Reformar para consensuar
Es cierto que sin el desaf¨ªo independentista catal¨¢n el PSOE no habr¨ªa planteado ahora la reforma federalista de la Constituci¨®n; pero ello ni justifica retrospectivamente ese desaf¨ªo ni cuestiona la oportunidad de la reforma. Frente al desaf¨ªo se han planteado dos respuestas principales: 1) Resistencia jur¨ªdica en nombre de la Constituci¨®n, presentando recursos a toda decisi¨®n que la vulnere. Es la posici¨®n del Gobierno, que parte de la hip¨®tesis de que Mas no puede convocar la consulta sin pactarla con Rajoy, lo que da a este una clara ventaja. 2) Un acuerdo PP-PSOE sobre una alternativa por elevaci¨®n: reforma constitucional en la que integrar una reconsideraci¨®n del estatus de Catalu?a (o de las nacionalidades). Por ejemplo, mediante una nueva disposici¨®n adicional.
La primera tiene la dificultad de que propicia unas elecciones plebiscitarias, lo que ser¨ªa tan rupturista como el refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n. La segunda choca con la evidencia de que hoy no habr¨ªa un consenso comparable al que aval¨® la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n en 1978.
El intento valdr¨¢ la pena si recupera consensos b¨¢sicos constitucionales
Pero visto desde el otro lado, tal vez el consenso necesite un proyecto com¨²n, como podr¨ªa serlo la reforma constitucional, al igual que la Constituci¨®n misma lo fue en la Transici¨®n. J. M Colomer planteaba recientemente (La Vanguardia, 10-11-2013) que, como entonces, solo la conciencia del ¡°abismo¡± que se abrir¨ªa en ausencia de acuerdo ser¨ªa capaz de incentivar el pacto. Aunque si hoy no lo hay no es tanto por falta de temor a los efectos de la independencia catalana como porque, en el fondo, la gente no se cree que vaya a producirse. En la encuesta publicada en EL PA?S el 3 de noviembre, el 63% de los catalanes consideraba improbable que llegase a verificarse la secesi¨®n, frente al 30% que lo estimaba factible.
Cifras que aconsejan relativizar la de partidarios de la independencia que tambi¨¦n recog¨ªa el sondeo (del mismo modo que los expertos demosc¨®picos rebajan el resultado de la respuesta a la cuesti¨®n ¡°qui¨¦n desea que gane¡± con el que responde a la de ¡°qui¨¦n cree que ganar¨¢¡±).
Tal vez vuelva a tener sentido una doble capitalidad Madrid-Barcelona
Tal vez tambi¨¦n habr¨ªa que relativizar la amplia mayor¨ªa que seg¨²n los sondeos (EL PA?S, 8-12-2013) est¨¢ a favor de reformar la Constituci¨®n, y especialmente el modelo auton¨®mico, a la vista de las motivaciones contradictorias que la provocan: el deseo de que el Estado recupere competencias (45%) o, alternativamente, que siga transfiriendo cuantas m¨¢s mejor (35%). Lo que abre la puerta a una reforma de doble direcci¨®n. En 2006 se aprobaron de golpe en Alemania 40 modificaciones constitucionales (casi tantas como en los 57 a?os anteriores), muchas de ellas referidas al modelo federal. Unas lo fueron para recuperar competencias paeras el Estado central y otras para lo contrario, siempre en funci¨®n de un criterio pragm¨¢tico de simplificar los procedimientos legislativos y facilitar la gobernabilidad.
La falta de inter¨¦s de PP y PSOE por compartir objetivos parece un argumento definitivo para dar por inviable cualquier reforma constitucional. Pero el pasado viernes Rajoy y Rubalcaba admitieron haber hablado de la reforma constitucional, y el segundo a?adi¨® algo inesperado: ¡°Ambos sabemos que nuestros mutuos argumentos no son desde?ables¡±. Reconocer eso significa admitir la legitimidad de las dos posturas sobre la oportunidad de la reforma, y que esta no debe convertirse en motivo de trifulca partidaria; y abre la puerta al intento de pactar cambios concretos y tasados, siempre bajo el criterio de aumentar la eficacia del sistema: fijar la distribuci¨®n competencial y los criterios de financiaci¨®n auton¨®mica, que son los principales puntos d¨¦biles del modelo; pero tambi¨¦n incluir el reconocimiento de la singularidad de las nacionalidades, no como fuente de privilegios pero s¨ª de un estatus simb¨®lico diferenciado. Alguna vez se ha hablado de una doble capitalidad Madrid-Barcelona, que en su momento pudo tener sentido (y tal vez lo tenga en el futuro).
Eso es ahora ut¨®pico, y muy dif¨ªcil que pueda culminar una reforma que cuente con un apoyo como el de hace 35 a?os. Pero el intento habr¨¢ valido la pena si proporciona la ocasi¨®n para que los dos principales partidos recuperen consensos constitucionales b¨¢sicos como los que existen entre Gobierno y oposici¨®n en casi todos los pa¨ªses de tradici¨®n democr¨¢tica.
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