Legitimidad de ejercicio
Felipe VI debe ejercer transparencia, en las cuentas y en las agendas, y ejemplaridad
A diferencia de su abuelo Alfonso XIII, que fue el ¨²ltimo en enterarse de que la ca¨ªda de su dictador Primo de Rivera iba a arrastrarle tambi¨¦n a ¨¦l, el rey Juan Carlos I se ha anticipado con la abdicaci¨®n a los efectos devastadores que la crisis vigente est¨¢ teniendo sobre las instituciones creadas al amparo de la Constituci¨®n de 1978, incluida la Monarqu¨ªa. Muchos piensan que el retiro del Rey llega demasiado tarde, que ha malgastado con conductas nada ejemplares y a veces escandalosas el enorme capital de reconocimiento y afecto popular acumulados durante la Transici¨®n y en la noche del 23-F. Es probable que as¨ª sea, pero este hombre de 76 a?os y resquebrajada salud ha sabido sacar de las encuestas de opini¨®n, que le incluyen en el suspenso universal asignado a toda la clase pol¨ªtica, la conclusi¨®n de que deb¨ªa ceder el paso a su heredero.
El pr¨®ximo rey Felipe VI ha manifestado en repetidas ocasiones que la continuidad de la Monarqu¨ªa est¨¢ condicionada a su utilidad y en definitiva a la voluntad de la naci¨®n, que en este caso se expresar¨¢ a trav¨¦s de sus representantes en las Cortes Generales. El 90% de los diputados y los senadores est¨¢n adscritos a grupos parlamentarios que ya han anticipado su voto favorable. Mientras tanto miles de espa?oles se han echado a la calle para pedir un refer¨¦ndum ya. La democracia es un sistema de leyes y la celebraci¨®n de ese refer¨¦ndum hoy se compadece mal con los preceptos constitucionales. Pero nuestros representantes pol¨ªticos saben tambi¨¦n que su apoyo masivo a la instituci¨®n mon¨¢rquica no refleja el estado real de la opini¨®n p¨²blica y que la reforma constitucional que los ciudadanos piden a gritos deber¨¢ incluir alg¨²n tipo de pronunciamiento sobre esta cuesti¨®n.
A diferencia de su padre, que recibi¨® del dictador un poder omn¨ªmodo al que renunci¨® en aras de la construcci¨®n de una democracia, el nuevo Rey hereda un rol de representaci¨®n que ya ven¨ªa desempe?ando parcialmente en nombre de su padre, unas funciones moderadoras algo et¨¦reas que don Juan Carlos ejerci¨® con una mod¨¦lica neutralidad pol¨ªtica, y una comandancia en jefe de las Fuerzas Armadas que no deber¨ªa llevarle nunca a una situaci¨®n l¨ªmite como la del 23-F.
El reconocimiento popular que necesita conseguir en el corto plazo no podr¨¢ asentarse, pues, sobre gestas ¨¦picas como la transformaci¨®n de una dictadura en una democracia o la paralizaci¨®n de un golpe de Estado en pleno desarrollo. Por lo dem¨¢s, empieza su reinado en medio de la m¨¢s grave crisis institucional y econ¨®mica de esta democracia tan reciente, con unos pol¨ªticos ensimismados e incapaces de dar respuesta a las exigencias ciudadanas, pero nadie espera de ¨¦l que resuelva los graves problemas de nuestra vida p¨²blica. Seguramente basta con que cumpla dos exigencias m¨¢s prosaicas que se echaron de menos durante el mandato de su padre y que hoy resultan imprescindibles: transparencia (en las cuentas, pero tambi¨¦n en las agendas) y ejemplaridad. Esa es la legitimidad de ejercicio que podr¨ªa convencer a ciudadanos tan poco mon¨¢rquicos de que la Monarqu¨ªa a¨²n puede ser ¨²til.
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