Uno de los nuestros
Tambi¨¦n los militares sucumbieron en alg¨²n momento a la irresistible simpat¨ªa de Su¨¢rez
Contaba Santiago Carrillo que cuando en febrero de 1977 conoci¨® a Adolfo Su¨¢rez le sorprendi¨® la forma en que el presidente del Gobierno le record¨® los padecimientos de su padre y de su abuelo, ambos republicanos, en la Guerra Civil y en la posguerra. Oy¨¦ndole hablar del pasado, el l¨ªder del PCE no pudo evitar la impresi¨®n de estar ante ¡°uno de los nuestros¡±. Estas palabras ven¨ªan despu¨¦s de una breve pausa, como si Carrillo buscara la forma precisa de expresar una sensaci¨®n tan inesperada, si se tiene en cuenta que su interlocutor, ministro del Movimiento hasta pocos meses antes, hab¨ªa hecho toda su carrera pol¨ªtica bajo el r¨¦gimen de Franco.
Aquella entrevista secreta en casa de Jos¨¦ Mario Armero culminaba siete meses de reuniones continuas iniciadas por Su¨¢rez nada m¨¢s ser nombrado presidente del gobierno. Habl¨® con los l¨ªderes de la oposici¨®n ¨Ctodav¨ªa ilegal¨C, con la prensa, con los militares, con la opini¨®n p¨²blica a trav¨¦s de la televisi¨®n, con las fuerzas vivas del r¨¦gimen, con sus amigos y sobre todo con sus adversarios. A Tierno Galv¨¢n le pareci¨® ¡°un pol¨ªtico brillante¡± y ¡°sumamente avispado¡±, imbuido de un ¡°pragmatismo cotidiano¡±. Quien m¨¢s quien menos, todo el mundo se rindi¨® a sus encantos, sobre todo aquellos que inicialmente se mostraban m¨¢s distantes o esc¨¦pticos, como los periodistas del club Blanco-White, que una noche de julio de 1976 escucharon perplejos sus grandes planes para la democratizaci¨®n del pa¨ªs. Un a?o despu¨¦s, celebradas ya las primeras elecciones democr¨¢ticas, Adolfo Su¨¢rez recib¨ªa el homenaje de aquellos mismos periodistas, que reconoc¨ªan as¨ª su condici¨®n de gran alquimista de la transici¨®n, capaz de convertir una dictadura plomiza en una democracia en ciernes.
Tambi¨¦n los militares sucumbieron en alg¨²n momento a la irresistible simpat¨ªa de Su¨¢rez, como atestigua el ¡°?viva la madre que te pari¨®!¡± con que le despidi¨® uno de los mandos de las Fuerzas Armadas que en septiembre de 1976 asistieron a una reuni¨®n con el presidente en la que este se habr¨ªa comprometido a no legalizar al Partido Comunista. ?Enga?¨® a la c¨²pula militar? ?Cu¨¢nto de simulaci¨®n hab¨ªa en su encanto personal y en su capacidad de empat¨ªa? La primera cuesti¨®n tiene f¨¢cil respuesta: en septiembre de 1976, Adolfo Su¨¢rez no ten¨ªa ninguna intenci¨®n de legalizar al PCE, al menos ¡°por ahora¡±, como, seg¨²n parece, apostill¨® en aquella reuni¨®n. Luego las cosas fueron m¨¢s deprisa de lo que ¨¦l pensaba, y de ah¨ª su encuentro secreto con Carrillo y la decisi¨®n adoptada por ¨¦l dos meses despu¨¦s. En cuanto al grado de sinceridad o fingimiento que hubo en ese actor pol¨ªtico excepcional que fue Adolfo Su¨¢rez, la brillantez con que interpret¨® el papel estelar de la transici¨®n solo se explica por su capacidad para creerse su propio personaje. Por eso, su mejor interpretaci¨®n fue la m¨¢s espont¨¢nea, aquella en la que, sin nada preparado, sin saber siquiera que aquellas im¨¢genes del 23-F pasar¨ªan a la posteridad, tuvo que encarnar a una democracia amenazada que se negaba a humillarse ante los golpistas. Solo por aquella lecci¨®n de dignidad y entereza, Adolfo Su¨¢rez ser¨¢ siempre uno de los nuestros.
Juan Francisco Fuentes es catedr¨¢tico de Historia contempor¨¢nea en la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro Adolfo Su¨¢rez. Biograf¨ªa pol¨ªtica
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