Odio y pol¨ªtica
El Gobierno invita a la fiscal¨ªa a actuar contra el odio en las redes sociales. El odio ha entrado paulatinamente en campa?a, quiz¨¢s porque algunos piensan que las palabras gruesas, cargadas de connotaciones siniestras, pueden atraer algunos votantes a un espect¨¢culo de plateas vac¨ªas. El odio es un sentimiento, una pasi¨®n del alma, dif¨ªcilmente objetivable, forma parte, como el amor, como el resentimiento o como la envidia del arsenal emotivo de un ser precario e inestable. La funci¨®n de la justicia no est¨¢ en actuar sobre los sentimientos humanos, est¨¢ en intervenir cuando se producen hechos tipificados como delitos. Del mismo modo que la tarea del gobernante es la pol¨ªtica, no la moral. Esta la debe aplicar a su comportamiento no a moralizar a la ciudadan¨ªa, por lo menos en una sociedad liberal. El odio es libre de sentirse. Perseguirlo de principio, antes de que se traduzca en conductas delictivas concretas es peligroso. De tomarse al pie de la letra podr¨ªa conducir a territorios desgraciadamente ya conocidos: limitaci¨®n de la libertad de expresi¨®n, internamientos en prisiones, correccionales y psiqui¨¢tricos, y un largo etc¨¦tera.
La funci¨®n de la justicia no es actuar sobre los sentimientos, sino sobre hechos delictivos
El antisemitismo es una enfermedad del esp¨ªritu muy extendida (y lo hemos vuelvo a ver en Twitter con la derrota del Madrid ante el Maccabi) pero a esta como a otras expresiones de odio, hay que combatirlas con la palabra, con la educaci¨®n, y con una cultura pol¨ªtica que no acuda a la construcci¨®n de chivos expiatorios (los inmigrantes, por ejemplo) para exorcizar los fracasos, las frustraciones y los errores.
El martes, Dolores de Cospedal acus¨® al presidente Artur Mas de ¡°fomentar el odio y la divisi¨®n con la mentira¡±. Dar ca?a a los dirigentes catalanes siempre da rendimientos electorales. La democracia es reconocimiento del conflicto, es ponerle voz, es confrontaci¨®n civilizada. Los proyectos pol¨ªticos marcan diferencias, generan fracturas, por eso tenemos mecanismos para dirimir los desacuerdos: el debate, la deliberaci¨®n, la negociaci¨®n y el voto. Descalificar las propuestas de los adversarios como generadoras de odio es una manera preocupante de achicar espacios. ?Qui¨¦n decide qu¨¦ proyecto destila odio y qu¨¦ proyecto no? ?En qu¨¦ momento se llama a la fiscal¨ªa?
Del odio al delito hay un trecho y esta distancia hay que respetarla escrupulosamente. Es dif¨ªcil ponernos de acuerdo en qu¨¦ es odioso. Para m¨ª es odioso el papel de Gallard¨®n con la ley del aborto, pero no se me ocurre criminalizarlo. El r¨¦gimen espa?ol necesita una reforma a fondo. Los dos grandes partidos ¡ªes reveladora la ausencia de la corrupci¨®n en la campa?a¡ª no est¨¢n por la labor. El debate del odio es una fuga del Gobierno en una campa?a que no moviliza. La pretensi¨®n de poner puertas al campo ¡ªahora con Twitter¡ª es siempre in¨²til y de regusto totalitario. Este pa¨ªs est¨¢ falto de tradici¨®n aut¨¦nticamente liberal, ni la derecha ni la izquierda lo han sido nunca.
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