La utilidad de un rey
Don Juan Carlos se hizo cargo de la Jefatura del Estado en momentos mucho m¨¢s dif¨ªciles que los que ahora vivimos
Es comentario habitual entre algunos de los integrantes de las monarqu¨ªas europeas que la instituci¨®n de la Corona, all¨ª donde existe, pervivir¨¢ mientras siga siendo ¨²til a la ciudadan¨ªa de sus respectivos pa¨ªses. Si este es el criterio por el que habr¨ªa que medir la gesti¨®n del rey Juan Carlos, ser¨ªa f¨¢cil otorgarle un sobresaliente cum laude.?
Tildado por Santiago Carrillo, en la agon¨ªa del franquismo, como Juan Carlos El Breve, el propio secretario general del Partido Comunista Espa?ol acab¨® reconociendo los grandes servicios que el Rey prest¨® a la causa de la democracia y de la libertad de los espa?oles, y que explican por s¨ª solos la larga duraci¨®n de su reinado. Es m¨¢s que probable que, aun sin la Corona, la Espa?a posterior a la dictadura hubiera conseguido la instauraci¨®n de un r¨¦gimen democr¨¢tico. Pero con toda seguridad hubiera sido mayor el precio por pagar y m¨¢s dif¨ªcil el camino por recorrer. La presencia y actitud del Monarca, definido en su d¨ªa por un l¨ªder pol¨ªtico como el motor del cambio, resultaron definitivas a la hora de la modernizaci¨®n de nuestro pa¨ªs, su inclusi¨®n en el concierto de las naciones defensoras de las libertades democr¨¢ticas, y la obtenci¨®n de la estabilidad pol¨ªtica y social que hemos vivido durante las ¨²ltimas d¨¦cadas. Quienes de una manera u otra formamos parte de la generaci¨®n de la Transici¨®n somos testigos de ello. Por eso el Rey goz¨® desde hora temprana del apoyo y reconocimiento de los partidos pol¨ªticos y organizaciones sociales que respond¨ªan a emociones republicanas, pero para los que era prioritaria la recuperaci¨®n de las libertades.
No nos encontramos s¨®lo ante un relevo generacional, sino ante un cambio de ¨¦poca en el que nuevamente la instituci¨®n puede y debe servir de ayuda a la hora de solventar los serios problemas que enfrentamos
La sucesi¨®n en el trono se va a producir en momentos especialmente delicados de la vida espa?ola, acosados los ciudadanos por la crisis econ¨®mica, desorientada la clase pol¨ªtica, hu¨¦rfano el pa¨ªs de los liderazgos necesarios, e inmerso en una confusi¨®n que amenaza tanto la cohesi¨®n territorial como la social. De forma que la utilidad de la instituci¨®n mon¨¢rquica sigue siendo un buen par¨¢metro a la hora de apoyar esta nueva verdadera transici¨®n que constituye la asunci¨®n del trono por el Pr¨ªncipe de Asturias. No nos encontramos s¨®lo ante un relevo generacional, sino ante un cambio de ¨¦poca en el que nuevamente la instituci¨®n puede y debe servir de ayuda a la hora de solventar los serios problemas que enfrentamos. Sin duda el m¨¢s evidente desde el punto de vista estructural es la desafecci¨®n creciente hacia el Estado que se percibe en Catalu?a. La exasperante pasividad del Gobierno a este respecto no ha hecho sino empeorar las cosas. Por eso, si ya parec¨ªa evidente que era precisa una reforma constitucional que garantizara la continuidad del sistema emanado de la Transici¨®n, el paso dado este mismo lunes por el Rey la justifica a¨²n m¨¢s.
Para los que temen en este sentido verse abrumados por la acumulaci¨®n de problemas, como pretexto para no enfrentarlos, conviene recordar que don Juan Carlos se hizo cargo de la Jefatura del Estado en momentos mucho m¨¢s dif¨ªciles que los que ahora vivimos, y con menos resortes para responder a la situaci¨®n. Una reforma adecuada del sistema constitucional, pactada entre las fuerzas pol¨ªticas y sometida a la consulta y aprobaci¨®n de los espa?oles, ayudar¨ªa mucho a que el reinado de don Felipe, a quien nadie atribuye hoy el adjetivo de Breve, sea tan fruct¨ªfero y duradero como el de su padre.
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