Un h¨¦roe tr¨¢gico
H¨¦roe es el que se sacrifica a s¨ª mismo para el bien de los dem¨¢s. Esto le diferencia del dictador, que hace todo lo contrario, es decir, aprovecharse de los dem¨¢s, pero tambi¨¦n del l¨ªder t¨ªpico, que obtiene tantos o m¨¢s beneficios que sus seguidores, y del m¨¢rtir, cuyo sacrificio es in¨²til. Adolfo Su¨¢rez se sacrific¨® a s¨ª mismo para dejar atr¨¢s el pasado y hacer que todos pudi¨¦ramos mirar hacia delante, hasta el punto de atreverse a decir, nada menos que en el momento de presentar su candidatura a las primeras elecciones: ¡°Nunca he perseguido en mis acciones de gobierno pedir nada para m¨ª¡±. Quiz¨¢ le cre¨ªmos porque entonces todos ¨¦ramos m¨¢s ingenuos, pero tambi¨¦n es cierto que ning¨²n pol¨ªtico se ha atrevido luego a decir algo as¨ª.
Probablemente el mayor acierto de Su¨¢rez en la Transici¨®n fue no dise?ar un objetivo, sino s¨®lo un proceso, cuyo resultado depender¨ªa de unas elecciones abiertas ¡ªes decir, una ley ¡°para¡± la reforma pol¨ªtica, m¨¢s que la reforma misma¡ª. Su motivaci¨®n principal fue el deseo de abandonar un r¨¦gimen pol¨ªtico obsoleto y, en sus recordadas palabras, ¡°elevar a la categor¨ªa pol¨ªtica de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal¡±. Neg¨® que existiera el determinismo hist¨®rico y crey¨® que ¡°el futuro, lejos de estar decidido, es siempre el reino de la libertad, abierto e inseguro¡±. Mirar hacia adelante, olvidar el pasado ¡ª¨¦sta fue su actitud fundamental¡ª.
Muchas cosas nuevas aprendimos todos de la Transici¨®n. Su¨¢rez se adelant¨® a los estudiosos al analizarse a s¨ª mismo y observar las dificultades de combinar la construcci¨®n de nuevas reglas institucionales con la gesti¨®n regular de gobierno, la cual s¨®lo puede desarrollarse normalmente una vez las nuevas reglas han sido establecidas. ?Cu¨¢ntos pa¨ªses han enfrentado despu¨¦s problemas semejantes! Con met¨¢fora insuperable, se?al¨® que se le ped¨ªa ¡°que cambiemos las ca?er¨ªas del agua, teniendo que dar agua todos los d¨ªas; que cambiemos el tendido el¨¦ctrico, dando luz todos los d¨ªas; que cambiemos el techo, las paredes y las ventanas del edificio, pero sin que el viento, la nieve o el fr¨ªo perjudique a los habitantes de ese edificio¡±. Casi lo consigui¨®. No est¨¢ claro si hoy ser¨ªa posible otra vez.
Reflexionando despu¨¦s, opin¨® que su ¨¦xito no se hab¨ªa basado en un ansia masiva de libertad, ya que esa demanda era s¨®lo minoritaria. La gente le apoy¨®, dec¨ªa Su¨¢rez, ¡°porque yo los alejaba del peligro de una confrontaci¨®n a la muerte de Franco. No me apoyaban por ilusiones y anhelos de libertades, sino por miedo a esa confrontaci¨®n; porque yo los apartaba de los cuernos de ese toro¡±. Interpret¨® as¨ª los mejores intereses de su pueblo e hizo de reclamaciones confusas un proyecto viable que casi todos pudieron aceptar.
Cuando el pasado regresaba para provocar la confrontaci¨®n y mover el proceso hacia atr¨¢s, Su¨¢rez trat¨® de evitarlo con su total sacrificio pol¨ªtico, es decir, con su dimisi¨®n, para evitar que ¡°el sistema democr¨¢tico de convivencia sea, una vez m¨¢s, un par¨¦ntesis en la historia de Espa?a¡±. No lo fue; pudimos seguir mirando hacia el futuro, tratar de olvidar el pasado.
Adolfo Su¨¢rez no s¨®lo promulg¨® la amnist¨ªa de los conflictos anteriores, sino que propugn¨® la amnesia. Fue el pol¨ªtico m¨¢s importante de la Transici¨®n, pero el ¨²nico que no escribi¨® sus memorias. Ni siquiera cuando hab¨ªa terminado la tarea quiso echar la vista atr¨¢s. Olvid¨® tr¨¢gicamente, olvid¨®, olvid¨®. Afortunadamente para ¨¦l, no lleg¨® a darse cuenta de que un d¨ªa acabar¨ªa regresando una nueva versi¨®n de aquella Espa?a eterna que ¨¦l hab¨ªa querido dejar atr¨¢s.
Josep M. Colomer es autor de La transici¨®n a la democracia: el modelo espa?ol.
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