El s¨ªmbolo de la corrupci¨®n del PP
El juicio a Fabra supone el inicio del fin de la tolerancia con los esc¨¢ndalos Camps aplic¨® al resto de imputados el mismo rasero que al ¡®bar¨®n¡¯ de Castell¨®n
El juicio a Carlos Fabra, a quien el mismo Mariano Rajoy no dud¨® en tachar de ¡°ciudadano ejemplar¡±, representa el final de una etapa marcada por la corrupci¨®n y el despilfarro en el PP valenciano. Casi una d¨¦cada despu¨¦s de ser denunciado por un empresario, Carlos Fabra se sentar¨¢ en el banquillo tras haber recibido el apoyo, solo ¡°a nivel personal¡±, del presidente de la Generalitat, Alberto Fabra. Poco calor para quien en los ¨²ltimos a?os recibi¨® homenajes multitudinarios y elogios de los dirigentes del PP, dispuestos a poner la mano en el fuego por quien controlaba con mano f¨¦rrea su provincia desde la Diputaci¨®n de Castell¨®n.
Carlos Fabra, heredero de una amplia saga de caciques provinciales, siempre ha tenido habilidad para ampliar su influencia m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de Castell¨®n. A mediados de los 90, forj¨® una alianza con el PP alicantino para aupar a Eduardo Zaplana a la presidencia de la Generalitat. Y una d¨¦cada m¨¢s tarde la rompi¨® para arrebatarle el control del PP regional a Zaplana y consolidar a Francisco Camps como presidente valenciano.
Escenarios que Carlos Fabra siempre supo aprovechar para blindar al PP de la provincia de Castell¨®n ante injerencias ajenas. Y con los que supo obtener el apoyo del Gobierno valenciano para proyectos que, como el aeropuerto de Castell¨®n, hoy parecen descabellados. Tal fue la tolerancia de Camps hacia sus excentricidades que una gigantesca escultura inspirada en Carlos Fabra preside hoy la instalaci¨®n aeroportuaria sin aviones.
Ello explica que, cuando a finales de 2003, el empresario Vicente Vilar present¨® dos denuncias contra el entonces presidente de la Diputaci¨®n de Castell¨®n ¡ªpor cobrar dinero a cambio de agilizar permisos fitosanitarios en el Ministerio de Agricultura¡ª nadie se atreviese a poner en cuesti¨®n la figura de Carlos Fabra.
Eduardo Zaplana, entonces portavoz del Gobierno de Aznar y todav¨ªa presidente del PPCV, se mostr¨® ¡°convencido de la honorabilidad¡± del castellonense. Y Francisco Camps, apenas reci¨¦n elegido presidente de la Generalitat, se apresur¨® a garantizarle ¡°todo el respaldo personal y pol¨ªtico m¨ªo, del Gobierno, del PP de la Comunidad Valenciana y de toda Espa?a¡±. Fue el principio de una cascada de apoyos y muestras de afecto de la c¨²pula popular, a las que tambi¨¦n se sumar¨ªa en una visita a Castell¨®n en julio de 2008 Mariano Rajoy, necesitado del apoyo de los populares valencianos. ¡°Un ciudadano y pol¨ªtico ejemplar para el PP¡±, dijo Rajoy de Fabra.
A principios de 2007, el bar¨®n popular de Castell¨®n ya hab¨ªa dejado claro que solo asumir¨ªa responsabilidades pol¨ªticas con una sentencia condenatoria firme. Y tras revalidar su mayor¨ªa absoluta en las elecciones municipales de ese a?o no tuvo ning¨²n pudor en asegurar que hab¨ªa sido ¡°absuelto por el pueblo¡±.
Fabra marc¨® con claridad la senda por la que transitar¨ªa, a partir de entonces, el presidente valenciano Francisco Camps. Tanto que en el congreso regional del PP de 2008, Camps impuls¨® la modificaci¨®n de los estatutos del partido para dejar claro que ¡°la suspensi¨®n autom¨¢tica de funciones y militancia¡± solo se producir¨ªa ¡°cuando existiese una condena firme en un procedimiento penal por la comisi¨®n de un delito doloso¡±.
Con la doctrina Fabra asentada, Camps hizo extensivo, hasta su dimisi¨®n en julio de 2011, el trato otorgado al presidente de la Diputaci¨®n al resto de cargos imputados en esc¨¢ndalos de corrupci¨®n.
Ello explica por qu¨¦ los ocho diputados auton¨®micos del PP imputados en el caso G¨¹rtel y el caso Brugal siguen en sus esca?os. Y por qu¨¦ Rafael Blasco, imputado en el caso Cooperaci¨®n, no fue apartado del Grupo Popular hasta la llegada al poder de Alberto Fabra, que el a?o pasado logr¨® que abandonase su esca?o Pedro Hern¨¢ndez Mateo tras ser condenado por ama?ar, como alcalde, la contrata de basuras de Torrevieja.
Camps siempre consider¨® las imputaciones por corrupci¨®n de los altos cargos de su partido un ¡°linchamiento pol¨ªtico¡±, del que ¨¦l mismo se sinti¨® v¨ªctima, y nunca lleg¨® a abrir, siquiera, un simple expediente informativo a los imputados.
Tras la llegada de Alberto Fabra a la presidencia de la Generalitat y el PP valenciano, el nivel de tolerancia con la corrupci¨®n y el despilfarro ha cambiado. Pero, a¨²n as¨ª, Alberto Fabra ha permitido que Carlos Fabra fijase el calendario de su retirada. Primero abandon¨® el puesto de presidente de la Diputaci¨®n en las municipales de 2011 ¡ªno sin antes condicionar el nuevo equipo de gobierno¡ª y, posteriormente la presidencia provincial del partido.
El mismo Alberto Fabra, exalcalde de Castell¨®n, le debe su carrera al otrora poderoso bar¨®n provincial del PP, que ha mantenido hasta hace muy pocos meses la presidencia de Aerocas, la empresa de la Generalitat que gestiona el Aeropuerto de Castell¨®n. Todo un aterrizaje suave para quien fue un pol¨ªtico de altos vuelos. Por lo menos en Castell¨®n.
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