El piso piloto se sienta en el banquillo
La Comunidad Valenciana se ha convertido en el emblema de la ca¨ªda de un modelo, con decenas de sus gobernantes imputados
El piso piloto de la econom¨ªa hipotecada al ladrillo, a la gesti¨®n irresponsable y al robo continuado de los recursos p¨²blicos est¨¢ siendo desmontado a toda prisa, ahora que el sistema ha quebrado y se ha acabado el desfile de altos personajes que encontraron aqu¨ª cobijo, apoyos y fortuna y hoy tratan de borrar las huellas de sus visitas.
El viento perturbador de este Levante de los Naseiros y Zaplanas, Carlos Fabra, Jaume Matas, Francisco Camps y tantos otros que empujaba a la megaloman¨ªa, la desmesura y el despilfarro en grandes proyectos ic¨®nicos ha cesado de repente y es como si la sociedad hubiera recuperado de golpe la cordura y el olfato que permite reconocer el hedor de la podredumbre; como si todo el mundo se preguntara qu¨¦ nos ha pasado, c¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª. Flota en el ambiente una sensaci¨®n de comunidad fallida porque Valencia es hoy una autonom¨ªa que sobrevive gracias a la financiaci¨®n asistida del gota a gota de la Hacienda nacional y al Fondo de Liquidaci¨®n Auton¨®mica (FLA) que le permite hacer frente a los pagos inaplazables.
En un tiempo r¨¦cord, la Comunidad Valenciana se ha quedado sin sistema financiero: ha perdido la Caja de Ahorros del Mediterr¨¢neo (CAM) y Bancaja y el mismo Banco de Valencia ha pasado a manos de CaixaBank. El Ejecutivo valenciano ha liquidado su manipulada radiotelevisi¨®n p¨²blica despu¨¦s de haberla reventado con 1.200 millones de d¨¦ficit y 1.800 empleados; ha vendido Terra M¨ªtica y el aeropuerto de Castell¨®n; va a privatizar la explotaci¨®n de sus grandes emblemas: la Ciudad de las Artes, la Ciudad de la Luz¡ Los ni?os valencianos nacen con una deuda individual de 100.000 euros y casi un tercio de esta poblaci¨®n de 5,2 millones se encuentra en riesgo de marginaci¨®n social. Pese al clima, al mito del Mediterr¨¢neo feliz y al car¨¢cter trabajador y emprendedor del valenciano, dicen las encuestas que esta es la comunidad con m¨¢s gente desanimada e irritada.
?Pasen y vean en primera fila el gran espect¨¢culo de la corrupci¨®n valenciano-espa?ola: 150 antiguos altos cargos imputados!
No es evidente, sin embargo, que la convenida catarsis que sucede al derrumbe del modelo especulativo y corrupto vaya a deshacer las tramas de saqueo anudadas a lo largo de estos a?os, ni a asegurar la sostenibilidad de esta autonom¨ªa que acumula una deuda de 40.000 millones de euros. Y eso que el calendario electoral aparece pespunteado con una ristra de juicios: G¨¹rtel, Emarsa, Terra M¨ªtica¡ y un interminable carrusel de comparecencias llamadas a poner fin a dos d¨¦cadas de impunidad. ?Pasen y vean en primera fila el gran espect¨¢culo de la corrupci¨®n valenciano-espa?ola: 150 antiguos altos cargos imputados, entre ellos, dos presidentes de la Generalitat, cuatro vicepresidentes, nueve consejeros auton¨®micos, dos presidentes del Parlamento valenciano, catorce diputados regionales, alcaldes de las tres capitales, presidentes de las diputaciones de Castell¨®n y Alicante, la c¨²pula del Partido Popular valenciano y un robo continuado del erario p¨²blico estimado en 12.500 millones de euros! ?Hay qui¨¦n d¨¦ m¨¢s?
¡°En ninguna regi¨®n democr¨¢tica y avanzada del mundo pueden exhibir un cat¨¢logo tan amplio de imputados o acusados por delitos de corrupci¨®n. No es que hubiera una manzana podrida sino que todo el almac¨¦n de alimentos estaba en estado de descomposici¨®n. M¨¢s que como partido pol¨ªtico, el PP valenciano ha actuado como una organizaci¨®n criminal¡±, sostiene el periodista y escritor Sergi Castillo, autor del libro Tierra de saqueo.
El desfile de los medios de comunicaci¨®n internacional se suma a las miradas vigilantes de Frankfurt y Bruselas. La autonom¨ªa valenciana se ha puesto en el mapa, en efecto, aunque no de la manera que imaginaron esos pr¨®ceres declarados de la patria cuando proclamaban que su comunidad era la ¡°envidia de Europa¡± y se pavoneaban de los grandes proyectos, ahora arrumbados, achicados o reconducidos para reducir las p¨¦rdidas estructurales. La escandalosa reputaci¨®n de los dirigentes pol¨ªticos locales se une a la Tomatina, las Fallas ¡ªla quema de las figuras art¨ªsticas desconcierta profundamente a muchos extranjeros¡ª y al Valencia Club de F¨²tbol como principales referencias de esa comunidad en la esfera internacional.
Dos d¨¦cadas de tolerancia social con la corrupci¨®n dejan un panorama devastado en una regi¨®n que aspir¨® a ser una marca internacional
A riesgo de ser tratado de poco original, Santiago Grisol¨ªa, bioqu¨ªmico, Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Investigaci¨®n, no encuentra otra explicaci¨®n a lo que ha pasado que la ¡°poca categor¨ªa¡± de los pol¨ªticos. ¡°Los partidos dicen que son servidores del pueblo, pero no es verdad. Me indigna esta sensaci¨®n de podredumbre. ?C¨®mo pueden negar la existencia de una caja b si todo el mundo sabe que es verdad? Si niegas la realidad no puedes encauzar el problema!¡±, amonesta el gran cient¨ªfico valenciano. ¡°Pagamos muy mal a los pol¨ªticos. Los hay de tres clases: los h¨¦roes, los sinverg¨¹enzas y los mediocres¡±, apunta Jos¨¦ Vicente Gonz¨¢lez, presidente de la patronal valenciana Cierval y vicepresidente de la CEOE, sin aclarar cu¨¢nto hay de cada lote en este territorio, el segundo granero de votos del Partido Popular. ¡°Ser¨ªa inexacto calificarles de mafia y tampoco son una casta. Son grupos cerrados, end¨®genos y de identidad elitista que, en principio, tratan de combinar sus intereses particulares con los generales y, al final, dejan de representar a los ciudadanos para anteponer sus objetivos privados¡±, explica Jordi Palafox, catedr¨¢tico de Historia Econ¨®mica y antiguo miembro del consejo de administraci¨®n de Bancaja.
La gran pregunta, la que se hicieron durante bastantes a?os muchos espa?oles fiados a la lectura de los peri¨®dicos, es por qu¨¦ los valencianos continuaron otorgando la mayor¨ªa absoluta a pol¨ªticos manifiestamente corruptos o altamente sospechosos de serlo. Valencia no es, desde luego, la ¨²nica comunidad espa?ola caracterizada por este comportamiento, pero hubo momentos en los que pareci¨® que los imputados de esta comunidad eran, por reincidentes, soberbios o procaces, manifiestamente m¨¢s corruptos que en otros lares. Hoy, como ayer, ese interrogante sigue pivotando sobre la Comunidad Valenciana sin obtener una respuesta clara. ?Qu¨¦ pasa en las tripas, las entretelas, de esta sociedad?
La experiencia valenciana, y espa?ola, parece haber mostrado, al menos hasta ahora, que la ¨¦tica no ha sido el factor determinante de los cambios de ciclo pol¨ªtico. Puede que la explicaci¨®n haya que buscarla en la escasa articulaci¨®n social, en la falta de educaci¨®n y de valores comunitarios, unido, en el caso que nos ocupa, al acendrado individualismo levantino, a su concepto de la tolerancia, que a menudo se confunde con la inacci¨®n e inhibici¨®n, con ese ¡°meninfot¡± de uso coloquial, traducible por ¡°paso de lo que no me afecta¡±, a la estructura sociolaboral de peque?os propietarios del campo o de la fabricaci¨®n del calzado, la piel, el juguete, lo textil. Lo cierto es que la corrupci¨®n no ha encontrado un rechazo social tajante hasta que ha faltado el dinero, hasta que la burbuja narrativa de la ¡°gran Valencia¡± se ha deshinchado por s¨ª misma. Porque el comentario recurrente en el ejercicio de la contemporizaci¨®n, el que a menudo zanjaba la discusi¨®n, era: ¡°?Y t¨² que har¨ªas?¡±.
El interrogante sigue pivotando: ?qu¨¦ pasa en las tripas de la sociedad? La venalidad no encontr¨® un rechazo hasta que falt¨® el dinero
¡°Los primeros que nos preguntamos qu¨¦ nos ha pasado somos nosotros. Despu¨¦s de tantos a?os, la gente hab¨ªa empezado a interiorizar que la corrupci¨®n era algo normal. Aqu¨ª, se perdonaba todo hasta que empezaron a cerrar las empresas. Ahora, la gente siente verg¨¹enza propia¡±, sostiene Luis Aguil¨®, letrado mayor de las Corts Valencianes y nieto del l¨ªder de la Derecha Regional Valenciana, Luis Lucia, que el 18 de julio de 1936 envi¨® al Gobierno leg¨ªtimo un telegrama expresando su lealtad a la Rep¨²blica espa?ola. Fue represaliado por el franquismo, despose¨ªdo de sus bienes y condenado, primero a muerte, y luego, a cadena perpetua. ¡°Se?or: perd¨®nalos, aunque sepan lo que hacen¡±, dej¨® escrito aquel hombre, cuya figura se yergue como contrapunto de la actualidad, porque m¨¢s all¨¢ de las siglas y de las adscripciones ideol¨®gicas, en Valencia, como en el resto de Espa?a, hay una a?oranza fundada de la honestidad y honorabilidad que revisti¨® en otros tiempos la pol¨ªtica. ¡°Mi abuelo no nos dej¨® ning¨²n bien material, pero s¨ª un elevado sentido de la ¨¦tica¡±, destaca Luis Aguil¨® Lucia.
¡°Hemos cometido errores, nos hemos centrado en vender nuestra gesti¨®n econ¨®mica y hemos emprendido tarde la regeneraci¨®n democr¨¢tica. Hemos tardado en comprender que nuestra econom¨ªa no puede depender tanto del sector inmobiliario. Tambi¨¦n hemos gestionado mal las cajas de ahorro, la Radiotelevisi¨®n Valenciana y otras empresas p¨²blicas¡±, reconoce hoy el vicepresidente de la Generalitat, Jos¨¦ Ciscar. Es una confesi¨®n piadosa porque, admitido que los errores y desmanes de estas d¨¦cadas atr¨¢s no han sido privativos del Gobierno de Valencia, lo que ha pasado en esa comunidad posee magnitudes superiores, a la altura de la catadura exhibida por muchos de los protagonistas del gran saqueo. Y es que en Valencia, pol¨ªticos que aparentaban grandes convicciones ¨¦ticas o ten¨ªan a gala un acendrado catolicismo practicante llegaron a quedarse con el dinero de la cooperaci¨®n destinado a las madres africanas infectadas de sida, a la construcci¨®n de un hospital en Hait¨ª, a habilitar conducciones de agua en Nicaragua. Tampoco les hicieron ascos a las donaciones recogidas por las monjas y a las cuestaciones populares destinadas a paliar la situaci¨®n de sus paisanos m¨¢s necesitados.
La mezquindad y depravaci¨®n afloran en las conversaciones intervenidas judicialmente con el desparpajo propio de los grupos mafiosos: ¡°Lo nuestro antes que lo de los negratas, ?eh?¡±; ¡°?Qu¨¦ hacemos con esta Mireia Moll¨¤ [diputada de Comprom¨ªs que hac¨ªa preguntas inc¨®modas en el Parlamento auton¨®mico]; la violamos o qu¨¦?¡±. Y es que en Valencia, Rafael Blasco, condenado en el caso Cooperaci¨®n a 8 a?os de c¨¢rcel por malversaci¨®n, prevariaci¨®n y falsedad, no era cualquiera en el organigrama del PP. Hombre de confianza de Eduardo Zaplana y Francisco Camps, fue la pieza permanente del Ejecutivo regional, consejero de siete carteras de Gobierno y portavoz del PP de esa comunidad. El hecho de que Rafael Blasco fuera con anterioridad tambi¨¦n consejero en el Gobierno socialista de Joan Lerma, hasta que fue expulsado por corrupto, da al caso una pincelada dom¨¦stica extravagante, pero la cuesti¨®n clave reside en saber por qu¨¦ Eduardo Zaplana le fich¨® para el PP y el Gobierno regional con semejantes antecedentes, qu¨¦ vio en ¨¦l, qu¨¦ pens¨® que les pod¨ªa aportar.
Dadas las circunstancias, cabr¨ªa plantearse si el PP valenciano no har¨ªa bien en disolverse y refundarse sobre bases y nombres nuevos para quebrar la asociaci¨®n refleja ¡°derecha valenciana-corrupci¨®n¡±, pero eso no est¨¢ en el ¨¢nimo de sus actuales dirigentes. Aunque no esperan lograr reeditar sus aplastantes mayor¨ªas absolutas, conf¨ªan en ganar las elecciones auton¨®micas con sus siglas, por t¨®xicas que les parezcan a buena parte de la ciudadan¨ªa y por evidente que resulte que el saqueo continuado respond¨ªa a la financiaci¨®n ilegal del partido y no solo a la particular codicia delictiva de muchos de sus cargos. ¡°Nosotros somos los m¨¢s interesados en apartar a esa gente. El presidente Alberto Fabra tiene claro que los ciudadanos exigen ejemplaridad y el abogado de la Generalitat se va a personar como acusaci¨®n particular. Desde el presidente al ¨²ltimo consejero, todos hemos hecho autocr¨ªtica¡±, enfatiza Jos¨¦ Ciscar. Pese a que las investigaciones judiciales en marcha invitan a pensar que detr¨¢s de no pocos proyectos adjudicados hab¨ªa una trama organizada, el vicepresidente de la Generalitat sostiene que ¡°no existe una correlaci¨®n directa entre la obra p¨²blica realizada y la corrupci¨®n¡±.
Pol¨ªticos que presum¨ªan de ¨¦tica robaron el dinero. El saqueo respondi¨® a la financiaci¨®n del PP y al lucro individual
M¨¢s all¨¢ de la discusi¨®n sobre el alcance del robo continuado, conviene detenerse en la radical transformaci¨®n del territorio experimentada en estos a?os de frenes¨ª constructor. A las grandes edificaciones justificadas como reclamo tur¨ªstico se sum¨® una pol¨ªtica de pelotazo urban¨ªstico y ocupaci¨®n masiva del litoral que permiti¨® un enriquecimiento il¨ªcito y sin costes. Tras vender sus terrenos en el primer cintur¨®n de huertas y naranjos establecido en torno a las ciudades, no pocos agricultores adquirieron nuevas tierras en un segundo cintur¨®n con la esperanza de que la ola recalificadora y constructora seguir¨ªa avanzando por el territorio. Es otra versi¨®n de los cuentos de la lechera que circularon tan profusamente. ¡°A los que pon¨ªamos objeciones a la pol¨ªtica de inversi¨®n inmobiliaria de las cajas de ahorros, nos aseguraban que directivos que trabajan en Londres vendr¨ªan a dormir a Castell¨®n y que muchos noruegos iban a comprar casa aqu¨ª¡±, recuerda Jordi Palafox.
¡°En menos de 10 a?os, la ocupaci¨®n de suelo en la franja costera ha pasado del 10% al 50%. Hoy, el 82% de la poblaci¨®n est¨¢ concentrada en el 7% del territorio¡±, explicaba Jos¨¦ Miguel Iribas, soci¨®logo especialista en diagn¨®stico urban¨ªstico fallecido hace unas semanas. ¡°Aqu¨ª, se juntan el hambre y las ganas de comer. Tenemos el suelo m¨¢s demandado de Espa?a, a causa de este clima extraordinario, y Ayuntamientos pobres que han recurrido a la recalificaci¨®n del suelo para hacerse con un dinero r¨¢pido; a veces, sin que haya mediado la corrupci¨®n, con solo invocar a la vanidad y a los aires de grandeza: ¡°Alcalde, te voy a poner en el mapa, te voy a construir miles de viviendas y vas a dirigir una ciudad¡±. El territorio ha sido vendido a muy bajo precio y ahora algunos Ayuntamientos empiezan a darse cuenta de que no pueden sufragar el coste de los servicios por unidad de viviendas en determinadas urbanizaciones horizontales. Hay estudios que muestran que, en esos casos, la balanza de ingresos y gastos comienza a ser deficitaria a los 16 a?os porque mantener esas infraestructuras y servicios municipales es muy costoso, pero pocos alcaldes comprenden que cuanto m¨¢s se construyan este tipo de edificaciones m¨¢s se hipotecar¨¢ el Ayuntamiento¡±, atestiguaba este gran experto urbanista.
Mal negocio a medio plazo para la sostenibilidad, el medioambiente y las arcas municipales. ¡°La respuesta no pueden darla los Ayuntamientos porque son incapaces de frenar al tibur¨®n del mercado y adem¨¢s, el problema ni siquiera es ya urban¨ªstico. Pronto volver¨¢n las grandes demandas y las presiones. La batalla no ha acabado¡±, advert¨ªa Jos¨¦ Miguel Iribas. Si la batalla no ha acabado y los valencianos no quieren aplicarse la m¨¢xima (Plat¨®n) de que el castigo por inhibirse en pol¨ªtica es ser gobernado por hombres inferiores, tendr¨¢n que entregar su ¡°meninfotismo¡± al fuego purificador de las Fallas.
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