Para la corona y para Espa?a
Tenemos ahora a un ¡®exRey¡¯ en funciones y a un nuevo rey que a¨²n no lo es
Poco a poco se van colocando piezas del puzle sobre los motivos del Rey para abdicar, y para hacerlo en el momento que lo hizo. Explica que su decisi¨®n se bas¨® en buscar lo mejor "para la Corona y para Espa?a". No tiene por qu¨¦ existir contradicci¨®n entre una y otra finalidad, pero el orden de presentaci¨®n no es irrelevante. Es claro que don Juan Carlos ten¨ªa perfecto derecho a decidir su renuncia al trono y a situarla en el tiempo; otra cosa es que su puesta en pr¨¢ctica tuviera una dimensi¨®n ¨²nicamente personal o din¨¢stica. El art¨ªculo 64 de la Constituci¨®n se?ala que los actos del Rey han de ser refrendados por el presidente del Gobierno, y que la responsabilidad de los mismos recae sobre el segundo. Algo l¨®gico en una Monarqu¨ªa parlamentaria, y que nos lleva a pensar que Rajoy hubiese debido participar en el proceso para su materializaci¨®n, y no solo ser informado de la decisi¨®n puntual, para luego deprisa y corriendo hacerla viable.
En su mensaje, el Rey garantiz¨® que la sucesi¨®n tendr¨ªa lugar "seg¨²n las previsiones constitucionales". Solo que estas no exist¨ªan, ya que el art¨ªculo 57.5 de la Constituci¨®n remite a una ley org¨¢nica ahora en gestaci¨®n urgente y para salir del paso. Tenemos as¨ª a un exRey en funciones y a un nuevo rey que a¨²n no lo es, sometido a las presiones de una opini¨®n p¨²blica donde el prestigio de la instituci¨®n declina, habl¨¢ndose m¨¢s de un refer¨¦ndum institucional que de las perspectivas abiertas por el nuevo reinado. Eso s¨ª, ya se da por sentado que el exRey mantendr¨¢ el t¨ªtulo de Rey, e incluso que, cosa poco aconsejable, residir¨¢ donde reside, al lado del heredero. Conclusi¨®n: el presidente del Gobierno debi¨® conseguir que la ley org¨¢nica precediera a la abdicaci¨®n.
Respecto al calendario, deber¨ªan haber contado algo m¨¢s que las futuras elecciones y la voluntad regia de imparcialidad. Estamos ante el proceso secesionista de Catalu?a, anticonstitucional y antidemocr¨¢tico en su gesti¨®n por Mas, si se quiere, pero donde se juegan al mismo tiempo el futuro de la Constituci¨®n, de la Monarqu¨ªa y de la propia Espa?a. Ante semejante crisis, la auctoritas de Juan Carlos resultaba inevitablemente superior a la de Felipe, incluso para avalar in extremis una negociaci¨®n a tres ¡ªGobierno, PSOE (mayor¨ªa parlamentaria), Mas¡ª sobre una reforma constitucional que evitase la "desconexi¨®n" traum¨¢tica en curso. Tambi¨¦n para se?alar ante la opini¨®n qui¨¦n romp¨ªa la baraja. De otro modo, una vez negado el refer¨¦ndum/pseudoconsulta, frente a una movilizaci¨®n independentista al estilo Crimea solo queda la aplicaci¨®n de previsiones constitucionales de fuerza, indeseables e imposibles, incluso por carencia de recursos en el Estado. Demasiado temporal para un nuevo piloto.
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