Paz y movimientos sociales
No criminalicen a los movimientos sociales. ¡°Que haya paz social en este pa¨ªs me resulta asombroso¡±, dec¨ªa Almudena Grandes. Efectivamente, con las enormes fracturas econ¨®micas (desigualdad, paro y devaluaci¨®n salarial), pol¨ªticas (crisis de representaci¨®n y crisis territorial) y morales (corrupci¨®n en las ¨¦lites) abiertas en la sociedad no es f¨¢cil entender que no se haya encendido la calle. En buena medida se debe a los movimientos sociales que han canalizado el malestar y le han puesto voz.
Gracias a que los movimientos sociales han abierto el juego democr¨¢tico, la calle no es solo de los que pegan
Estos movimientos han conseguido sacar a los perdedores de la invisibilidad, colocando en la esfera p¨²blica los problemas que desde el poder se intentaban ocultar o minimizar como efectos colaterales inevitables de la crisis. La visibilidad es el primer paso hacia el reconocimiento, condici¨®n necesaria para evitar la exclusi¨®n. Una vez hechos visibles, les han dado voz. La pol¨ªtica es palabra, el que no la tiene no existe. Todo ello se ha concretado en movilizaciones de distinto signo, que han abierto, contra la voluntad de los que gobiernan, el juego participativo, llevando las reclamaciones a las altas instancias, como hicieron las PAH con la iniciativa popular sobre las hipotecas, al tiempo que se resolv¨ªan por otras v¨ªas casos concretos de desahucios; parando decisiones pol¨ªticas abusivas, como la privatizaci¨®n de la sanidad en Madrid; o encauzando la lucha contra atropellos gubernamentales como la ley del aborto o las reivindicaciones soberanistas de amplios sectores de la sociedad catalana, en el caso de la Asamblea Nacional Catalana. La fuerza creciente de estos movimientos ha puesto en evidencia la causa de sus ¨¦xitos: la crisis del sistema de representaci¨®n. La empat¨ªa ciudadana con estas movilizaciones, como reflejan las encuestas, viene precisamente de constatar que el oligopolio pol¨ªtico que controla las instituciones ni sabe leer sus preocupaciones ni quiere representar sus intereses. De modo que los movimientos sociales est¨¢n dando la apertura necesaria a la democracia, que desde las instituciones se niega.
El Gobierno, con la complicidad de buena parte de la casta partidaria, empe?ado en construir una democracia cada vez m¨¢s restrictiva, empez¨® descalificando a estos movimientos como antipol¨ªticos o antisistema, como si los ciudadanos no tuviesen derecho a hacer pol¨ªtica sin pasar por los partidos oficiales, para criminalizarlos, despu¨¦s. La ley de orden p¨²blico, que incluso el Consejo General del Poder Judicial considera aberrante, iba en parte dirigida a ellos. Los incidentes producidos al final de algunas manifestaciones, con acciones violentas de grupos organizados perfectamente conocidos por la polic¨ªa, se utilizan para criminalizar al conjunto de los movimientos, en vez de separar los comportamientos de unos pocos de la impecable conducta democr¨¢tica de la inmensa mayor¨ªa. Gracias a que los movimientos sociales han abierto el juego democr¨¢tico, que unas instituciones cada vez m¨¢s opacas se empe?an en cerrar, la calle no es solo de los que pegan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.