Burdeles de placa y pistola
Una trama de mandos policiales que proteg¨ªa grandes prost¨ªbulos catalanes aguarda sentencia
Sentado en el banquillo de los acusados, con traje oscuro, Javier Mart¨ªn Pujal espera su turno. ?l es una de las piezas clave de la trama. De hecho, sin ¨¦l posiblemente no existir¨ªa la Operaci¨®n Ilusionista o, como se ha conocido popularmente, el caso de los burdeles Riviera y Saratoga. Empez¨® el 10 de julio de 2007, a las 17.45, en la cafeter¨ªa del hotel Fira Plaza de Barcelona. Mart¨ªn Pujal, alias Jordi, era el jefe del grupo 1 de la Brigada de Extranjer¨ªa. En el hall le esperaba desde hac¨ªa un rato Carmelo Sanz, el responsable del Saratoga, entonces uno de los dos clubes m¨¢s grandes de Catalu?a, junto al Riviera. Tras las puertas de ese hotel del sexo de paredes amarillas con luces de ne¨®n, ubicado en el margen de una carretera paralela a la playa de Castelldefels, pod¨ªa haber una noche centenares de clientes y m¨¢s de 150 mujeres prostituy¨¦ndose. Aquel era el tercer encuentro entre ambos.
Los protagonistas
- El inspector Javier Mart¨ªn Pujal, alias Jordi. Estuvo en grupos especiales de la Polic¨ªa e infiltrado en Terra Lliure. En Extranjer¨ªa dirigi¨® redadas al Saratoga hasta que, seg¨²n su versi¨®n, vio que algunos mandos cobraban. Cuando intent¨® extorsionar tambi¨¦n ¨¦l al gerente del Saratoga, Carmelo Sanz, este le denunci¨®. Mart¨ªn Pujal acab¨® declarando ante la Fiscal¨ªa. Su testimonio supuso el inicio del caso.
- El confidente Manuel Guti¨¦rrez Carbajo. Testigo de cargo. Hizo de intermediario en los pagos de los due?os del Riviera y el Saratoga y los polic¨ªas. Le acusan de actuar por venganza porque despidieron a su exmujer del Saratoga. Amigo del exinspector Andr¨¦s Otero, al que conoci¨® cuando le ayud¨® a detener a dos albanokosovares.
- El comisario Luis G¨®mez, exjefe de la Unidad contra las Redes de Inmigraci¨®n Ilegal. Es el polic¨ªa de m¨¢s alto rango de los implicados. Mantuvo una estrecha relaci¨®n con el due?o del Riviera, Antonio Herrero, al que conoci¨® en una redada en la que lo detuvo, en 2003. Cobraba, presuntamente, 6.000 euros al mes que se repart¨ªa con el exinspector Andr¨¦s Otero a cambio de garantizar la protecci¨®n policial.
- El inspector Andr¨¦s Otero, destinado un tiempo en Extranjer¨ªa. Otro de los mandos que cobraba del Saratoga para avisar de redadas. Ya fuera del Cuerpo, continu¨® usando sus contactos para mantener el club al d¨ªa. ?l inici¨® presuntamente las mordidas. Para convencer a los propietarios del Saratoga de que pagasen, orquest¨® en 2002 una dura redada en el club.
- El responsable del club Saratoga, Carmelo Sanz. Se encargaba del trato diario con los polic¨ªas, especialmente con Andr¨¦s Otero. ?l denunci¨® a Javier Mart¨ªn a la Guardia Civil cuando intent¨® extorsionarle. No quer¨ªa pagar a un polic¨ªa m¨¢s, seg¨²n la Fiscal¨ªa.
- El due?o del club Riviera, Antonio Herrero. Mantuvo una estrecha relaci¨®n con el comisario Luis G¨®mez, dio empleo a dos de sus hijos y le pag¨®, presuntamente, viajes y relojes al polic¨ªa a cambio de su protecci¨®n.
?¡ªLa mitad de lo que ha dado a..., exigi¨® Mart¨ªn Pujal.
Esa mitad eran 3.000 euros, resultado de dividir los 6.000 que los due?os daban a otros polic¨ªas. Suavemente, tal y como le indic¨® Pujal, Sanz dej¨® el sobre encima de la mesa. Pujal lo cogi¨®, se lo meti¨® en el bolsillo de la americana, cruz¨® unas cuantas palabras triviales con Sanz, y salieron del hotel. La materializaci¨®n del soborno no hab¨ªa durado ni cinco minutos. Pero cuando Pujal se dispon¨ªa a coger su Renault Megane, que hab¨ªa dejado aparcado en la acera, un capit¨¢n de la Guardia Civil le cort¨® el paso. El encuentro hab¨ªa sido vigilado, despu¨¦s de que Carmelo denunciase la intenci¨®n de Mart¨ªn de extorsionarles.
Lejos de pararse, Pujal reaccion¨® saltando a su coche y huyendo por el centro de Barcelona, seguido por la Guardia Civil, que con sirenas y se?ales luminosas le exig¨ªa que se detuviese. Condujo contradirecci¨®n y sin respetar sem¨¢foros hasta que el tr¨¢fico le oblig¨® a frenar, a escasos dos kil¨®metros, en el cruce de las calles de Enten?a y Gran V¨ªa. Cuando la Guardia Civil le detuvo, comprob¨® que efectivamente era un inspector del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa, pero faltaba la prueba b¨¢sica: el sobre, que se hab¨ªa esfumado, como una ilusi¨®n que sirvi¨® para bautizar la operaci¨®n.
¡°Me infiltr¨¦ para saber qu¨¦ jefes cobraban de los prost¨ªbulos¡±, alega Mart¨ªn Pujal siete a?os despu¨¦s de aquel episodio, en la primera jornada del juicio del Riviera y Saratoga, el 16 de septiembre pasado. Se juega 44 a?os de prisi¨®n, pero pese a eso est¨¢ tranquilo. Tras ¨¦l, en un banquillo de los acusados atestado de hombres, le escuchan algunos de sus antiguos compa?eros y jefes, sabedores ya de que est¨¢n ah¨ª por ¨¦l. El caso del Riviera y Saratoga suma una veintena de acusados: seis polic¨ªas (entre ellos tres mandos), siete jefes y trabajadores de los dos burdeles, tres abogados y dos t¨¦cnicos municipales.
Pujal afirma que decidi¨® desenmascarar a los polic¨ªas que cobraban de los clubes y que opt¨® por infiltrarse, como ya hizo en otras ¨¦pocas con el grupo independentista Terra Lliure. Tambi¨¦n sostuvo que nunca cogi¨® aquel dinero, que lo dej¨® en la mesa, algo que tanto la Fiscal¨ªa como Carmelo niegan. ?Por qu¨¦ huy¨®, pues? Por desconfianza: ¡°Un Mercedes azul deportivo no es un coche habitual de las fuerzas de seguridad¡±, esgrimi¨®.
Esa ha sido la carta que ha jugado el polic¨ªa, que no le ha valido para librarse de la acusaci¨®n de la Fiscal¨ªa. Lo cierto es que su declaraci¨®n, una vez detenido, fue el primer paso para desmontar un presunto chiringuito en torno a los burdeles. Cont¨® que, desde 2002, el Riviera y el Saratoga gozaban de protecci¨®n oficial, de placa y pistolas propias, para que las noches de champ¨¢n, alcohol, sexo y drogas de sus clientes no se viesen interrumpidas por una redada policial. O, en el caso de que tocase, que los responsables de la sala lo supiesen con antelaci¨®n para que las mujeres en situaci¨®n irregular pudiesen esconderse. A cambio, los polic¨ªas recib¨ªan viajes, dinero, regalos e incluso operaciones de est¨¦tica.
La informaci¨®n facilitada por Pujal fue el punto de partida para los fiscales anticorrupci¨®n David Mart¨ªnez Madero y Fernando Bermejo, de la mano de la titular del juzgado de instrucci¨®n n¨²mero 33 de Barcelona, Elisabet Castell¨®, junto a los Mossos d¡¯Esquadra. Iniciaron una investigaci¨®n que dur¨® dos a?os, con decenas de tel¨¦fonos m¨®viles y fijos pinchados durante meses, seguimientos y pesquisas que revelan unas estrechas relaciones entre jefes policiales y responsables de los locales. La operaci¨®n ha salpicado a una veintena de personas entre polic¨ªas, empresarios y abogados que han desfilado por la Audiencia de Barcelona, con dos grupos de acusados claros: el del Riviera, con su due?o Antonio Herrero, y el comisario Luis G¨®mez; y el de Saratoga, con el director Carmelo Sanz y el exinspector Andr¨¦s Otero. Se enfrentan, con diferentes grados de implicaci¨®n, a los delitos de cohecho, favorecimiento de la prostituci¨®n y coacciones, entre otros. En total, m¨¢s de 290 a?os de prisi¨®n.
Nos ¨ªbamos de putas y pagaba yo¡±, cont¨® en el juicio un confidente que intermedi¨® en los pagos a un comisario
?Pero qui¨¦n, c¨®mo y cu¨¢ndo abri¨® la veda de la extorsi¨®n? ¡°Para convencer a Carmelo y Ra¨²l Pascual [encargado y due?o del Saratoga, respectivamente], Otero organiz¨® una redada y se llev¨® a varias chicas¡±, cont¨® el testigo Manuel Guti¨¦rrez Carbajo a la Fiscal¨ªa. ?l es otra de las piezas clave del caso, con tantos claroscuros como Pujal. Trajeado tambi¨¦n, mucho m¨¢s delgado que hace unos a?os, y con los brazos cruzados, espera las preguntas del Ministerio Fiscal y de las partes. Guti¨¦rrez Carbajo es un veterano confidente policial, que dej¨® de serlo despu¨¦s de que su nombre se hiciese m¨¢s que p¨²blico al verse implicado en un caso en el que est¨¢ imputado por narcotr¨¢fico junto a varios mossos que llevaron precisamente la investigaci¨®n del Riviera y Saratoga, acusados de encubrirlo. Junto a Pujal, Guti¨¦rrez Carbajo ofreci¨® a la Fiscal¨ªa la informaci¨®n que necesitaban. Con un fuerte acento sevillano, a pesar de que lleva desde los 11 a?os en Barcelona, Carbajo repiti¨® con voz alta y sin titubeos que durante cuatro a?os (de 2002 a 2006) hizo de intermediario en la entrega mensual de 6.000 euros al comisario Luis G¨®mez y al entonces inspector Andr¨¦s Otero por parte de los due?os del Saratoga. Un dinero que luego ellos se repart¨ªan. Posteriormente, los polic¨ªas se enemistaron, y G¨®mez se qued¨® el Rivera; y Otero, el Saratoga, explic¨®.
Ese intercambio de dinero se hac¨ªa en su concesionario, en Martorell, por amistad con los polic¨ªas, dijo. ¡°Nos ¨ªbamos de putas y pagaba yo¡±, cont¨® en sede judicial, con los dos hombres referidos sentados a sus espaldas. ¡°Yo no sacaba nada de los sobres ni de las putas; solo les vend¨ªa los coches¡±. Su relaci¨®n naci¨® de un encuentro a?os antes con Otero, cuando le ayud¨® a atrapar a unos albanokosovares que robaron unos diamantes e intentaron vend¨¦rselos a ¨¦l. Otero despu¨¦s pas¨® a la Brigada de Extranjer¨ªa y all¨ª, seg¨²n Carbajo, intent¨® sacar provecho de los clubes de Castelldefels.
Cuando el Saratoga se neg¨® a pagarle una mordida, decidi¨® dejarles claro lo que supon¨ªa no tenerle contento. El 5 de julio de 2002, Otero dirigi¨® una operaci¨®n que acab¨® con el responsable del local y 22 mujeres en situaci¨®n irregular detenidas y con la suculenta informaci¨®n remitida a los medios de que el local dispon¨ªa de ocho c¨¢maras que grababan y almacenaban im¨¢genes de las zonas comunes de los clientes. La estrategia surti¨® efecto, seg¨²n la acusaci¨®n, y se inici¨® una fruct¨ªfera relaci¨®n en la que Guti¨¦rrez Carbajo tuvo un papel importante, aunque no est¨¢ acusado de ning¨²n delito en la causa.
Nada queda hoy de aquella amistad. En el juicio, Guti¨¦rrez Cabajo acus¨® a Otero de traficar con joyas robadas, y al encargado del Saratoga, Carmelo Sanz, de vender coca¨ªna en el local a los clientes VIP. Y reparti¨® tambi¨¦n para otros polic¨ªas, a los que no identific¨®, pero asegur¨® que cuando hab¨ªa redadas, los agentes y taxistas ¡°se llevaban a las chicas a otro club y a pisos que ten¨ªan alquilados en Castelldefels¡±. Y adem¨¢s, denunci¨® que ha sido amenazado por el comisario Luis G¨®mez, que supo de antemano de su colaboraci¨®n con la Fiscal¨ªa y le amenaz¨® con ¡°desenterrar las armas¡±, en una cena que fue vigilada por los mossos ante el temor a represalias de Guti¨¦rrez Carbajo.
Un inspector que pidi¨® 3.000 euros al amo del Saratoga alega que se infiltr¨® para destapar la trama de sobornos
La ¨ªntima relaci¨®n de esos polic¨ªas con los responsables de los locales queda patente en la multitud de conversaciones intervenidas, que constan en el sumario. Como una cena, en Cerdanyola del Vall¨¨s, entre Luis G¨®mez y Herrero, el due?o del Riviera. ¡°Antonio, mira, que ahora he conseguido localizar a mi mujer [...] me dice que le encantar¨ªa saludarte, pero que si cenamos que sea a una buena hora¡±, le comenta G¨®mez. A esa cena, en mayo de 2008, acudieron los dos matrimonios, y despu¨¦s se sum¨® el hijo de G¨®mez, al que Herrero emple¨® en una de sus empresas, igual que a otra hija del comisario, que ten¨ªa como administrativa.
El comisario, exjefe de la Unidad contra Redes de Inmigraci¨®n Ilegal (UCRIF), no neg¨® la buena relaci¨®n que manten¨ªa con el due?o del local, que defini¨® en el juicio como ¡°relaci¨®n muy humana¡±, y tild¨® de ¡°favores¡± lo que el fiscal entiende que eran sobornos para evitar y avisar de las redadas, por lo que pide para ¨¦l 17 a?os de prisi¨®n. Precisamente G¨®mez y Herrero se conocieron en una redada en 2003 en el Riviera, cuando Herrero, detenido, le cont¨® al comisario que padec¨ªa ansiedad y claustrofobia, por lo que le trat¨® con mayor delicadeza. Poco a poco, seg¨²n ambos, naci¨® una amistad. G¨®mez incluso le cont¨® que su hijo padec¨ªa una enfermedad, y Herrero le consigui¨® una cita con un psiquiatra en C¨®rdoba, le acompa?¨® y, seg¨²n el fiscal, le pag¨® los 120 euros que cost¨® la consulta. G¨®mez admiti¨® en el juicio que todav¨ªa hoy no sabe qui¨¦n se hizo cargo del precio de aquella consulta.
Los locales recib¨ªan el aviso de los jefes de Extranjer¨ªa y sacaban del local a las mujeres en situaci¨®n irregular
En la causa, sin embargo, abundan muchas m¨¢s conversaciones entre Sanz, otro de sus empleados y Otero. Los investigados se refieren a ¨¦l ¡ªseg¨²n los mossos¡ª a trav¨¦s de m¨²ltiples motes: El Inmobiliario, El Peque?o, Mi T¨ªo el Peque?o o El Amigo de ?l. Y en esas llamadas telef¨®nicas, los acusados hablan en diversas ocasiones de ¡°cat¨¢logos¡±, ¡°relojes¡± o directamente ¡°regalos¡±, que es lo que la polic¨ªa identifica como sobornos. Algo que lograron constatar en dos seguimientos de una cita en el bar Navia, en julio y en octubre de 2008. En las im¨¢genes del local y de la c¨¢mara oculta tomadas por los mossos se aprecia c¨®mo Sanz deja un sobre ¡°de tipo bancario¡±, que Otero coge y se mete en la chaqueta. Para el instructor de la causa, el inspector Antoni Salleras, la ¡°l¨®gica aplastante¡± le dice que dentro del sobre hab¨ªa dinero, aunque no pudieron comprobarlo. En aquella ¨¦poca, la paz en los burdeles estaba tocando su fin. Y as¨ª qued¨® reflejado en una llamada del empleado Sanz al due?o del Saratoga al verse sorprendido por una redada de los mossos: ¡°Ahora van a abrir los armarios de las mujeres, eh. Una por una, todos los armarios. Son los Mossos d¡¯Esquadra. Tema de prostituci¨®n de menores y derechos relativos a los trabajadores¡±, le cuenta.
Es ya noviembre de 2008. La polic¨ªa catalana ha actuado tras una denuncia de una trabajadora en situaci¨®n irregular. Est¨¢n a pocos meses de reventar la operaci¨®n, y su inspecci¨®n les sirvi¨® para agitar el ¨¢rbol y animar los tel¨¦fonos. ¡°Estoy harto de hacer el tonto¡±, dir¨¢ Pascual, due?o del Saratoga, poco despu¨¦s, en referencia a los ya infructuosos pagos a Otero, seg¨²n la polic¨ªa.
Cuatro meses despu¨¦s, el 7 de marzo de 2009, cuando faltaban 10 minutos para las dos de la madrugada, decenas de mossos irrumpieron de forma simult¨¢nea en el Riviera y el Saratoga. En ese momento, en el Saratoga hab¨ªa 50 clientes, 52 prostitutas y ocho trabajadores; en el Riviera encontraron 164 mujeres, 60 clientes y 10 trabajadores. Durante varios d¨ªas, dejaron que los tel¨¦fonos sonasen y, poco a poco, fueron deteniendo al resto de implicados.
En 2002, el Saratoga se neg¨® a abonar una ¡°mordida¡± y fue castigado con una redada contundente
Entre ellos, el inspector Abundio Navas, destinado en Extranjer¨ªa, para el que el fiscal pide 22 a?os. Mart¨ªn Pujal carg¨® las tintas contra ¨¦l en su declaraci¨®n. Este, a su vez, lament¨® que sus jefes nunca le permitieran ponerle freno a Pujal (con un presunto curr¨ªculo de extorsiones previas a este caso). En concreto, Abundio declar¨® que el ex jefe superior de Polic¨ªa de Catalu?a Jos¨¦ Irineo ten¨ªa inter¨¦s en que Pujal estuviese callado porque pod¨ªa vincularle con la mafia rusa que cay¨® en la Operaci¨®n Avispa, en 2005. Dio a entender ante el tribunal que Irineo conoc¨ªa el funcionamiento de la trama, que falsificaba pasaportes, y lo permiti¨®.
?Se qued¨® la Operaci¨®n Ilusionista solo en la punta del iceberg? Fuentes policiales lo afirman con rotundidad. ?Qu¨¦ llev¨® a Mart¨ªn Pujal a delatar a los polic¨ªas? Seg¨²n algunas fuentes, su intenci¨®n inicial era infiltrarse; otras afirman, en cambio, que fue la excusa que hall¨® cuando le pillaron. ?Y qu¨¦ movi¨® a Guti¨¦rrez Carbajo? Los acusados por el confidente alegan que era enemigo de Otero y que quiso vengarse porque su exmujer fue despedida del Saratoga. En las conversaciones de caf¨¦, hay quien saca a relucir infidelidades, desencuentros, egos, poder... Incluso una lucha sin cuartel entre cuerpos policiales. Cuestiones, todas ellas, ya solo pendientes de una sentencia.
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