El guardi¨¢n de los secretos
Espa?a lleva ya demasiado tiempo secuestrada por la sospecha
En la era de los Big Data y de la ¡°sociedad de la transparencia¡± (Bing-Chul Han), la cuesti¨®n de c¨®mo puede hoy mantenerse un secreto es fascinante y de la m¨¢xima actualidad. Hace ya a?os, mi maestro, D. Francisco Murillo, sol¨ªa decir que la mejor manera de guardar un secreto en Espa?a era publicarlo en una revista cient¨ªfica. Orwell, por su parte, sosten¨ªa que el ¨²nico medio de hacerlo es ocult¨¢rselo a uno mismo, algo que es imposible para cualquier persona, pero que s¨ª tiene sentido en las organizaciones. Casi todas ellas incorporan protocolos para evitar la filtraci¨®n de actividades que son dif¨ªciles de explicar si salen a la luz, y para ello es imprescindible que su conocimiento quede restringido a algunos custodios, que permanezcan ocultas incluso para la misma organizaci¨®n. Pero los secretos dejan de serlo cuando una de las personas que tienen la encomienda de su protecci¨®n decide revelarlos, ¡°soplarlos¡±. Es el caso de Snowden respecto de las actividades de la NSA y, por motivos menos ¨¦ticos y sin duda tambi¨¦n menos ¨¦picos, el de nuestro inefable B¨¢rcenas.
Al bueno de Snowden se le busca para que, curiosamente, caiga sobre ¨¦l todo el peso de la ley por desvelar que una organizaci¨®n p¨²blica incumpl¨ªa la ley, las leyes de protecci¨®n de datos de un ilimitado n¨²mero de pa¨ªses, en este caso. El soplo de B¨¢rcenas solo se explica para evitar que se le aplique la ley. Tanto por las actividades il¨ªcitas de su partido como por las suyas propias. Uno es eso que hoy se califica como ¡°buenista¡± de los derechos humanos; el otro es un p¨ªcaro y un presunto delincuente.
B¨¢rcenas goza de credibilidad. No solo porque personas mencionadas en su famosa libreta han reconocido lo que all¨ª se desvelaba, sino por su? condici¨®n de guardi¨¢n de los secretos
Dos tipos humanos radicalmente opuestos, pero que coinciden en que ambos son garantes de los secretos de otros. En lo que hace a B¨¢rcenas, que es quien aqu¨ª nos interesa, de todo aquello que ten¨ªa que ver con la gesti¨®n econ¨®mica del partido. Y al desvelarlo lo hizo con sus ¨²nicas armas, los propios protocolos dise?ados para encubrirlos y que ¨¦l mismo organiz¨®, as¨ª como las estrategias seguidas por el partido para silenciarlo cuando comenz¨® a sentir el abrazo de la ley. Lo que hizo en realidad es lo m¨¢s corrosivo para un partido pol¨ªtico, se?alar que hab¨ªa secretos all¨ª donde se presupone que todo debe ser transparente. Snowden al menos sab¨ªa que trabajaba para una organizaci¨®n de espionaje ¡ªde ¡°seguridad¡±, perd¨®n.
Todo esto es m¨¢s que conocido y explica por qu¨¦ el tan denostado B¨¢rcenas goza de credibilidad. No ya solo porque algunas personas que mencionaba en su famosa libreta han reconocido lo que all¨ª se desvelaba, sino por su misma condici¨®n de guardi¨¢n de los secretos. De ser todo una sarta de mentiras, lo m¨¢s f¨¢cil para el PP hubiera sido aportar todas las pruebas disponibles en su contra, pero las pocas que pudiera haber las destruyeron, como el disco duro del ordenador del ¡°tesorero infiel¡± y, presumo, otras que desconocemos. No, la prueba en contra de sus filtraciones no se apoya en evidencias palpables, se suscita como una mera cuesti¨®n de confianza. ?A qui¨¦n creen m¨¢s, a un reo o al presidente del Gobierno?
Triste estrategia, porque la confianza en la mayor¨ªa de nuestros pol¨ªticos es justo aquello de lo que carecemos, nuestro recurso m¨¢s escaso. Normalmente tendemos a confiar en quien no nos enga?a, en quien cumple lo que se compromete a hacer, en quien merece credibilidad por sus conductas anteriores; quien, en suma, asume responsabilidades. Todo lo que alguna vez esperamos que hagan y que nunca llega.
Espa?a lleva ya demasiado tiempo secuestrada por la sospecha. Es algo que queremos zanjar porque necesitamos poder creer en nuestros pol¨ªticos, incluso perdonarlos, pasar p¨¢gina y afrontar juntos un tiempo nuevo. Pero no se dejan y porf¨ªan en sus mentiras. Y para ello se aferran como lapas a un ¨²ltimo recurso, el patad¨®n hacia adelante en el tiempo que les brindan los procesos judiciales con sus r¨ªgidos procedimientos de prueba y sus astutos y bien entrenados abogados.
F¨ªjense en la diferencia con respecto a un pa¨ªs como Alemania. Su expresidente, Christian Wulff, dimiti¨® al d¨ªa siguiente de quit¨¢rsele la inmunidad por acusaciones de haberse beneficiado de vacaciones pagadas en casas de empresarios y de un pr¨¦stamo ¡°oscuro¡± que recibi¨® mientras fuera presidente del Estado de Baja Sajonia. Lo hizo el 16 de febrero de 2012 y ?ahora! es cuando comienza el juicio. Quiz¨¢ por eso en el debate del otro d¨ªa entre los candidatos de los dos principales partidos de ese pa¨ªs el ¨²nico tema por el que no se les pregunt¨® fue el de la corrupci¨®n. ?Qu¨¦ envidia!
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