Fue posible en peores momentos
La ciudadan¨ªa ha aprendido que es posible cambiar la Constituci¨®n si hay voluntad pol¨ªtica
Hasta hace pocos a?os existi¨® un consenso informal sobre la Constituci¨®n como un s¨®lido corpus pol¨ªtico al margen de los vaivenes partidistas. Todo eso cambi¨® en el verano de 2011 cuando el entonces presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, presionado por el Banco Central Europeo (BCE), llam¨® a Mariano Rajoy para proponerle el sacrificio de la estabilidad constitucional en el altar de los mercados y de la salvaci¨®n del euro. Fue el episodio del art¨ªculo 135, rehecho en un mes sin siquiera un refer¨¦ndum.
Ca¨ªdo el mito de la Constituci¨®n como unas tablas de la ley pr¨¢cticamente inamovibles, se redoblan las propuestas de nuevos cambios. La ciudadan¨ªa ya ha aprendido que es posible cambiar la Constituci¨®n en poco tiempo si hay voluntad pol¨ªtica para ello, pero Rajoy y otras voces del partido gobernante recurren a la idea de que el consenso tiene que venir antes que la reforma en s¨ª. Tampoco es raro escuchar que la polarizaci¨®n es mayor que nunca.
Es verdad que del entusiasmo de la Transici¨®n por la consolidaci¨®n de las libertades se ha pasado a un nivel de desencanto profundo con el sistema pol¨ªtico. Pero los escenarios para una reforma no son peores que aquellos en los que se elabor¨® la Constituci¨®n desde cero. En la breve legislatura 1977/1978 lo hicieron unos partidos organizados a partir de sectores supervivientes al r¨¦gimen dictatorial, algunos de ellos con protagonistas o herederos pol¨ªticos de los que se hab¨ªan matado entre s¨ª en la guerra civil. El miedo a repetir los enfrentamientos civiles era mayor del que existe hoy a una implosi¨®n de los principales partidos. El terrorismo mataba a mansalva. Y las condiciones econ¨®micas y sociales del pa¨ªs tambi¨¦n eran diferentes: una inflaci¨®n del 19,8%, con menos paro que el actual, cierto, pero con una renta per c¨¢pita anual que no alcanzaba ni la de un trimestre del presente.
En principio, ser¨ªa mejor revisar la Constituci¨®n en tiempos de cierta serenidad, antes que bajo los efectos destructivos de seis a?os de crisis econ¨®mica y pol¨ªtica. Sin embargo, las grietas del edificio institucional no se van a arreglar por s¨ª solas. Si el partido gobernante se encierra en que revisar la Constituci¨®n es m¨¢s peligroso que no hacerlo; si Podemos insiste, por el contrario, en abrir todo un proceso constituyente; y si las terceras v¨ªas terminan qued¨¢ndose en tierra de nadie, existe el riesgo de que se acent¨²e la tendencia a llevar a cabo pr¨¢cticas pol¨ªticas en paralelo o al margen de la Constituci¨®n, como si fuera un papel que se puede ignorar. ?Qu¨¦ fuerza pol¨ªtica sensata puede permitirse ese horizonte?
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