Dej¨® de irle bien cuando no estuvo solo
La etapa del CDS supuso su resurrecci¨®n y tambi¨¦n su ca¨ªda final


Rafael Escuredo, entonces presidente de la Junta de Andaluc¨ªa, dijo en una comida con periodistas en el restaurante Jai Alai, quiz¨¢s en 1982, que lo m¨¢s importante en la pol¨ªtica es la oportunidad. No la intenci¨®n, no el fondo, no las formas¡: la oportunidad; el momento en que se hace algo, ese momento y no otro, ese lugar, ese d¨ªa.
El don de la oportunidad le sonri¨® a Adolfo Su¨¢rez en su etapa al frente de la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD): muchos pasos certeros en el instante adecuado, aprovechando las circunstancias para culebrear entre ellas. Pero una vez hecha la obra cicl¨®pea de encaminar a Espa?a hacia la democracia, la suerte cambi¨® en su camino pol¨ªtico, y el don de la oportunidad le abandon¨®.
UCD parec¨ªa un partido, pero se hab¨ªa formado como una coalici¨®n, con personalidades de muy diversas ideolog¨ªas que repudiaban a la derecha heredera del franquismo y que a la vez se sent¨ªan muy lejanas de las ideas izquierdistas que daban tanta preponderancia al Estado frente a la iniciativa privada. Dirig¨ªan la organizaci¨®n personas muy heterog¨¦neas: liberales, socialdem¨®cratas, democristianos¡, y sus bases de militancia casi ni exist¨ªan. Por eso Su¨¢rez se propuso unirlos en una sola formaci¨®n pol¨ªtica, no sin dificultades y resistencias. Por ejemplo, uno de los barones que formaban ese conglomerado centrista le sugiri¨® que antes de decidir la fusi¨®n deber¨ªan consultar a las bases. Y Su¨¢rez le respondi¨®: "Pues ll¨¢malas por tel¨¦fono".
As¨ª que el partido UCD se constituy¨® como tal, pero nunca funcion¨® con la disciplina que ahora conocemos en las organizaciones pol¨ªticas o sindicales. Eso deriv¨® en una voladura interna sin control que propici¨® en enero de 1981 la dimisi¨®n del entonces presidente del Gobierno y la convocatoria de elecciones casi dos a?os despu¨¦s a cargo de su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo (entre medias, el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981).
Adolfo Su¨¢rez hab¨ªa dejado la Moncloa y luego, un a?o m¨¢s tarde, su esca?o de UCD. Eso le permiti¨® crear sin ataduras un nuevo partido, el Centro Democr¨¢tico y Social (CDS). Sus allegados explicaban entonces que quien hab¨ªa logrado aquella tremenda tarea de la transici¨®n con un grupo parlamentario desintegrado deseaba comprobar qu¨¦ no ser¨ªa capaz de conseguir con una formaci¨®n que le arropase de verdad, unida en torno a ¨¦l, y que cubriera el espacio centrista de la moribunda UCD.
La convocatoria anticipada de elecciones en octubre de 1982 le encuentra todav¨ªa con el partido a medio formar, casi sin militantes suficientes para completar las listas. Logra dos esca?os, el suyo y el de su fiel escudero Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n (m¨¢s tarde alcalde de Madrid), pero su nuevo empe?o acababa de comenzar.
En apenas unos meses hab¨ªa pasado del palco de la plaza¡ a la arena. Pero a la arena del desierto, cuya traves¨ªa iba a resultar apasionante.
Cuatro a?os despu¨¦s, las elecciones generales de 1986 le dan un incremento formidable: suma ya 19 esca?os. Su¨¢rez despliega su aura hasta abarcar con ella a todo el partido, y el CDS se convierte en la formaci¨®n de moda que atrae a todo tipo de personalidades. El siguiente escal¨®n en el calendario lo marcan las elecciones municipales, auton¨®micas y europeas de 1987 (simult¨¢neas las tres). Sin excesiva fuerza a¨²n en toda Espa?a, echa el resto en la lista para el Parlamento de Estrasburgo, en la que re¨²ne a candidatos deslumbrantes: Eduardo Punset, Carmen D¨ªez de Rivera, Federico Mayor Zaragoza, Ra¨²l Morodo, Rafael Calvo Ortega¡ El exdirector de RTVE Fernando Castedo encabeza la candidatura para la Comunidad de Madrid; y Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n, exministro de Industria y de Defensa, se presenta para la alcald¨ªa de la capital. Los resultados consolidan al CDS como tercer partido, con un 10,26% de los votos y con 7 esca?os en el Parlamento europeo (29 el PSOE, 17 Alianza Popular, 3 Izquierda Unida); se hace con la presidencia de Canarias y con las alcald¨ªas de Segovia y ?vila, y en el Ayuntamiento de Madrid tiene la llave para inclinar la balanza hacia el PSOE o AP.
Una vez hecha la obra cicl¨®pea de encaminar a Espa?a hacia la democracia, la suerte cambi¨® en su camino pol¨ªtico, y el don de la oportunidad le abandon¨®
La indefinici¨®n calculada de Su¨¢rez hab¨ªa dado lugar a que todos los periodistas integrados en la caravana del CDS en la campa?a de 1987 se conjuraran para plantearle sucesivamente una sola pregunta durante su conferencia de prensa en ?vila, ocho d¨ªas antes de la jornada de electoral: ?A qui¨¦n dar¨¢ usted sus votos? La incomodidad inicial del propio Su¨¢rez ante la humorada se desvaneci¨® cuando por fin un periodista pregunt¨® en tono jocoso qu¨¦ le parecer¨ªa al dirigente centrista la idea de que los electores del CDS escribieran en su papeleta el nombre del partido al que deseaban votar y, en el rengl¨®n inferior, el nombre del partido con el que les gustar¨ªa que pactase. El buen ambiente creado siempre por Su¨¢rez con sus inmediatos -propios o ajenos- permiti¨® aquella broma general y las risas consiguientes, pero dejaba claro que el papel del CDS empezaba a no concebirse como un proyecto aut¨®nomo.
Y es ah¨ª donde el don de la oportunidad le empieza a fallar. De repente, el partido de centro decidir¨¢ inclinarse. Todo se f¨ªa en su seno a la contrastada intuici¨®n de Su¨¢rez, porque el debate interno apenas existe. Y el CDS se inclin¨®.
Su¨¢rez hab¨ªa pasado de encabezar el conglomerado de grup¨²sculos que fue UCD, pero unidos circunstancialmente en torno a un proyecto democr¨¢tico, a crear un partido unido que es ya el CDS, pero cuyos dirigentes empezar¨¢n a distanciarse por culpa de una decisi¨®n clave que se iba a adoptar en junio de 1989.
El partido centrista hab¨ªa logrado 8 concejales en Madrid, por 24 del PSOE y 20 de AP. La elecci¨®n del socialista Juan Barranco como candidato m¨¢s votado se dio la vuelta dos a?os m¨¢s tarde, cuando el partido de Su¨¢rez pact¨® con la derecha municipal una moci¨®n de censura que colocaba a Rodr¨ªguez Sahag¨²n, el gran amigo de Su¨¢rez, en la alcald¨ªa. Muchos de sus electores quedaron desconcertados con aquel pacto. Y as¨ª en las elecciones de 1989 se invirti¨® la triunfal tendencia del CDS, que baja en esos comicios a 14 diputados. Comienzan entonces las deserciones (otra vez las deserciones), incluida su hasta entonces fiel Carmen D¨ªez de Rivera; y salen a la luz muchas carencias del partido: un aparato poco profesional, sobre todo en el ¨¢rea de Comunicaci¨®n; escasas reuniones internas, problemas de financiaci¨®n...
El expresidente Su¨¢rez advierte el problema. En efecto, se le percibe m¨¢s a la derecha que en el centro; y da un volantazo: empieza a gui?ar el ojo al PSOE, al que propone "pactos de progreso". Desea recuperar la imagen de partido centrista, pero tambi¨¦n prev¨¦ que los socialistas perder¨¢n la mayor¨ªa absoluta y necesitar¨¢n alguien que les apoye a cambio de colocar una parte de su programa.
Eso tendr¨ªa tambi¨¦n sus contraindicaciones. Rodr¨ªguez Sahag¨²n empieza a darse cuenta de que por ese camino acabar¨¢ haciendo campa?a contra s¨ª mismo, y se distancia. Su posterior enfermedad har¨¢ el resto, porque termina abandonando tambi¨¦n, en abril de 1991. Y lo mismo anuncian otros notables del partido, incluida Rosa Posada, expresidenta de la Asamblea de Madrid, que m¨¢s tarde se pasar¨¢ a Alianza Popular.
En UCD, las discrepancias estaban dentro. En el CDS, las discrepancias ya est¨¢n fuera. Pero la situaci¨®n no parece mucho mejor. Los disidentes afloran de nuevo a su alrededor. Su¨¢rez limita entonces su presencia en los medios de comunicaci¨®n, y empieza un regreso hacia s¨ª mismo que ya no tendr¨ªa marcha atr¨¢s.
Las encuestas comienzan a reflejar la ca¨ªda, que se retrata sin paliativos en las elecciones municipales y auton¨®micas de mayo de 1991 (logra solo un 3,88% de los votos). El art¨ªfice de la Transici¨®n acepta enseguida la derrota y dimite de nuevo como presidente de un partido. Dos a?os m¨¢s tarde, un CDS descabezado se desplomar¨¢ al 1,76% de los votos y registrar¨¢ un rosco en su casillero de diputados. La palabra ¡°centro¡± desaparece de los nombres de los partidos espa?oles.
El hombre que un d¨ªa supo combinar la oportunidad con la audacia hab¨ªa errado el camino; se descentr¨® de su ruta.
Lo explicaba bien un compa?ero suyo en aquella comisi¨®n ejecutiva del CDS y ministro antes en la etapa de UCD: un partido centrista siempre se contaminar¨¢ con sus pactos. Y a?ad¨ªa: "Cuando mejor le ha ido a Su¨¢rez ha sido cuando ha estado solo".
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