Los d¨ªas del ¨¦bola
El relato del contagio de Teresa Romero y la gesti¨®n de la crisis
En la urbanizaci¨®n de Teresa Romero, en la Avenida del Pinar (Alcorc¨®n), hay quienes han hecho las maletas. Una mujer con un beb¨¦ de tres meses no pisa su apartamento desde hace d¨ªas. Otros pasan horas en casa tratando de averiguar todo lo posible sobre el ¨¦bola. El conserje ha pedido que limpien su garita y no fue a trabajar el viernes por estr¨¦s. Algunos cuentan que nadie juega con sus hijos en el colegio. Los m¨¢s calmados insisten en que es imposible contagiarse por tocar el bot¨®n del ascensor. Pero el virus del p¨¢nico se ha extendido.
En esta urbanizaci¨®n se enteraron por los medios de comunicaci¨®n de que su vecina ten¨ªa ¨¦bola. Vieron por televisi¨®n una ambulancia, escoltada por la polic¨ªa, dirigi¨¦ndose al hospital. Fue el 6 de octubre. Han pasado seis d¨ªas, pero a¨²n hay muchas lagunas en una historia marcada por los errores y la falta de informaci¨®n que ha convertido a Espa?a en el primer pa¨ªs con un caso de contagio fuera de ?frica, donde ya han muerto m¨¢s de 4.000 personas.
Todo empez¨® el 25 de septiembre, cuando el sacerdote Manuel Garc¨ªa Viejo falleci¨® en el hospital Carlos III de Madrid. Teresa Romero, de 44 a?os y auxiliar de enfermer¨ªa interina del hospital La Paz, se hab¨ªa presentado voluntaria para atender al misionero, director m¨¦dico del hospital San Juan de Dios en Sierra Leona. Teresa ya hab¨ªa participado en los cuidados a Miguel Pajares, el primer espa?ol repatriado por el virus, que falleci¨® el 12 de agosto.
El miedo se ha instalado entre algunos vecinos de Alcorc¨®n
Es jueves y la auxiliar, que d¨ªas antes estuvo en la habitaci¨®n de Garc¨ªa Viejo para extraer residuos del paciente, entra para recoger el material infectado. Las primeras conclusiones de la investigaci¨®n apuntan a que todo ocurre entonces, quiz¨¢ en el momento en el que Teresa se quita el traje de protecci¨®n. Ser¨¢ dif¨ªcil confirmarlo, porque las c¨¢maras que vigilan los movimientos de los profesionales no graban. No hay una imagen que pruebe el supuesto error. Fuentes de la investigaci¨®n se?alan que Teresa entra hasta tres veces en la habitaci¨®n y que la ¨²ltima no qued¨® registrada. Tambi¨¦n creen que nadie control¨® c¨®mo se quitaba el traje. El protocolo no lo exig¨ªa, denuncia Manuel Torres, enfermero que atiende a Teresa. La norma ¡°se improvis¨® sobre la marcha¡±.
Infectada ya por el virus pero a¨²n sin ning¨²n s¨ªntoma, Teresa coge vacaciones. Su intenci¨®n es presentarse a unas oposiciones de auxiliar de enfermer¨ªa y luego viajar con su marido, Javier Lim¨®n. Nadie le ha dicho que no salga de Madrid. Las ¨²nicas instrucciones tras el fallecimiento del sacerdote se reduc¨ªan a tomarse la temperatura dos veces al d¨ªa y avisar si se encontraba mal o sub¨ªa la fiebre. El tel¨¦fono rojo era el n¨²mero del servicio de prevenci¨®n de riesgos laborales del Hospital La Paz, que solo trabaja de lunes a viernes de 8.00 a 15.00. Fuera de ese horario, seg¨²n fuentes del equipo de sanitarios, deb¨ªan acudir a su m¨¦dico de cabecera o a urgencias. El centro de riesgos laborales tambi¨¦n realizaba tests por v¨ªa telef¨®nica al equipo para comprobar que estaban bien. El servicio indic¨® a la junta de personal del centro, seg¨²n asistentes a la reuni¨®n, que hab¨ªa llamado dos veces a Teresa antes del pasado 2 de octubre y que no ten¨ªa s¨ªntomas. En cualquier caso, el protocolo del ministerio del pasado 15 de septiembre consideraba a la auxiliar y a todos los compa?eros que hab¨ªan atendido al sacerdote infectado como de ¡°bajo riesgo¡±.
Durante los primeros d¨ªas, Teresa no tiene molestias. Se presenta a la oposici¨®n el 27 de septiembre en la Facultad de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad Complutense. No sale de viaje porque su marido tiene un accidente. Ella quiere ir a ver a su madre a Galicia, pero empieza a sentirse mal.
Consejer¨ªa y ministerio se niegan a dar datos sobre los primeros d¨ªas
Lo que ocurre entre el 29 de septiembre y el 6 de octubre no est¨¢ del todo claro. Esos d¨ªas, esenciales para el desarrollo de la enfermedad, centran la mayor parte de las lagunas. ?Cu¨¢ntas veces llama la auxiliar a los servicios sanitarios? ?Qu¨¦ les dice? Las llamadas no est¨¢n grabadas y sus palabras exactas no se conocer¨¢n. S¨ª existe, sin embargo, un registro de las veces que se comunica con el servicio de prevenci¨®n de riesgos laborales de La Paz y con los servicios de urgencias. Podr¨ªa esclarecer lo sucedido. Pero la Comunidad de Madrid, el Ministerio de Sanidad y el Hospital La Paz se han negado a hacerlo p¨²blico.
Requeridos por este peri¨®dico, el ministerio remite a la comunidad. La comunidad, al centro sanitario. Y desde el hospital se asegura que la Consejer¨ªa de Sanidad madrile?a les proh¨ªbe hablar. Reina la opacidad. Para completar el rompecabezas hay que acudir a fuentes sanitarias y unir los datos parciales que distintos responsables pol¨ªticos han ido aportando a lo largo de la semana.
Alberto Alemany, director general de Atenci¨®n Primaria de la Comunidad de Madrid, asegura que el martes 30 la auxiliar llama al tel¨¦fono de prevenci¨®n de riesgos laborales relatando una ¡°sintomatolog¨ªa vaga¡±. Febr¨ªcula y astenia. No se sabe qu¨¦ le dijo la persona que respondi¨®, ni si le recomiendan que vaya al centro de salud. Lo que nadie hace es decirle que no salga de casa.
Eso es lo que Teresa hace ese mismo d¨ªa. Acude a un ambulatorio cercano a casa. No habla del ¨¦bola y la doctora le receta paracetamol, un hecho que resulta fatal porque disimula los s¨ªntomas.
La siguiente llamada de la que se tiene constancia es el 2 de octubre. Romero sigue mal y vuelve a llamar al servicio de prevenci¨®n de riesgos laborales, hecho reconocido por el consejero de Sanidad madrile?o, Javier Rodr¨ªguez. Seg¨²n ¨¦l, Teresa comunica que tiene fiebre y se siente mal. Ese mismo d¨ªa, seg¨²n fuentes sindicales, el hospital avisa al servicio madrile?o de salud, pero esa tarde nadie la llama. Al d¨ªa siguiente, alguien del servicio madrile?o de salud telefonea a Romero, seg¨²n el relato del consejero. Este afirma que su temperatura era de 36,8. La paciente no est¨¢ en condiciones de confirmar esta versi¨®n, pero otras fuentes indican que ella dijo que segu¨ªa con fiebre, astenia y lumbalgia. Parece claro que no se encontraba muy bien: hab¨ªa prohibido a su hermano Jos¨¦ Ram¨®n que fuera a visitarla.
El siguiente contacto se produce ya en la madrugada del domingo al lunes, del 5 al 6 de octubre. Es la tercera vez que la mujer pide ayuda a las autoridades y una vez m¨¢s, el riesgo se minimiza. Romero llama a los servicios de emergencia Summa 112. Dice qui¨¦n es y expresa sus temores. Pero como la fiebre no llega a los 38,6 grados que fija el protocolo que se segu¨ªa entonces, nadie se toma en serio la posibilidad real de una infecci¨®n por ¨¦bola.
Env¨ªan a un m¨¦dico de atenci¨®n domiciliaria que acude con un t¨¦cnico. Ninguno lleva protecci¨®n. Usan mascarilla y guantes, por si acaso, y toman una decisi¨®n contradictoria: descartan el ¨¦bola pero piden una ambulancia. Los camilleros reciben entonces un extra?¨ªsimo mensaje: ¡°Febril, pero se descarta el ¨¦bola¡±. Una vez en la casa, Teresa les cuenta sus sospechas. Nerviosos, avisan al centro coordinador: ni ellos ni el veh¨ªculo est¨¢n preparados para protegerse del virus. Pero todo es en balde. Insisten en que la lleven al Hospital de Alcorc¨®n. As¨ª se hace.
El virus tom¨® pronto la forma de bulos y falsos remedios en Internet
En el hospital de Alcorc¨®n, un centro no preparado para una eventualidad de este tipo, se confirman los temores de Teresa Romero: tiene ¨¦bola. Juan Manuel Parra, m¨¦dico adjunto de urgencias la atiende durante 16 horas, parte de ellas simplemente con una bata impermeable, dobles guantes, un gorro y una mascarilla. Se entera por los medios de que la auxiliar ha dado positivo en las pruebas del virus. D¨ªas despu¨¦s denuncia m¨²ltiples irregularidades. ¡°Las mangas me quedaban cortas¡±, dice sobre el traje.
La noticia llega a los despachos pol¨ªticos. Mercedes Vinuesa y Pilar Farjas, los dos altos cargos clave de Sanidad, entran en el despacho de Ana Mato con cara de circunstancias: hay un positivo de ¨¦bola. Despu¨¦s de una veintena de pruebas negativas durante el verano ¡ªviajeros que ven¨ªan de ?frica¡ª la sorpresa es total. ¡°Nos hab¨ªan dicho que esto no pod¨ªa pasar, y estaba pasando¡±, resume un alto cargo sobre la sensaci¨®n de esas primeras horas. Mato llama al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al de Madrid, Ignacio Gonz¨¢lez, y al consejero, Javier Rodr¨ªguez. Enseguida todos, Rajoy incluido, son conscientes de la enorme crisis a la que se van a enfrentar. Rajoy y Mato tomaron la decisi¨®n de traer a los sacerdores contagiados, y sobre ellos van a caer las cr¨ªticas. En cuanto se confirma el positivo con el segundo an¨¢lisis, hay un gabinete de crisis en el ministerio y Mato decide salir en rueda de prensa a las 20.00. No as¨ª el consejero, que deja dar la cara a uno de sus t¨¦cnicos. Empiezan las fricciones entre Sanidad y la Comunidad. Mato comparece solo 21 minutos, vestida de negro, con cara desencajada, esquiva preguntas. La rueda deja insatisfecho a todo el mundo, tambi¨¦n en el Gobierno y el PP. Hasta el negro es criticado. No era buscado. Mato no ten¨ªa agenda p¨²blica ese d¨ªa y era lo que ten¨ªa puesto, algo c¨®modo con un vaquero debajo para un d¨ªa de trabajo normal. Pero no lo fue y las cr¨ªticas arrecian.
D¨ªas antes, Mato hab¨ªa asegurado que todas las personas que hab¨ªan atendido al sacerdote estaban ¡°absolutamente controladas¡±. Tambi¨¦n la directora de Salud P¨²blica, Mercedes Vinuesa, hab¨ªa asegurado: ¡°El riesgo para la poblaci¨®n espa?ola es pr¨¢cticamente nulo¡±.
Al d¨ªa siguiente de que Teresa sea trasladada al Carlos III, su marido, Javier Lim¨®n, ingresado por riesgo de haber sido contagiado, le dice a El Mundo que una autoridad sanitaria le ha llamado para que les autorice a sacrificar a su perro, Excalibur, que se encuentra solo en el piso de Alcorc¨®n. A los pocos minutos de ese llamamiento, surgen como setas campa?as para salvar la vida del animal. Los cient¨ªficos discrepan en la prensa sobre lo que hay que hacer. Espa?a se divide en Twitter entre quienes creen que hay que eliminar a Excalibur y quienes optan por su salvaci¨®n.
A estas alturas el virus ha tomado ya una nueva dimensi¨®n en forma de bulos en Internet, falsos remedios y declaraciones pol¨ªticas desafortunadas. Las redes propagan el ¨¦bola en lugares como Vallecas, Albacete y la Universidad Aut¨®noma. En todos los casos se trata de montajes con noticias falsas.
Las autoridades minimizaron el riesgo antes y durante la crisis
Mientras, Teresa combate el virus aislada en el Carlos III. La mujer, enferma y exhausta, recibe la llamada de m¨²ltiples medios. El mi¨¦rcoles 8 manifiesta a EL PA?S: ¡°El fallo pudo ser al quitarme el traje, es el momento m¨¢s cr¨ªtico, pero no lo s¨¦¡±.
Un m¨¦dico del hospital de La Paz, Germ¨¢n Ram¨ªrez, habla con Teresa y vuelve despu¨¦s con el asunto del traje. ¡°Me ha manifestado la posibilidad de que hubiera podido contactar con la cara¡±. El sanitario dice que ¡°pudo haber sido un accidente¡±. Pero todo eso acaba pasando como una verdad revelada por la paciente.
La excusa del error humano se sirve en bandeja para despejar responsabilidades. El consejero madrile?o, Javier Rodr¨ªguez, descarga toda la culpa sobre Teresa. ¡°Pudo haber estado mintiendo sobre su fiebre¡±, afirma, aunque eso, admite, lo pone ¡°de su cosecha¡±. Es su impresi¨®n. El consejero desvela que el d¨ªa 27, despu¨¦s de ir al ambulatorio, Teresa va a depilarse. ¡°Tan mal no deb¨ªa estar para ir a la peluquer¨ªa¡±, dice en Onda Cero. Incluso miembros de su propio partido, el PP, critican sus declaraciones.
Esa misma tarde el tel¨¦fono de Teresa deja de funcionar. La foto de su WhatsApp, inactivo, es una imagen del ap¨®stol Santiago. Su estado: En la calle con Excalibur. Las autoridades sanitarias sacrifican al perro. A las 18.27 horas sale el furg¨®n con el cad¨¢ver de la casa de Alcorc¨®n. ¡°?Asesinos!¡±, les gritan las personas concentradas en la puerta del edificio.
Las quejas sobre la seguridad se suceden entre los sanitarios. Aparte de las denuncias del m¨¦dico de urgencias, el personal del Hospital Carlos III protesta porque los trajes que hab¨ªan usado para atender a los sacerdotes eran dos niveles inferiores a los que se consideran m¨¢s seguros, los de tipo 4, con respiraci¨®n aut¨®noma. ¡°La formaci¨®n que nos dieron fue cero. Solo un cursillo r¨¢pido sobre c¨®mo ponernos el traje¡±, explica el enfermero Manuel Torres. Otra declaraci¨®n del consejero de Sanidad madrile?o enciende a los profesionales: ¡°Para explicar a uno c¨®mo quitarse o ponerse un traje no hace falta hacer un m¨¢ster. Pero unos tienen una mayor capacidad de aprendizaje que otros¡±, dice.
El 9 de octubre, la auxiliar empeora. Otras 16 personas que han tenido contacto con ella o con el sacerdote Garc¨ªa Viejo est¨¢n ingresadas en el Carlos III (una enfermera que tambi¨¦n atendi¨® al misionero fue dada de alta ayer). Las cr¨ªticas a la gesti¨®n de la crisis hacen que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy ¡ªque fue abucheado cuando visit¨® el centro, sin la ministra, el viernes a mediod¨ªa¡ª, ponga al mando de la situaci¨®n a la vicepresidenta, Soraya S¨¢ez de Santamar¨ªa. Es un palo para el equipo de Mato y la admisi¨®n, impl¨ªcita, de un error. De todas formas, la ministra comparece para anunciar un cambio en los protocolos: la temperatura para alertar de un posible caso pasa de 38,6 grados a 37,7. No es la ¨²nica rectificaci¨®n. El seguimiento de los que han estado en contacto con la paciente es mucho mayor. Todos reconocen a estas alturas que se debieron atender las primeras llamadas de Teresa Romero con m¨¢s atenci¨®n y no dar por supuesto que el riesgo de quienes hab¨ªan atendido a los sacerdotes era casi nulo.
Tras atender miles de casos en ?frica, donde han muerto de ¨¦bola m¨¢s de 4.000 personas, solo dos de los profesionales no africanos de M¨¦dicos sin Fronteras se han contagiado (y han sobrevivido). La comparaci¨®n con Espa?a es demoledora: dos repatriados, dos muertos, y de momento, una contagiada.
Con informaci¨®n de: Vicente G. Olaya, Carlos E. Cue, Elena G. Sevillano, Pilar ?lvarez, Emilio de Benito, Elsa Garc¨ªa de Blas, Natalia Junquera, J. Jim¨¦nez G¨¢lvez, Guillermo Altares, ?lvaro de C¨®zar y M¨®nica Ceberio Belaza.
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