La otra Alba: felipista, machadiana, rompedora, b¨¦tica...
El autor, alcalde de Sevilla entre 1999 y 2011, recuerda su relaci¨®n con la duquesa

Nunca me sent¨ª como el cl¨¢sico pol¨ªtico acomodado entre las caricias de la aristocracia. Las diferencias entre el mundo que ella encabezaba y el que yo represent¨¦ eran abismales. Pero la duquesa, por rebelde, y yo por vestir el cargo, hac¨ªamos como de 'agente doble' (es un decir). Y ah¨ª nos encontr¨¢bamos. Por eso a m¨ª en este momento, a bote pronto, solo me sale contar un rosario deslavazado de an¨¦cdotas convividas. No servir¨¢n para entender al personaje de papel cuch¨¦, pero a lo mejor s¨ª a comprender que la persona no era, ni para bien ni para mal, la caricatura simplona que se reflej¨®.
Felipista
Ya la primera vez que almorzamos en su casa de la calle Due?as, Cayetana ¡ªcomo para romper el hielo¡ª me solt¨® a bocajarro: ¡°Una cosa, presidente (yo lo era entonces de la Diputaci¨®n): no le voy a decir que yo sea socialista, ?verdad?, pero s¨ª le digo que soy felipista, s¨ª se?or¡±. Ah¨ª qued¨®. A?os despu¨¦s se me quejaba- ella, la arist¨®crata por antonomasia, la terrateniente, anticomunista gen¨¦ticamente- porque quer¨ªa conocer a Antonio Rodrigo Torrijos (IU) y no entend¨ªa que este no se le acercara a saludarla. ¡°Es teniente de Alcalde y yo no le he hecho nada a ese hombre ni ¨¦l a m¨ª¡±. Ni el rebote que pill¨® con las protestas del SOC, el Sindicato de Obreros del Campo de Juan Manuel S¨¢nchez Gordillo, a las puertas de las Medallas de Andaluc¨ªa le hicieron refugiarse en la caverna. S¨¦ que mand¨® despedir a uno de sus administradores por faltar al respeto gravemente a los presidentes Zapatero y Chaves en cierta ocasi¨®n.
Machadiana
Se volc¨® con las conmemoraciones en Sevilla de la Red de Ciudades Machadianas (todas las ciudades donde Machado vivi¨®) que presid¨ªamos. A pesar de su amor a la sangre de los toros y al humo de los altares, m¨¢s que a los alamares las sedas y los oros, con nosotros parec¨ªa ¡ªcomo don Antonio¡ª m¨¢s de don Giner que de don Guido. Se la notaba muy a gusto con los que no ¨¦ramos de su mundo y especialmente con aquella gauche divine local y universal que, antes y despu¨¦s de casarse con Aguirre, pas¨® en muchas ocasiones por aquellos patios donde madura el limonero. Eran, frente a los de la vieja y tah¨²r, zaragatera y triste, los de la Espa?a que alboreaba, la de la rabia y de la idea.
Ciudadana
Muchas veces ¡ªsobre todo cuando ya est¨¢bamos en la Alcald¨ªa¡ª recib¨ª cartas con sucinto membrete ("Alba") escritas a mano con su letra picuda. Interced¨ªa en ellas por estos o aquellos colectivos que confiaban en su influencia para cosas ben¨¦ficas y sociales. Y era a la vez taurina y animalista. Recuerdo la autorizaci¨®n que nos solicit¨® para que los coches de caballo pudieran invadir las zonas peatonales en verano a fin de colocar a la sombra a los animales. A veces ella misma mandaba comprarles pienso para que no se comieran la corteza de los emblem¨¢ticos naranjos de las calles de Sevilla. Me insist¨ªa sobre mi obligaci¨®n de impedir que se derribaran las viejas casas del centro. Y no terminaba de quedar convencida cuando le contest¨¢bamos que todo lo moderno que hab¨ªamos hecho lo hab¨ªamos levantado sobre solares o espacios derruidos, nunca tirando nada. Asent¨ªa, pero creo que hubiera preferido unos buenos 'pastiches'.
Rompedora
Le encantaba ser rompedora. Provocadora, incluso, a veces. En todo. Quer¨ªa sentirse fiel heredera de aquella que pos¨® desnuda y vestida para Goya. No entrar¨¦ aqu¨ª en cuestiones mayores. Pero s¨ª que nos llam¨® por tel¨¦fono para que le ayud¨¢ramos a salirse con la suya en cuanto a su ¨²ltima boda. De vez en cuando nos soltaba, como quien no se daba cuenta, lo atractivo que era aquel mozo¡o su marido, su yerno, su novio¡
En muchas ocasiones, ya con lo de la cadera, cuando sal¨ªa de un acto social o ciudadano- siempre se pod¨ªa contar con su solidaridad- se enganchaba de mi brazo. Habl¨¢bamos profundamente de Sevilla, de sus virtudes y de sus problemas. Pero cuando yo pretend¨ªa ahorrarle el agobio de los paparazis, cambiaba el tercio, me pegaba un tir¨®n hacia ellos y me dec¨ªa: "Deja, Alfredo. Si a m¨ª me gusta".
B¨¦tica
A las duras y a las maduras. Del Mucho Betis y del manque pierda. Est¨¢bamos ambos en el Calder¨®n cuando el Betis gan¨® la Copa de Rey y nos dimos un largo abrazo. Y en el palco de Heli¨®polis nos quedamos la Duquesa y yo aguantando el chaparr¨®n cuando el descenso. El presidente del club ya no acud¨ªa y al vicepresidente le dio una arritmia. Los aficionados solo ten¨ªan nuestras caras conocidas para desahogar su ira. Le dije a Cayetana que se fuera¡ pero no quiso dejarme solo. Y all¨ª estuvimos hasta el final, encajando los gritos de los m¨¢s exaltados a trav¨¦s de las botas de los antidisturbios, subidos en el murete delantero de aquel palco.
Al fin¡
La acompa?amos cuando falleci¨® Jes¨²s Aguirre, con el que compartimos algunos intensos ratos de sus ¨²ltimos meses. Y fue en Liria, y luego en Loeches, hel¨¢ndosenos el coraz¨®n de las dos Espa?as, cuando asumimos al fin nuestras enormes contradicciones y la complejidad no ya del personaje, ni de la persona, sino de la vida misma: ¡°No le des m¨¢s vueltas Cayetana: eres, por encima de todo y de todos, una sevillana en Madrid. Y ya est¨¢¡±. A partir de ah¨ª, otra vez se puso el mundo por montera. Ahora andar¨¢ diciendo, parad¨®jicamente, como la madre del poeta cuando iba al encuentro de la muerte igualitaria: ¡°Hijo, ?cu¨¢ndo llegamos a Sevilla?¡±.
Alfredo S¨¢nchez Monteseir¨ªn es M¨¦dico Inspector de Servicios Sanitarios en el Instituto de Salud Carlos III de Madrid. Fue Alcalde de Sevilla entre 1999 y 2011.
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