Y ?scar encontr¨® el respeto
?scar S¨¢nchez pas¨® 626 d¨ªas preso en c¨¢rceles italianas al ser confundido con un narcotraficante de origen uruguayo que suplant¨® su identidad
Hay espantosas celdas de aislamiento invisibles, fuera de todas las c¨¢rceles del mundo. Por eso, el encierro de ?scar S¨¢nchez Fern¨¢ndez ¡ªconocido en el penal de Soto del Real (Madrid) como El Capo, y en los de Roma y N¨¢poles como Espa?a¡ªempez¨® mucho antes de que le metieran 21 meses en prisi¨®n por equivocaci¨®n. Y, por eso tambi¨¦n, porque su jaula no se ve, su reclusi¨®n a¨²n no ha terminado.
La celda de S¨¢nchez, de 46 a?os, no est¨¢ hecha de muros de piedra ni de barrotes. Su verdadera mazmorra, la que hace que hable de su terror¨ªfica e injusta experiencia carcelaria como de ¡°una aventura¡±, est¨¢ construida con vallas de humillaciones, de indiferencia, de desplantes, de ausencias, de ninguneos, de falta de afecto, de una soledad de yeso.
Lavacoches en Montgat (Barcelona), sin pareja ¡ª¡°nunca he tenido¡±¡ª, sin padre ¡ª¡°falleci¨® de cirrosis hep¨¢tica¡±¡ª ni madre ¡ª¡°se la llev¨® una embolia¡±¡ª, con solo un hermano y un primo distanciados, se acostumbr¨® tanto a ese inh¨®spito espacio al vac¨ªo que termin¨® por no ver sus paredes, sus muros se hicieron casi invisibles para ¨¦l mismo. Volvi¨® a ver su jaula con claridad cuando le encerraron en la prisi¨®n de Rebbibia en Roma y, despu¨¦s, en la de Poggioreale en N¨¢poles: ¡°Cr¨¦ame, ha sido muy duro, pero me ha venido bien; ahora me respetan un poco m¨¢s porque he estado en la c¨¢rcel, he aguantado lo que muchos no habr¨ªan podido. No habr¨ªan podido¡±.
¡°Siempre he sido el tonto. En el fondo les da igual que est¨¦ yo o no.? Ahora todo es de otra manera¡±
M¨¢s que los cigarrillos que le apagaron en los brazos, m¨¢s que el escozor causado por el espray con el que le rociaron los genitales, m¨¢s que lo que sinti¨® cuando le sodomizaron con un palo entre sus nueve compa?eros de celda... M¨¢s que todo su relato de las vejaciones que acumul¨® en los 626 d¨ªas que estuvo preso, m¨¢s que todo eso, a este hombre menudo, ligeramente encorvado hacia delante, y que tiende a repetir la ¨²ltima frase que pronuncia como para creerse a s¨ª mismo, le queman, le escuecen y le duelen las entra?as.
Le parti¨® el alma que durante meses ¡°nadie respond¨ªa a las cartas que mandaba desde la c¨¢rcel, hasta que el caso sali¨® en televisi¨®n¡ 13 a?os haciendo lo mismo, de lunes a domingo (porque no libraba): de la casa al lavadero, pasando por la plaza de la estaci¨®n, ?no se daban cuenta de que no estaba en una semana, en un mes...?¡±. Le duelen todas las cenas de Navidad que pas¨® solo con Margarita, su madre, enferma del coraz¨®n y alzh¨¦imer, mientras en el piso de arriba ¡°se o¨ªan los ruidos de la fiesta de la otra parte de la familia de su hermano¡±. Le hace polvo que nadie le llame nunca para ir al f¨²tbol y enterarse ¡°luego de d¨®nde han estado los amigos, cuando lo cuentan en el bar¡±. Le machacan todas las veces que ha esperado in¨²tilmente a su primo Juan ¡ªque ejerce amablemente de intermediario con los periodistas¡ª para que le suba en el coche ¡°por no cargar cuesta arriba con la compra¡± hasta su casa. Y tambi¨¦n le molesta ¡ªy bastante¡ª tener que preguntar si est¨¢ invitado a la boda de su prima o no, y saber que ¡°en el fondo les da igual que est¨¦ o no¡±. ¡°Otro da?o¡± ¡ªas¨ª se expresa de paseo por la playa y dej¨¢ndose saludar por dos vecinas y un trabajador de la limpieza¡ª es que siente que sus familiares hablan con ¨¦l ¡°como por obligaci¨®n, porque cuando la gente del pueblo supo que estaba preso y que no hac¨ªan nada se fueron a por ellos¡±... Aun as¨ª, se emociona hasta las l¨¢grimas al contar que su hermano ¡ªpolic¨ªa local de Montgat¡ª y su primo fueron a verle a la prisi¨®n: ¡°Al irse, mi hermano se gir¨®, vi su cara, y supe que le jod¨ªa dejarme ah¨ª¡±.
?scar S¨¢nchez ha vivido y a¨²n vive ¡ª¡°pero menos¡±¡ª en un desierto de ¡°abandono¡±, kil¨®metros de dunas de silencio, rodeado de las tormentas de todas las palabras que calla y viene callando desde hace demasiados a?os: ¡°Siempre he sido el tonto¡±. Un d¨ªa en el pueblo es suficiente para certificar su tesis: ¡°Tiene pocas luces¡±, dice uno. ¡°Ya lo llamo yo, que se hace un l¨ªo con el m¨®vil¡±. ¡°Es un pobre hombre, su familia se port¨® regular¡±...
Tambi¨¦n en esta serie...
S¨¢nchez ha pasado su vida d¨¢ndole vueltas a un reloj de arena: ¡°De la casa al lavadero, y de all¨ª, a la casa¡±. Y, en un momento determinado, empez¨® a esnif¨¢rsela. Se lo gastaba todo ¡ª¡°menos lo que necesitaba para mi madre mientras vivi¨®¡±¡ª ¡°en porros y coca¨ªna¡±. Pero hasta en su fiesta estaba solo: ¡°Lo hac¨ªa en mi casa, sin molestar a nadie, con mi dinero¡±. Para entonces ya era una v¨ªctima perfecta, carne de ca?¨®n, una cabeza de turco inmejorable para el primero que pasara. Y la que pas¨® fue ¡°una amiga rumana¡±.
Se llamaba Diana. Sali¨® con ella ¡°a tomar algo alguna vez¡±. Un d¨ªa, ella le pidi¨® su carn¨¦ de identidad ¡°a cambio de 700 euros para ayudar a un familiar a venir a Espa?a¡±. ?scar acept¨® el trato y el dinero. Ocho a?os m¨¢s tarde, el 5 de julio de 2010, unos guardias civiles se presentaban en el lavadero y se lo llevaban detenido a Madrid. Un mes en Soto del Real y ¡ªeuroorden de detenci¨®n mediante¡ª part¨ªa camino de la c¨¢rcel de Roma acusado de ser un perseguido narcotraficante. Una carta a los medios de comunicaci¨®n de un compa?ero de celda en Rebbibia ¡ªque tambi¨¦n le cedi¨® los servicios de Fabio Salcina, su abogado¡ª, varias visitas del c¨®nsul espa?ol Eduardo Iglesias, los torpes y lentos intercambios de informaci¨®n entre los ministerios de Justicia espa?ol e italiano, la protecci¨®n que obtuvo del alcaide del penal de N¨¢poles, las notas publicadas por tres correosos reporteros de El Peri¨®dico de Catalu?a (Antonio Baquero, ?ngela Biesot y Michele Catanzaro), el pueblo de Montgat levantado clamando justicia¡ 626 d¨ªas despu¨¦s quedaban anulados los 14 a?os de prisi¨®n a los que fue condenado y demostrado que un tal Marcelo Mar¨ªn, de origen uruguayo ¡ªy conocido de su ¡°amiga rumana¡±¡ª, suplant¨® la identidad de ?scar S¨¢nchez, que hoy vive de nuevo libre en su particular celda de aislamiento invisible, esperando sendas indemnizaciones del Estado espa?ol y del italiano: ¡°Pero ahora todo es de otra manera, de otra manera¡¡±.
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