Menos corrupci¨®n y m¨¢s solidaridad es lo que necesita Catalu?a
En octubre de 2005, Jos¨¦ Bono, entonces ministro de Defensa, reproch¨® al presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, su deriva hacia posturas nacionalistas. Otros l¨ªderes pol¨ªticos intervinieron en la discusi¨®n, que Bono evoca en este texto
Hace unos d¨ªas le¨ª al ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, a Miguel ?ngel Moratinos y a Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra mis notas originales de Diario de un ministro,que Planeta publicar¨¢ el pr¨®ximo a?o. Coincidimos los cuatro en que ser¨ªa conveniente hacer p¨²blico ahora lo ocurrido hace nueve a?os en la Embajada de Portugal en Madrid:
Domingo, 16 de octubre de 2005. Cena en la Embajada de Portugal. Asisten los Reyes, Alberto Aza, el embajador de Portugal, Gregorio Peces Barba, Curro Moratinos, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, Rodr¨ªguez Ibarra, Manuel Fraga, Jordi Pujol con su mujer, Marta Ferrusola; Pasqual Maragall y yo. Alberto Aza nos anuncia que no volver¨¢ a invitar al Palacio Real, por razones higi¨¦nicas, a periodistas como el director de ?poca. Ruiz-Gallard¨®n asegura: ¡°Julio Ariza ha ido a decirme que si le daba publicidad cambiar¨ªan su l¨ªnea editorial respecto de m¨ª. Ya hicieron lo mismo en la Comunidad de Madrid. Nunca nadie se ha mostrado ante m¨ª con tan poca verg¨¹enza como este se?or¡±.
Al acabar la cena, mientras estoy hablando con Rodr¨ªguez Ibarra se acerca Maragall:
- ?Buena la has liado con el Estatuto: es la base de la secesi¨®n!, le digo.
- No ha sido por capricho sino por necesidad, alega Maragall.
- No veo -contesto- la necesidad por ning¨²n lado. Tras 23 a?os de poder de CiU, formas un gobierno presidido por un perdedor que eres t¨² ¡ªporque has perdido las elecciones aunque gobiernes¡ª e inicias la secesi¨®n de Catalu?a, porque eso es lo que se est¨¢ haciendo, a juzgar por tus propuestas que me han remitido de Ferraz.
- Los perdedores sois vosotros, el futuro est¨¢ de mi parte. Ya lo ver¨¢s.
- Sabes que te tengo aprecio sincero pero creo que no sabes lo que dices, Pasqual. Para conseguir el apoyo del PSOE a un Estatuto ¡°con el fin de ganar las elecciones¡±, nos ocultaste en Santillana del Mar que ibas a caminar hacia posiciones independentistas. No s¨®lo has perdido, sino que yo, al menos, me siento enga?ado. Recuerda, pese a todo, que en la declaraci¨®n de Santillana dejamos escrito que ¡°los socialistas queremos a Espa?a, que es y ha sido siempre la pasi¨®n de los socialistas¡±.
- Eso de querer a Espa?a es una manifestaci¨®n antigua, me contesta.
- Querer a Espa?a incluye tambi¨¦n a Catalu?a. El respeto y el afecto a Catalu?a no son patrimonio de los nacionalistas y jam¨¢s aceptar¨¦ que solo se pueda ser patriota de Catalu?a y que sea de fachas sentirse espa?ol. Lo antiguo, lo insolidario es el nacionalismo de quienes os cre¨¦is ¨²nicos y mejores en un mundo, por suerte, cada vez m¨¢s mestizo. Pagar m¨¢s impuestos no da m¨¢s derechos. Tendr¨ªas que ganar a los nacionalistas en votos pero solo les has ganado en nacionalismo. Lo sensato es superar las fronteras y vosotros quer¨¦is levantar otra.
Rodr¨ªguez Ibarra me apoya con fuerza. Se incorpora Ruiz-Gallard¨®n: ¡°Vengo a echar una mano a Espa?a¡±. Pujol jalea y anima a Maragall y caminando por el sal¨®n con ese modo suyo caracter¨ªstico de dar dos pasos atr¨¢s, dos para un lado y otro, como si fuese un predicador que siempre proclama verdades, asegura:
- Catalu?a ha sido muy perjudicada por el Gobierno central en los ¨²ltimos a?os.
- Es inaceptable -casi le grito- que digas semejante barbaridad; ?T¨² has sido una especie de co-pr¨ªncipe en Catalu?a! ?No te ha ido nada mal; ni a ti personalmente ni a tu comunidad aut¨®noma! ?De qu¨¦ te quejas? No hay derecho natural para ser m¨¢s que el vecino.
- Nosotros hemos sido v¨ªctimas, asegura Pujol.
- ?Basta de victimismos! Ni t¨² ni nadie de los que estamos en esta sala hemos sido v¨ªctimas. Las ¨²nicas v¨ªctimas de la historia son los pobres, los parados, los necesitados, vivan donde vivan¡
- Esta conversaci¨®n no tiene sentido: Catalu?a es una naci¨®n y as¨ª lo sienten los catalanes, insiste Pujol.
- Yo no hablo de sentimientos que por supuesto respeto -le respondo- pero pol¨ªticamente tengo seguro que siendo ministro, ese Estatuto no se publicar¨¢ en el BOE. Aceptar que las comunidades aut¨®nomas se autotitulen naciones al modo que lo dec¨ªs vosotros, es reconocerles un derecho diferido en el tiempo a reivindicarse como Estados.
- ?Te crees con tanta fuerza? ?Amenazas con los militares? Me pregunta Maragall.
- No Pasqual, yo no amenazo con los militares pero creo tener la suficiente fuerza para dimitir como ministro de Defensa antes de que entre vigor un texto que pueda perjudicar la unidad de Espa?a y, por tanto, la igualdad de derechos de todos los espa?oles. Un ministro de Defensa al que no le importa la unidad de Espa?a es como un ministro de Econom¨ªa que no sabe sumar, pero los militares espa?oles, en su conjunto, no deben preocuparos como amenaza porque son bastante m¨¢s fiables que vosotros y cumplir¨¢n con su juramento de acatar la Constituci¨®n.
En ese momento el Rey, que estaba detr¨¢s y no le ve¨ªa, se acerca y me toma por los hombros: ¡°Muy bien dicho, Pepe. Mientras yo sea rey no aceptar¨¦ que se divida Espa?a¡±. Peces Barba, queriendo oficiar de sumo sacerdote, pide que nos soseguemos. Ibarra le responde: ¡°Estamos muy sosegados, tan sosegados como firmes en la defensa de los valores constitucionales¡±. Alberto calla pero hace gestos de apoyo inequ¨ªvoco a la causa constitucional.
Maragall, sinti¨¦ndose apoyado por Pujol, dice: ¡°Catalu?a est¨¢ discriminada econ¨®micamente: no tienes m¨¢s que ver c¨®mo en Extremadura cada ni?o tiene un ordenador y en Catalu?a no podemos permitirnos esos gastos¡±. Ibarra le contesta ante el silencio atento de todos: ¡°?En lugar de tanta televisi¨®n auton¨®mica con sueldos astron¨®micos procedentes de los impuestos; de tanta embajadita en el exterior y de tanto 3% como dices que roban los de CiU en todas las obras p¨²blicas, podr¨ªais comprar m¨¢s de un ordenador a cada ni?o. ?Menos corrupci¨®n y m¨¢s solidaridad es lo que necesita Catalu?a!¡±. Maragall se extra?a. ¡°No pongas esa cara de extra?eza -sigue Ibarra- que lo del 3% acabas de dec¨ªrnoslo antes de que llegara Pujol¡±. Gallard¨®n y yo casi le aplaudimos. Pujol hace un gesto de desprecio, especialmente hacia Ibarra. Fraga, al verlo, gesticula y afirma: ¡°?Se?ores, esto se llama, se?ores, pura y simplemente, secesi¨®n! Que lo defiendan ustedes en la Embajada de Portugal es muy significativo de sus intenciones, que yo jam¨¢s aceptar¨¦, lo diga el Papa o el Rey. Catalu?a es espa?ola porque lo quieren los ciudadanos y as¨ª lo han dicho hist¨®ricamente y en el refer¨¦ndum constitucional. ?Ustedes van exclusivamente a lo suyo!¡±.
Se acerca Moratinos: ¡°Vayamos con el presidente Sampaio, que est¨¢ solo y esta cena era en su honor¡ Ah, y por cierto, estoy con Gallard¨®n, Bono e Ibarra¡±. Terminamos sobre las doce de la noche. Llamo al Presidente Zapatero para darle cuenta de lo ocurrido y le digo que Maragall no deber¨ªa estar en el partido. En este partido, campe¨®n de la igualdad entre los espa?oles, no puede darse cabida el independentismo insolidario.
Repitiendo la monserga de que Espa?a es la madrastra y Catalu?a la Cenicienta, acabar¨¢n convirtiendo la mentira en sentimiento de agravio colectivo. Lo grave ser¨ªa nuestro silencio; el silencio de quienes defendemos la Constituci¨®n. Hoy, por lo menos, el Rey, Moratinos, Ibarra, Fraga, Gallard¨®n y yo no nos hemos achantado.
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