Cristina Cifuentes en tiempo de guerra
Sus a?os pol¨ªticos m¨¢s duros terminaron por catapultarla dentro del PP
El viernes 6 de marzo a las 19.15 son¨® el tel¨¦fono de Cristina Cifuentes (Madrid, 1964). ¡°Secretar¨ªa general¡±, anunci¨® la pantalla. Cifuentes estaba en su despacho del palacete de Borghetto, un edificio afrancesado con antiguos salones de baile, enormes tapices y jard¨ªn interior. Sobre el techo se descuelgan relieves de ocho pavos reales. Tiene en las paredes dibujos de Tint¨ªn y un cuadro que compr¨® a un anticuario en Singapur: un guerrero japon¨¦s con lanza y flechas subido a un caballo negro. La atm¨®sfera oriental explica el palacete, embajada de Jap¨®n durante la II Guerra Mundial, y explica a Cifuentes, que se pasea recogida en un quimono abriendo las puertas lacadas del despacho con su tatuaje chino en una mu?eca. En medio de esa delirante melancol¨ªa zen llama la atenci¨®n una bandejita cool llena de piedras. Son adoquines de m¨¢rmol de los veladores del Gij¨®n y del Espejo, y cascotes arrancados de Recoletos para lanzarlos a la polic¨ªa en la batalla campal del 22-M.
Con esas piedras utilizadas para atacar a sus agentes Cifuentes se hizo un centro de mesa. Tiene en el despacho una jambilla, un cuchillo yemen¨ª de funda y mango plateado. Y en el Sal¨®n Rosa contin¨²an los detalles de violencia: libros de fotograf¨ªas de toros, un volumen de guerreros de Terracota y una foto en la que Cifuentes aplaude a Esperanza Aguirre. Lo sorprendente es que no hay contraste sino una estrepitosa armon¨ªa. La malasa?era tatuada, republicana y agn¨®stica, partidaria del matrimonio homosexual que va a las asambleas del 15-M es la misma rubia que de adolescente se afili¨® a la derecha de Fraga, partidaria de la cadena perpetua revisable que no entiende ¡°que el sistema penal est¨¦ enfocado a la rehabilitaci¨®n del delincuente¡±, como dijo en Abc, y hubiera prohibido la acampada en Sol. No hay biombos entre ellas ni juegos de espejos, como no los hay en el despacho. Hacen juego las piedras con las que se pretend¨ªa abrir la cabeza de alg¨²n agente y las sedas de las paredes, y esa ex¨®tica sofisticaci¨®n ideol¨®gica ha deslumbrado a S¨¢enz de Santamar¨ªa y al arriolismo de G¨¦nova, siempre atento a sensibilidades electorales, con la misma sospecha que ha levantado en el ala m¨¢s conservadora del PP que ayer sali¨® a la calle liderada por Aguirre entre carteles de Yo rompo con Rajoy.
La delegaci¨®n del Gobierno no es un puesto desde el que alguien haya hecho carrera. M¨¢s bien fue el techo pol¨ªtico de los antecesores de Cifuentes: Francisco Javier Ansu¨¢tegui, Constantino M¨¦ndez, Mar¨ªa Dolores Carri¨®n, Amparo Valcarce o Mar¨ªa Soledad Mestre. Lo gris¨¢ceo de ese cargo, despojado de grandes atribuciones pol¨ªticas y dedicado a velar por la ley, mantener el orden e imponer sanciones, hace que el nombramiento de Cifuentes sea un caso a estudiar. Una vertiginosa proyecci¨®n que se ha valido del car¨¢cter extrovertido de la delegada y del tiempo que le ha tocado vivir, el de las movilizaciones callejeras provocadas por la crisis y las medidas de austeridad tomadas por su Gobierno. De alguna forma, como Podemos, ella tambi¨¦n es producto de la indignaci¨®n, pero en el lado del poder.
Para entender con qu¨¦ equilibrio Cristina Cifuentes ha construido ese perfil pol¨ªtico basta conocer su amistad con Jorge Verstrynge. En los ¨²ltimos a?os Verstrynge ha participado en una okupaci¨®n, un escrache y una protesta por la Rep¨²blica en la coronaci¨®n de Felipe VI. En alguno de sus problemas con los agentes Verstrynge brome¨® con Cifuentes envi¨¢ndole un mensaje en que le dec¨ªa que su polic¨ªa lo estaba tratando con mucha educaci¨®n. En p¨²blico, Verstynge dijo que la violencia le ven¨ªa bien a Cifuentes ¡°para justificar su sueldo¡± y la Delegaci¨®n del Gobierno le acus¨® de ser uno de los organizadores del escrache a la vicepresidenta del Gobierno, que ¨¦l neg¨® enfurecido.
Cifuentes es hija de gallegos, s¨¦ptima de ocho hermanos. Su madre vive en Navas de Riofr¨ªo, un pueblo conocido como Las Navillas en Segovia, donde se acaba de morir su padre, enfermo de alzheimer. En uno de sus ¨²ltimos raptos de lucidez quiso volver a Madrid a proteger a su hija cuando vio el escrache sufrido por la delegada del Gobierno al llegar a su casa en 2012. El mismo a?o en el que ocurri¨® la tragedia del Madrid Arena, de la que se enter¨® por su hijo, presente en la fiesta, cuando lleg¨® a casa. Fue la temporada pol¨ªtica m¨¢s dura de Cifuentes y la que termin¨® de catapultarla en G¨¦nova con la misma velocidad que ascendi¨® el Prestige a Rajoy diez a?os antes, cuando sufri¨® la ira de la calle. M¨¢s all¨¢ de la gesti¨®n, en el PP se valoran las circunstancias en las que se realiza, ese rasgo tan judeocristiano del martirio. Y Cifuentes, objetivo preferido de la extrema izquierda, se afianz¨® pol¨ªticamente como una dura sin perder ante el votante ese aire progresista de santidad. Cuando m¨¢s la azuzaban por los disturbios en la calle, Pablo Iglesias inici¨® en La Tuerka un coqueteo impostado con ella para burlarla: la invit¨® a ver The Wire en el sof¨¢ de su casa; ella dijo s¨ª pero no en su sof¨¢. ?l respondi¨® que le encantar¨ªa rondar a una chica de derechas como la tuna en la Complutense, pero con indignados. Meses despu¨¦s Cifuentes dijo: ¡°Es m¨¢s rubio que yo¡±.
La candidata ha tenido presencia medi¨¢tica por tierra, mar y aire. Lo hace, dice, para dar a conocer el trabajo de las Fuerzas de Seguridad, a las que defiende sin fisuras en las denuncias por abusos de fuerza. De sus entrevistas se han ido desprendiendo pedazos de su vida privada. Trabaj¨® de dependienta y vendi¨® enciclopedias por las casas. Le gusta vestir de negro y cuando lo hace de rojo es probable que est¨¦ triste, pues dice combatir el estado de ¨¢nimo con colores fuertes. Vivi¨® la Movida, era asidua del Penta y de la sala Sol, y cont¨® en El Mundo que iba por ah¨ª con sus amigas vestida ¡°casi como Alaska¡±. Dice tacos y uno de sus lapsus m¨¢s populares ocurri¨® presidiendo la Asamblea, cuando reclam¨® votar ¡°a mano armada¡±. Le gusta el cine y a veces compra las butacas vecinas para que nadie la moleste. Hace a?os ejerci¨® de pacificadora al impedir bofetadas entre dos miembros de su partido, Manuel Cobo (pro Gallard¨®n) y ?ngel Garrido (pro Aguirre). Estuvo a punto de morir tras un accidente de moto en 2013. ¡°Me iba en paz, perdon¨¦ a todos y me perdon¨¦ a m¨ª misma, y algo se ha quedado de eso¡±.
Horas despu¨¦s de ser nombrada candidata dijo a quien quiso escucharla que pretend¨ªa una campa?a limpia y que no iba a bajar al barro ni a usar golpes bajos. Sus interlocutores en G¨¦nova escucharon y asintieron. Todos dieron por hecho de que se estaba refiriendo al Partido Popular.
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