Perder la vida y luego el nombre
Espa?a entierra sin identificar a cinco de los inmigrantes muertos en El Tarajal En Marruecos quedan 10 que una ONG asegura haber reconocido
En las fronteras abundan las paradojas. Los 8 kil¨®metros de tierra que comparten Ceuta y Marruecos est¨¢n recorridos por una doble empalizada rematada por concertinas como navajas, pero en el punto en el que la valla termina sobre el mar, la arena de la playa de El Tarajal permite pasar de un pa¨ªs a otro a pie, sumergi¨¦ndose en el Mediterr¨¢neo solo hasta la cintura cuando la marea se vac¨ªa.
El 6 de febrero, despu¨¦s de que 200 africanos intentaran bordear ese espig¨®n para entrar a Espa?a y fueran repelidos por la Guardia Civil con pelotas de goma y gases lacrim¨®genos, 10 cad¨¢veres quedaron en el lado marroqu¨ª de la valla y cinco en el espa?ol. Los primeros est¨¢n siendo identificados por una ONG que recorre las morgues alau¨ªes; los segundos se enterraron en tumbas sin nombre del cementerio cristiano de Ceuta. Conocer sus identidades ser¨¢ imposible hasta que un familiar compare su ADN con las muestras que los Juzgados de Instrucci¨®n 1 y 6 de la Ciudad Aut¨®noma ordenaron extraer. Sin embargo, solo a una decena de kil¨®metros de El Tarajal, en los montes que nacen frente a la ciudad de Fnidq (Castillejos) es f¨¢cil encontrar pistas.
¡°Mi hermano mayor ha muerto¡±, explica Rom¨¦o Nyamsi, de 19 a?os sin dar su nombre para no preocupar a la familia. ¡°No he tenido a¨²n valor de llamar a mi madre a dec¨ªrselo. No me han dejado ni reconocer su cad¨¢ver. No lo he podido enterrar¡±. Rom¨¦o vive en una cueva de la parte alta de la monta?a, a dos horas de camino desde la base, junto a otros 10 cameruneses cristianos. Todos participaron en el intento de cruzar la frontera. Rom¨¦o lleg¨® a pisar la orilla espa?ola. Dice que all¨ª vio el cad¨¢ver de su hermano, pero los guardias lo esposaron y a los cinco minutos le devolvieron a Marruecos sin dejarle ocuparse del cuerpo.
Los cameruneses est¨¢n reunidos en el interior de su cueva. Cocinan un jabal¨ª que han cazado mediante trampas. La cabeza del animal se asa entre troncos, reseca, amojamada. Desde la gruta se abren unas vistas escalofriantes de los bosques cercanos, por los que se reparte una cincuentena de africanos divididos seg¨²n nacionalidades y religiones. No saben si algunos de sus camaradas desaparecidos est¨¢n muertos, porque muchos huyeron de la zona despu¨¦s del enfrentamiento con la Guardia Civil. Cuentan m¨¢s de 20 desaparecidos. ¡°Muchos han regresado a T¨¢nger o Rabat, donde tienen amigos que les cuidan o pueden encontrar un trabajillo¡±, explica Steve. Los cameruneses musulmanes han partido hacia Oujda, donde la universidad local les permite residir en sus instalaciones. ¡°All¨ª hacen su duelo¡±. Tambi¨¦n hay heridos en hospitales de Tetu¨¢n, aseguran. En homenaje a los que s¨ª saben a ciencia cierta que han fallecido cantan en coro mezclando franc¨¦s y blassa una canci¨®n compuesta por Theodore Landry, m¨²sico atormentado del grupo desde que su madre muri¨® hace tres meses: ¡°Quiero entrar en Europa. Entonces t¨² sonreir¨¢s, mam¨¢. ?D¨®nde quedaron mis hermanos?¡±. Theodore act¨²a de solista y los dem¨¢s lanzan al aire los nombres de los fallecidos: ¡°Adebayor, Martin, Oncle, Kenzo¡¡±. La atm¨®sfera es de gran misticismo, el humo de jabal¨ª y las part¨ªculas de ceniza flotan en el aire. Tocan las palmas. Los hombres relatan el horror de verse rodeados de compa?eros patalendo mientras se ahogaban. ¡°Vivimos en un bosque, pero no somos primitivos. No se nos puede matar como a mosquitos¡±, se queja Steve. ¡°Estuvimos casi media hora en el agua. Cada vez que nos acerc¨¢bamos a la playa nos manten¨ªan a raya con tiros. Por eso nos alejamos y perdimos pie, y por eso hubo tanta gente que se agot¨® y se ahog¨®¡±.
Mi hermano mayor ha muerto", explica Rom¨¦o Nyamsi, de 19 a?os. ¡°No me han dejado ni reconocer su cad¨¢ver"
Muchos tienen heridas recientes en la cabeza que atribuyen a los porrazos y las pelotas de goma de la Guardia Civil. Theodhore muestra una enorme costra en la cabeza. ¡°Y tuve suerte de que me dieran a m¨ª y no al salvavidas, porque si lo hubieran reventado me habr¨ªa ahogado. No s¨¦ nadar¡±.
Los inmigrantes que intentan cruzar por la valla son los parias de los parias. Solo el 16% de las entradas clandestinas a Espa?a en 2013 (unas 7.550 en total) fueron mediante este sistema, seg¨²n un reciente estudio de la Asociaci¨®n Pro-Derechos Humanos de Andaluc¨ªa (Apdha). En los montes alrededor de Ceuta, los que tienen algo de dinero compran entre varios una lancha neum¨¢tica por 400 euros e intentan entrar por el mar. Pero Rom¨¦o no tiene ahorros. Estudi¨® el primer ciclo de un bachillerato en letras. Dej¨® su casa y a su madre hace tres a?os cuando se enter¨® de que su hermano iba a intentar llegar a Europa. ¡°Aqu¨ª no estamos mal. No es como Nador¡±, dice Steve sobre el monte. ¡°Hay agua en los riachuelos y comida: mendigamos en la carretera o recogemos despu¨¦s del mercado de Castillejos restos de manzanas, tomates¡¡±. Los marroqu¨ªes del pueblo son generosos con ellos, aunque reconocen sentir cierto desprecio. ¡°Algunos ni?os nos tiran piedras¡±. Las relaciones con la polic¨ªa tampoco son buenas. ¡°Tenemos que escondernos de ellos. Esta cueva la quemaron la semana pasada¡±, explica Rom¨¦o pasando el ¨ªndice tiznado por una de las paredes de la caverna. M¨¢s tarde un polic¨ªa de paisano que abordar¨¢ a los periodistas al bajar de la monta?a les confirmar¨¢ que tienen como misi¨®n expulsar a los subsaharianos. ¡°A m¨ª ya me subieron una vez a un autob¨²s y me dejaron en el desierto de Argelia, pero volv¨ª a pie¡±, cuenta Rom¨¦o. ¡°Volveremos a intentarlo. Muchos se asustan y regresan a sus casas, pero yo no. Mi hermano mayor ha muerto: no puedo regresar¡±.
Dif¨ªcilmente la gesti¨®n de la tragedia de El Tarajal podr¨ªa ser m¨¢s discutida. Despu¨¦s de que lo negase el director de la Guardia Civil, Arsenio Fern¨¢ndez de Mesa, el delegado del Gobierno en Ceuta, Francisco Antonio Gonz¨¢lez P¨¦rez, reconoci¨® que se emple¨® material antidisturbios para alejar a los hombres que estaban en el mar, ¡°pero nunca contra las personas¡±. La expulsi¨®n de los inmigrantes que entraron vivos en Espa?a puede dar lugar a un cambio de la legislaci¨®n para avalar esta clase de devoluciones a Marruecos sin las garant¨ªas legales hasta ahora exigidas. Con los medios de comunicaci¨®n la prioridad tampoco ha sido de transparencia: la Delegaci¨®n de Gobierno en Ceuta y la Guardia Civil rechazaron participar en este reportaje. El martes 18 el Ministerio del Interior recibi¨® una lista de 13 preguntas sobre el funcionamiento de las fronteras y no respondi¨® ninguna. Y la gesti¨®n de los cad¨¢veres tambi¨¦n ha sido muy contestado entre las asociaciones humanitarias.
Los cinco cuerpos reposan en el cementerio cristiano de Ceuta, levantado sobre una loma de bellos colores frente al bravo mar del estrecho de Gibraltar. Se reparten por nichos dispersos de la galer¨ªa de Santa Beatriz de Silva: el 158, el 156¡ Las tumbas est¨¢n sin marcar y solo la ayuda de un jardinero permite identificarlas. Una trabajadora de la funeraria explica que fue un entierro de beneficencia pagado por el Ayuntamiento, que confirma que abon¨® 2.400 euros por los cinco sepelios, todos de varones menores de 30 ahogados. Se suman al centenar de inmigrantes sin identificar que se reparten entre los cementerios cristiano y musulm¨¢n de Ceuta. Si no se conoce la fe del muerto, se opta por el cristiano. Si los cuerpos no est¨¢n identificados no se pueden repatriar ni avisar a ninguna embajada. En otros casos dram¨¢ticos, como el naufragio en Rota con 37 v¨ªctimas en 2003, la Guardia Civil ha tenido un importante papel en la identificaci¨®n de los muertos. En esta ocasi¨®n las circunstancias son distintas y el instituto armado no ha querido informar sobre su implicaci¨®n en el asunto. ¡°Solo vino a intentar reconocer el cad¨¢ver una monjita con una foto que hab¨ªa mandado un familiar de Europa, pero no hubo suerte¡±, explica la empleada de la funeraria. Junto a la monja asistieron unos cuantos residentes del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) en se?al de solidaridad.
¡°Ha sido un golpe para todos, pero el centro ha seguido funcionando igual¡±, explica Juan Miguel Blasco, jefe de servicio del CETI, una instituci¨®n de referencia en la ciudad. Los inmigrantes entran y salen a voluntad y reciben formaci¨®n profesional. El jueves ten¨ªa 547 residentes para una capacidad oficial de 512, pero ha llegado a los 800. Ese mismo d¨ªa recibieron dos familias sirias y a dos africanos. Pueden entran en Espa?a de formas diversas (pasaportes falsos, escondidos en un cami¨®n¡) pero todos completan el mismo recorrido que hubieran seguido las v¨ªctimas de El Tarajal: dirigirse a la polic¨ªa para que los filie, y luego personarse en el CETI. Oncle, Martin o Kenzo se habr¨ªan instalado en uno de sus barracones y habr¨ªan esperado el plazo de rigor (de cuatro a seis meses) a que Interior los trasladara a la Pen¨ªnsula para ingresarlos en un CIE de camino a la te¨®rica expulsi¨®n, o en otro centro para descongestionar el ceut¨ª.
Los cinco subsaharianos enterrados en Ceuta solo est¨¢n identificados con un n¨²mero. Hay un centenar as¨ª
La atenci¨®n que han recibido los 10 cad¨¢veres que permanecen en Marruecos ha sido muy distinta. Los esfuerzos de una mujer han dado su fruto. Helena Maleno, investigadora de la ONG Caminando fronteras, ha recorrido las morgues de Rinc¨®n y Castillejos para identificar los cuerpos. En una conversaci¨®n telef¨®nica aseguraba que ya ha completado el proceso y se declaraba indignada porque en Espa?a las autoridades no hayan emprendido un esfuerzo similar. En los monte marroqu¨ªes, Steve confirm¨® que Maleno los visit¨® desde T¨¢nger, donde reside, para obtener pistas sobre los muertos.
La presi¨®n sobre Ceuta
Ceuta y Melilla viven una situaci¨®n complicada. Seg¨²n el ya citado informe de Apdha, concentran casi el 60% de las entradas de inmigrantes en Espa?a, aunque esta asociaci¨®n tambi¨¦n matice que la presi¨®n es muy relativa teniendo en cuenta que zonas fronterizas como Italia reciben 36.000 inmigrantes al a?o, cinco veces m¨¢s que Espa?a.
En las calles ceut¨ªes se aprecia la ambivalencia de esta presi¨®n, innegable pero relativa. Por ejemplo apenas se ven negros por la calle: solo en las inmediaciones del CETI o algunos aparcacoches. El objetivo reconocido de los africanos es saltar a la Pen¨ªnsula de camino hacia Europa, nunca quedarse en Ceuta.
El alcalde-presidente de la ciudad, Juan Jes¨²s Vivas (PP), defiende que los ceut¨ªes han enfrentado con madurez su peculiar situaci¨®n: ¡°La vida en la ciudad no se altera con los picos de inmigraci¨®n porque forma parte de nuestra esencia. Sabemos que somos la frontera entre dos mundos, y que nacer en un lado o en otro supone tener una esperanza de vida de 82 a?os o de 52, como es en Mal¨ª¡±. La ciudad nunca ha vivido grandes tensiones, ni siquiera cuando la inmigraci¨®n dej¨® de ser exclusivamente marroqu¨ª para convertirse en negra, a partir de 1995, cuando un grupo de emigrantes ocup¨® un fort¨ªn la Muralla Real.
Vivas pide que la singularidad ceut¨ª sea recompensada con una mirada m¨¢s generosa, especialmente de la Uni¨®n Europea, que limita su inversi¨®n a los 527 millones de euros que destina en Espa?a a programas de protecci¨®n de fronteras (notablemente el SIVE para detectar pateras en el mar). La ciudad, con 85.000 habitantes, no quiere desviar m¨¢s recursos a la atenci¨®n social de los reci¨¦n llegados precisamente en un momento en que vive una oleada de paro alarmante, con m¨¢s de 13.000 desempleados y un aumento de poblaci¨®n del 10% en seis a?os, la mayor¨ªa de ellos ceut¨ªes y marroqu¨ªes nacionalizados que han salido de la Pen¨ªnsula al perder su empleo.
¡°La frontera tambi¨¦n necesita inversiones importantes en infraestructuras y tecnolog¨ªa¡±, expone como ejemplo. No se equivoca. La frontera vive interminables atascos desde que hace unos meses Marruecos comenz¨® a reformar su zona de paso. El mi¨¦rcoles, entre los 3.000 coches que cruzan al d¨ªa se mueve un enjambre de porteadores de productos que salen hacia Marruecos del pol¨ªgono de El Tarajal, trabajadores que cruzan de un lado a otro y buscavidas que presumen de historial delictivo. En los cambios de guardia los contrabandistas intercambian signos con ancianas sepultadas por paquetes de mantas y pa?ales. A veces las se?ales no son para ellas, sino para quienes las llevan del brazo, porque entre las porteadoras se pueden ver mujeres ciegas o con muletas. El ¨²nico requisito es que tengan una espalda para cargar.
En este paso por donde transitan 25.000 personas al d¨ªa no hay urinarios. Por eso la valla que separa el lado espa?ol del tramo de playa llamado zona de nadie est¨¢ rodeada de hombres que orinan frente a las gaviotas. La arena gris de El Tarajal aparece cubierta de basura. El resultado de la mezcla se podr¨ªa tomar por la fetidez de la miseria, pero en realidad corresponde al perfume de la prosperidad, porque esta frontera es el motor econ¨®mico de Ceuta y del norte de Marruecos. Otra paradoja.
La tarde se disuelve perezosa entre hombres con los ojos rojos de beber cerveza que esperan alguna ¨²ltima e improbable oportunidad de negocio. El mar est¨¢ calmo como un plato, y eso los 550 agentes que defienden el per¨ªmetro de la ciudad (400 son guardias civiles) lo toman como el presagio de una avalancha de inmigrantes.
La plataforma sobre la que el 6 de febrero unos guardias civiles avanzaron para disparar sus salvas se interna en el mar como un trampol¨ªn rodeado de rocas. La basura se agarra a ellas. Tampones, bolsas de pl¨¢stico, latas vac¨ªas¡ Hace dos semanas los cuerpos de cinco hombres pasaron junto a esas mismas piedras. En mitad de la batalla pol¨ªtica y golpes patri¨®ticos en el pecho, sus cad¨¢veres se enterraron en el m¨¢s absoluto de los silencios.
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