Y el diablo sali¨® del espejo
En trance y medio desnudas, en marzo del a?o 2000, dos hermanas desollaron a su padre durante un sangriento ritual para ¡®sacarle¡¯ a Satan¨¢s. Los macabros detalles del suceso impactaron a sus vecinos
Silvina ten¨ªa 21 a?os, estudiaba en la Facultad de Ciencias Econ¨®micas de la Universidad de Buenos Aires y, de vez en cuando, hablaba con voz de hombre. Era "el purificador": "Tenemos que limpiar la casa, hay que construirla mejor". Convencida, y reafirmada en una academia de esoterismo (Transmutar), de que ten¨ªa que "ver m¨¢s all¨¢ del diablo", comenz¨® a comentar con su hermana mayor, Gabriela (27 a?os), y con su padre, Juan Carlos V¨¢zquez (50 a?os), su idea de ¡°depuraci¨®n¡±. Dej¨® de comer y de dormir. Y durante los d¨ªas previos al asesinato ingirieron, los tres, un t¨¦ con sustancias alucin¨®genas y hasta un l¨ªquido utilizado para limpiar suelos. Todo por ¡°la purificaci¨®n¡± ¡ªdicho con voz gruesa¡ª.
Silvina, "esquizofr¨¦nica desde los 19 a?os", seg¨²n los psiquiatras forenses que analizaron el caso, envolvi¨® a su familia ¡ªsu madre hab¨ªa muerto unos a?os antes debido a una enfermedad¡ª en su particular delirio. Los gui¨® en la oscuridad de su casa de dos plantas del popular barrio de Saavedra de la capital porte?a, que ten¨ªa las ventanas recubiertas con bolsas de basura negras. Ah¨ª crearon las condiciones de posibilidad para saltar a otra dimensi¨®n. Y saltaron. Lo que ninguno sab¨ªa entonces era que el resultado ser¨ªa una muerte atroz, que la v¨ªctima ser¨ªa el padre y que el sacrificio ser¨ªa grabado por un c¨¢mara de una televisi¨®n argentina. Este es un caso de psicosis colectiva que pasar¨ªa a la historia como el crimen de Saavedra.
Ocurri¨® una ma?ana de finales del mes de marzo del a?o 2000. Bueno, en realidad ocurri¨® durante toda la noche y la madrugada de ese d¨ªa 27, porque Silvina fue ¡°desollando¡± ¡ªas¨ª lo recoge el informe forense¡ª a su padre poco a poco con un cuchillo Tramontina, de esos que se utilizan para los asados. Lo cogi¨® de la cocina, justo despu¨¦s de que Juan Carlos rompiera de un pu?etazo el espejo del pasillo de la segunda planta. Ese golpe fue el momento del salto: ¡°Est¨¢ pose¨ªdo¡±, concluy¨® Silvina con su voz grave. El reflejo de sus im¨¢genes sobre ese espejo fracturado los catapult¨® juntos a otra realidad.
"V¨¢yanse de ac¨¢. Esto no es real. Ya le saqu¨¦ el demonio a mi pap¨¢ y ahora se lo sacar¨¦ a ella"
Los rezos y los c¨¢nticos extra?os de la casa ¡°del dependiente de la ferreter¨ªa¡±, como se conoc¨ªa a Juan Carlos en el vecindario, se hab¨ªan o¨ªdo durante toda la noche. Finalmente, uno de esos vecinos, alarmado por los alaridos, llam¨® a la polic¨ªa. Pero antes de que llegaran los agentes lleg¨® un c¨¢mara de la televisi¨®n argentina que hab¨ªa escuchado la alerta por una frecuencia de radio interna. Logr¨® trepar por una terraza y coloc¨® el visor en una rendija de una plancha de chapa que cubr¨ªa el techo. As¨ª fue como su v¨ªdeo se convirti¨® en ¡°la prueba imparcial¡± del asesinato. Las espeluznantes im¨¢genes, con la muerte en directo de Juan Carlos, nunca se hicieron p¨²blicas aunque algunos las vieron...
¡ª ¡°V¨¢yanse de ac¨¢. Esto no es real. Ya le saqu¨¦ el demonio a mi pap¨¢ y ahora tengo que sac¨¢rselo a ella¡±, grit¨® Silvina con voz de hombre a los polic¨ªas que, espantados, trataban de acercarse a la escena del crimen.
Las dos hermanas, calificadas como "enfermas psiqui¨¢tricas", fueron declaradas "inimputables"
La escena era sobrecogedora. ¡°Sangre en las paredes, en el suelo, en los muebles de cocina, en una botella de whisky y diluida en distintos recipientes. Velas y vasos con agua distribuidos por toda la casa. Excrementos y pis en el corredor. El agua que corr¨ªa de las canillas y cirios... En un rinc¨®n, pelos cortados, pocillos con agua detr¨¢s de las puertas, folletos religiosos, una Biblia ensangrentada con vers¨ªculos subrayados abierta en el salmo 120. Sobre la mesa, un papel que envolv¨ªa restos de dulces y un disco de la Misa Criolla de Ariel Ram¨ªrez con la cubierta pringada de huellas dactilares rojas. Sobre un plato de madera, se encontr¨® un almanaque de Transmutar con la imagen de una virgen y un peque?o retrato de una mujer en blanco y negro. Tendido sobre una mesa, en un desnivel entre la cocina y el sal¨®n, yac¨ªa el cuerpo desnudo de Juan Carlos que, con su mano derecha se agarraba a la columna de la escalera".
"Su cuerpo hab¨ªa recibido un centenar de cortes, uno de los ¨²ltimos le rasg¨® la car¨®tida y lo desangr¨®; otros, en su torso, dibujaban un c¨ªrculo y un tri¨¢ngulo entrelazados. A su rostro desfigurado, adem¨¢s de los ojos le faltaban pedazos de carne. Silvina, tambi¨¦n desnuda, hac¨ªa cortes sobre ese cuerpo y con voz masculina tronaba a los polic¨ªas: ¡®?V¨¢yanse! ?Sal, Satan¨¢s! Deja el cuerpo de pap¨¢¡¡¯ Entretanto, Gabriela, semidesnuda, ensangrentada, se acurrucaba contra la pared, con sangre en las manos, golpes y cortes en el rostro y el cuello¡±, cont¨® una de las?personas que llegaron esa ma?ana y lograron ver lo que estaba sucediendo detr¨¢s de los cuatro cerrojos que encerraban los muros de la vivienda. Su versi¨®n fue confirmada por un forense.?Hicieron falta cinco polic¨ªas para reducir a Silvina, relat¨® uno de ellos despu¨¦s. ¡°Parec¨ªa una fiera¡±, asegur¨®.
¡°La explicaci¨®n que dieron las hermanas del desollamiento de su padre es que el diablo se hallaba debajo de su piel¡±, asegura el prestigioso psiquiatra forense espa?ol Juan Mat¨ªas Santos, afincado en Argentina desde hace a?os y buen conocedor del caso.
Diagnosticadas con esquizofrenia y s¨ªndrome pseudoesquizoide, respectivamente, Silvina y Gabriela fueron a parar al ala penal del hospital Moyano de Buenos Aires, un psiqui¨¢trico muy conocido en Argentina. ¡°Result¨® evidente que Silvina padec¨ªa alucinaciones y que ten¨ªa un delirio muy estructurado, muy sistematizado, y una grand¨ªsima fuerza de convicci¨®n¡±, explica Santos. ¡°La hermana mayor parec¨ªa sufrir entonces un cuadro t¨®xico por una posible ingesti¨®n de drogas¡±. Cuando llegaron a Moyano, ¡°ellas ten¨ªan recuerdos solo fragmentarios, al principio eran memorias delirantes, compatibles con el diagn¨®stico de la psicosis¡±, se?ala el m¨¦dico forense, que asegura que se les someti¨® a un tratamiento con olanzapina y mejoraron, ¡°en particular, la hermana mayor, porque Silvina era muy agresiva y ten¨ªa un alto nivel de peligrosidad, y tuvo que ser tratada con el antipsic¨®tico m¨¢s potente del que se dispone, la clozapina¡±, cuenta. ¡°A d¨ªa de hoy, est¨¢ fuera, en la calle, y estudiando en la UBA, aunque vive ¡ªno sin dificultades¡ª con su enfermedad¡±.
Las dos hermanas, calificadas como ¡°enfermas psiqui¨¢tricas¡±, fueron declaradas ¡°inimputables¡± con arreglo al art¨ªculo 34 del C¨®digo Penal argentino, y ninguna fue a prisi¨®n, aunque a sus vidas ¡°de aislamiento e ignorancia¡± ¡ªen palabras de Santos¡ª tuvieron que a?adir el estigma de asesinas.
¡ª Me cre¨ª lo que mi hermana me dijo, asegur¨® Gabriela, incapaz de explicar c¨®mo hab¨ªa acontecido la muerte de su padre, cuando fue dada de alta en el hospital.
Nunca se pudo comprobar si ella colabor¨® en el asesinato de su progenitor, aunque s¨ª que no hab¨ªa se?ales de que Juan Carlos opusiera una clara resistencia a su propia muerte. Aparentemente se dej¨® hacer toda clase de macabras perrer¨ªas, preso de ese delirio m¨ªstico colectivo y, probablemente, ¡°intoxicado por el t¨¦ alucin¨®geno, deshidratado e hipogluc¨¦mico¡±. Buena parte de las cuchilladas las recibi¨® de pie o arrodillado.
Gabriela sali¨® a los tres meses del hospital y luego, con su licenciatura en Magisterio de Educaci¨®n F¨ªsica, se reintegr¨® en la sociedad. Incluso, en una ocasi¨®n, concedi¨® alguna entrevista para la televisi¨®n en la que aprovech¨® para pedir trabajo o para anunciar que estaba embarazada.
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