hormig¨®n con pinchos en el fondo de la bah¨ªa de Algeciras para impedir a los pescadores trabajar en unas aguas que tanto Espa?a como el Pe?¨®n reclaman como propias.
Las consecuencias de este conflicto han golpeado, sobre todo, al medio centenar de familias de pescadores que viven de lo que les da el mar, como la de los Guti¨¦rrez o sus parientes, los Calica. ¡°Estamos tirando de algunos ahorros, pero este es un trabajo que te da para vivir al d¨ªa, no para guardar¡±, explica Antonia Guti¨¦rrez, la armadora del bote.
Por eso, este domingo las castas marineras de la bah¨ªa de Algeciras volvieron a sacar sus botes al mar para dejar claro a las autoridades de Gibraltar un mensaje: que no van a consentir que sus hijos se queden sin comer. Y as¨ª, Puerto Chico, la Atunera y el puerto de Algeciras despidieron a las diez de la ma?ana a unas cuarenta embarcaciones unidas para realizar una protesta en las mismas aguas objeto de la disputa.
Antonia Guti¨¦rrez ha pasado una vida unida al mar. Su padre era pescador y ella creci¨® entre redes y salitre. Desde hace 25 a?os, administra la empresa familiar, de la que comen al menos nueve familias gracias a sus barcos de pesca artesanal, el Anita Fern¨¢ndez y el As de Oro. A las diez de la ma?ana, ambos est¨¢n en primera l¨ªnea de salida para adentrarse en la bah¨ªa en la que Gibraltar no les deja pescar.
El Anita Fern¨¢ndez zarpa de Puerto Chico con siete personas de dos familias a bordo, un suave balanceo y la compa?¨ªa de cinco barcos m¨¢s. A los pocos minutos, ya hay m¨¢s de 40 pesqueros de todos los tama?os que forman pi?a en las aguas de la bah¨ªa. A bordo, familias enteras de pescadores con sus ni?os y docenas de periodistas con c¨¢maras de televisi¨®n (hay hasta una rusa), grabadoras, y poca ma?a para tomar notas mientras los barcos se contonean por el oleaje.
Vigilados por tres patrullas de la Guardia Civil, los barcos se acercan pausadamente hacia la Roca y el escenario que se va configurando se parece, cada vez m¨¢s, al tablero de un juego de estrategia militar. A babor del Anita, el espig¨®n de San Miguel, con una veintena de personas agitando banderas de Espa?a y gritando "Gibraltar espa?ol". A estribor, el muelle gibraltare?o, donde se distingue apenas dos o tres docenas ondeando la ense?a blanca y roja del Pe?¨®n. Podr¨ªan estar gritando, pero est¨¢n tan lejos que nadie les oye. En medio, sin orden ni concierto, los barcos, todos veteranos, con pinta de haber completado muchas millas de navegaci¨®n. Rode¨¢ndoles, tres lanchas de la Guardia Civil, de verde, y al menos otras 13 azules, entre patrulleras y z¨®diac, de la polic¨ªa de Gibraltar, que empujan a las espa?olas lejos de las aguas donde quieren protestar.
La radio del Anita Fern¨¢ndez arroja mensajes de los patrones del resto de embarcaciones. ¡°?Adelante, poco a poco, pero adelante! Se escucha. ¡°Nos est¨¢n intentando echar para atr¨¢s, no quieren que estemos aqu¨ª¡± asegura Antonia, que observa con enfado c¨®mo los agentes gibraltare?os est¨¢n tomando fotograf¨ªas de los pesqueros, entre ellos, el suyo. ¡°Nos fichan y luego van a por nosotros¡±, explica la armadora.
No ha pasado ni media hora desde la salida y la tensi¨®n es palpable. Los pesqueros gaditanos intentan por todos los medios romper el cerco que la polic¨ªa gibraltare?a ha tejido, y la Guardia Civil, por la radio, pide a los marineros que mantengan la calma y no intenten acercarse m¨¢s porque no deben provocar un conflicto m¨¢s grande. ¡°Si tuvi¨¦ramos viento de poniente, ya estar¨ªamos metidos en el mismo puerto de ellos, pero como hay levante, nos vamos hacia atr¨¢s¡±, se queja el patr¨®n, Diego Calica.
La indignaci¨®n a bordo del Anita Fern¨¢ndez aumenta cuando observan c¨®mo una z¨®diac de la polic¨ªa gibraltare?a choca con la popa de su otro barco As de Oro, el otro barco. Incluso se aprecia c¨®mo uno de los agentes empuja con sus propias manos el bote, como queriendo alejarlo. "?Vaya porrazo le ha dado!¡±, exclama la familia. El resto de pesqueros se revuelve y, de vez en cuando, alguno intenta avanzar, pero los gibraltare?os son inflexibles. Por eso, minutos despu¨¦s, se produce otro choque con La r¨¢pida. Al producirse la colisi¨®n, la ¨²nica mujer que va a bordo de ese pesquero estalla: ¡°?Perros, muertos de hambre, que no ten¨¦is n¨¢!, grita Encarni Jim¨¦nez. ¡°Mucho ser de Gibraltar pero ni siquiera el agua que se beben es suya, que les llega de la Pen¨ªnsula¡±, aclara Antonia con visible enfado. ¡°?Esto parece una batalla naval sin tiros!¡±, se oye gritar entre los pesqueros.
Arrinconados por las patrullas gibraltare?as junto al espig¨®n de San Felipe, en La L¨ªnea de la Concepci¨®n, los pescadores deciden volver a sus respectivos puertos. Una bengala que lanza Leoncio Fern¨¢ndez, patr¨®n mayor de la Cofrad¨ªa de Pescadores La L¨ªnea, alguien lanza desde un bote es la se?al de retirada. La flota de la bah¨ªa se da media vuelta y regresa a puerto para pensar en el paso siguiente, que a¨²n no est¨¢ muy claro. ¡°De momento voy a llamar a mi madre para decirle que estamos bien. Tiene 77 a?os y hoy se ha despedido de mi llorando porque pensaba que igual me pasaba algo¡±, dice Antonia, resignada.
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