Su¨¢rez y la concordia
Son muy pocos los hombres llamados a marcar una ¨¦poca, y son menos a¨²n los que han logrado dejar un legado tan vivo y una huella tan fecunda y feliz de su labor. Es el caso ejemplar de Adolfo Su¨¢rez, un hombre capaz de restaurar la grandeza a la pol¨ªtica y hacer realidad una idea de Espa?a basada en la concordia. Por estos m¨¦ritos, nuestro primer presidente democr¨¢tico no s¨®lo fue el mejor cauce para la reconciliaci¨®n entre espa?oles, sino que tambi¨¦n ha condensado en su trayectoria vital los mejores ¨¦xitos colectivos de la Espa?a contempor¨¢nea. Y hoy podemos hablar de ¨¦l no s¨®lo como un personaje estelar de la historia de Espa?a, sino como el protagonista de uno de los grandes episodios que, en cualquier lugar del mundo, se han escrito en el relato de la libertad.
En esta hora de profunda tristeza, al despedir a Adolfo Su¨¢rez, los espa?oles lloramos la desaparici¨®n de una persona de bien, de un gran espa?ol y un gran europeo, de un hombre de Estado cuya dimensi¨®n enaltece las ¨²ltimas d¨¦cadas de nuestra historia com¨²n, al tiempo que trasciende los l¨ªmites del tiempo en que le toc¨® vivir. Porque su legado es mucho m¨¢s que el eco de la gran obra pol¨ªtica que es la Espa?a democr¨¢tica de hoy y de ma?ana.
Son innumerables los logros que, en el curso de una vida entregada a su pa¨ªs, lleg¨® a acumular Adolfo Su¨¢rez. Art¨ªfice de la Espa?a democr¨¢tica, y forjador, en plena cooperaci¨®n y sinton¨ªa con su majestad el rey don Juan Carlos, del pa¨ªs libre, abierto y desarrollado en el que hoy vivimos, supo ser un referente de unidad m¨¢s all¨¢ de diferencias ideol¨®gicas y el mejor punto de encuentro para las aspiraciones de una sociedad plural como la espa?ola.
Si, como presidente del Gobierno, antepuso los intereses generales a los suyos propios y logr¨® ser un verdadero gobernante para todos los espa?oles, su influencia determinante en la Transici¨®n y en la Constituci¨®n de 1978, as¨ª como su firmeza inquebrantable frente a los enemigos de la libertad, sirvieron para asentar con solidez las bases de la ¨¦poca de mayor progreso que nunca ha conocido nuestro pa¨ªs.
Continuador de la mejor tradici¨®n reformista espa?ola, el primer presidente de nuestra democracia fue destacado int¨¦rprete de unos a?os de profundos cambios en nuestra sociedad. No en vano, tuvo el enorme m¨¦rito a?adido de cuajar su obra en una hora de Espa?a excepcionalmente dif¨ªcil. Muchos a¨²n la recordamos: una coyuntura pol¨ªtica cargada de incertidumbre, y una circunstancia econ¨®mica de sever¨ªsima crisis. Sin embargo, Adolfo Su¨¢rez supo encontrar salidas ante lo que tantos ve¨ªan como callejones sin salida. Y al optar por el ¡°lenguaje moderado, de concordia y conciliaci¨®n¡± de ¡°la mayor¨ªa de los ciudadanos¡±, logr¨® cerrar heridas, borrar cicatrices, restaurar nuestras libertades, devolver a Espa?a al curso de su historia y abrirle las puertas del gran proyecto de Europa.
As¨ª consigui¨® que los espa?oles, unidos por un relato positivo de nuestra trayectoria en com¨²n, figur¨¢semos como una historia de ¨¦xito ante nosotros mismos y ante el mundo. Y con su ejemplo pol¨ªtico y vital, el presidente Su¨¢rez nos ense?¨® a todos que, incluso en los momentos m¨¢s dif¨ªciles, no hay aspiraci¨®n que no est¨¦ al alcance de nuestro esfuerzo solidario.
Nada de ello hubiera sido posible sin las herramientas de la gran pol¨ªtica: su esp¨ªritu de consenso y de di¨¢logo, su capacidad para el pacto. A Adolfo Su¨¢rez le asistieron al mismo tiempo la inteligencia pol¨ªtica y el sentido de la historia, el amor por su pa¨ªs con una l¨²cida comprensi¨®n de su diversidad y riqueza. Junto a ello, su calidad humana y su c¨¦lebre cordialidad ¡ªtan evidentes a quienes tuvimos la fortuna de tratarle¡ª dieron atractivo a su proyecto.
Su sensibilidad se puso de manifiesto muy especialmente en su papel imprescindible a la hora de sumar voluntades de cara a la Constituci¨®n de 1978. All¨ª quedaron gestos de grandeza para la historia, como la complicidad cultivada por Su¨¢rez con sus adversarios pol¨ªticos como Felipe Gonz¨¢lez, Santiago Carrillo o con el presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas. La nueva Espa?a democr¨¢tica, con vocaci¨®n europea, se ofrec¨ªa como un espacio com¨²n para todos ellos: los espa?oles del interior, y tambi¨¦n los que estaban y se sent¨ªan en el exterior, pod¨ªan al fin compartir en paz y libertad un pa¨ªs donde nadie sobraba y todos cab¨ªan; un pa¨ªs que todos pod¨ªan emplear como plataforma para escribir su futuro.
Aquella gran generaci¨®n supo ver la necesidad de un entendimiento fecundo y perdurable para la mayor¨ªa
Junto con Su¨¢rez, aquella gran generaci¨®n supo ver la necesidad hist¨®rica de un entendimiento fecundo y perdurable entre diferentes para satisfacci¨®n de la mayor¨ªa. Y pudieron plasmarlo en un ¨¦xito evidente a ojos de todos los espa?oles: el texto constitucional que nos ha hecho vivir la mayor prosperidad en nuestra historia compartida y nuestra mayor apertura a Europa. Por eso, el extraordinario fruto de aquella voluntad de entendimiento todav¨ªa nos indica el camino que estamos llamados a seguir.
Con un inmenso apoyo popular, la Constituci¨®n reflejaba y refleja una concepci¨®n de Espa?a como un pa¨ªs de inclusiones, donde cada uno se afirma en el reconocimiento del otro.
Esa Espa?a constitucional busc¨® adecuarse a la realidad del pa¨ªs: una trama rica de identidades que se ve¨ªan nuevamente valoradas y potenciadas, liberando sus energ¨ªas para el bien com¨²n, al tiempo que incrementaban sus responsabilidades con el autogobierno de los territorios. Se forjaba as¨ª una Espa?a donde las diferencias, lejos de causar incompatibilidades, pueden armonizarse para enriquecer y fortalecer nuestros prop¨®sitos compartidos. Y al volver la vista atr¨¢s, la positiva vivencia diaria con la Constituci¨®n de 1978 no viene sino a corroborar la excelencia de los planteamientos y la persistencia de los ideales que la alumbraron.
En los ¨²ltimos tiempos, el cari?o admirable con que la familia del presidente Su¨¢rez le ha acompa?ado hasta el final ha sido para todos un motivo de consuelo en el dolor. Y hoy, cuando los espa?oles nos despedimos de uno de sus mejores hombres, no hay homenaje m¨¢s hondo que honrar con nuestros actos su memoria. Porque, como dijo el propio Adolfo Su¨¢rez, aunque ¨¦l ya no est¨¦ junto a nosotros, ¡°no podemos prescindir del esfuerzo que todos juntos hemos de hacer para construir una Espa?a de todos y para todos¡±. Es un mensaje que hoy pervive con plena fuerza, actualidad y validez.
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