Se abre el tel¨®n
El Estado ya no nos protege, ni social ni militarmente
Cuando lean este texto ya sabr¨¢n lo que ha pasado en Escocia, algo que todav¨ªa ignora este columnista. Da igual, cerca de dos millones y medio de escoceses habr¨¢n perdido, casi la mitad del pa¨ªs. Parad¨®jicamente, un proceso pensado para crear una nueva comunidad, m¨¢s cohesionada y solidaria que la que se pretende abandonar, la habr¨¢ fracturado en dos y la ilusi¨®n de unos devendr¨¢ en la frustraci¨®n de otros.
El derecho a decidir es siempre tambi¨¦n el derecho a disentir
Empiezo por esta reflexi¨®n tan ceniza porque tengo para m¨ª que detr¨¢s de este tipo de procesos no hay solo una vuelta al nacionalismo, sino algo m¨¢s complejo que se nos escapa. Quiz¨¢ podr¨ªa llamarse la ¡°a?oranza de comunidad¡±, la vuelta a los lazos calientes que hemos perdido en un mundo fr¨ªo y desbocado donde se percibe que suelen ser otros quienes deciden por ¡°nosotros¡±. Reestructurar las unidades de organizaci¨®n pol¨ªtica y cementarlas con identidades fuertes es la nueva reacci¨®n frente a la lejan¨ªa y el anonimato de lo que nos condiciona. Encaja tambi¨¦n con el desacople generalizado de todas las instancias de intermediaci¨®n, y el Estado tradicional es una de ellas. El nuevo sistema internacional es de los grandes, los Estados que son casi como continentes. Los intermedios son meros comparsas, se ven como prescindibles. ?Para qu¨¦ necesitamos a Madrid desde Catalu?a si quienes deciden al final son Frankfort y Bruselas?
Si hay un nuevo empoderamiento de lo local es porque el Estado ya no nos protege, ni social ni militarmente, porque permite volver a soldar a las ¨¦lites con las masas ¡ªpor eso casi todas se apuntan gustosas¡ª y, sobre todo, porque ofrece un futuro, la ilusi¨®n de un mundo nuevo por construir dentro de un escenario marcado por la frustraci¨®n y las actitudes defensivas. Tambi¨¦n, y esto ya es una evidencia, porque el capitalismo financiero y Bruselas nos han despose¨ªdo, y la nueva sensaci¨®n de vulnerabilidad creemos compensarla con el gran salto adelante de las supuestas identidades ¡°con peso¡± que vienen desde atr¨¢s.
No es casualidad que en la Diada la reclamaci¨®n por la independencia se yuxtapusiera a todas las dem¨¢s reivindicaciones sociales, como si aquella pudiera hacer el milagro de reconciliar todas las contradicciones mediante un mero cambio de marco legal. Todas las mareas ciudadanas confluyendo arm¨®nicamente en el mar de la independencia. El mundo dejar¨¢ de sernos ajeno, todo volver¨¢ a ser previsible, los ciudadanos / hermanos sustituir¨¢n a los ciudadanos / for¨¢neos, ?brave new world!
El hecho es que el derecho a decidir es siempre tambi¨¦n el derecho a disentir, y el que pierde se convierte en el nuevo disidente, una masa de poblaci¨®n superflua en el nuevo Estado dentro de ese mundo feliz de una Europa re-feudalizada; o, si la aritm¨¦tica cae del otro lado, naciones frustradas por su estatalidad amputada. En ambos casos, bolsas de identidades ajenas en un mismo territorio, casi como en los Balcanes. S¨ª, hay que repensarlo todo, pero quiz¨¢ desde otros enmarques m¨¢s ajustados al siglo XXI, aquellos que hoy exige una Europa cohesionada, fuerte y unida. Este es el desaf¨ªo.
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