La comuna La Esperanza, sin nada que perder en Gran Canaria
M¨¢s de 70 familias ocupan unos edificios del banco malo en Gran Canaria. Hay 149 ni?os. Tras dos a?os en las casas, denuncian el ¡°acoso¡± de la Guardia Civil
En la comuna La Esperanza, al norte de la isla de Gran Canaria, viven 71 familias. Son 250 personas que no ten¨ªan hogar, de las que m¨¢s de la mitad son menores. A principios de 2013 dos decenas de personas, con su vida a cuestas, ocuparon las primeras 20 viviendas de los cuatro edificios que una constructora abandon¨® por problemas de licencia y c¨¦dulas de habitabilidad. La llamaron La Esperanza, lo ¨²ltimo que se pierde
Es el refugio para gente sin recursos, ubicado en el municipio de Santa Mar¨ªa de Gu¨ªa, al norte de la isla de Gran Canaria. Servicios Sociales ha derivado all¨ª a cuatro familias. Dos de han quedado. Ruym¨¢n Rodr¨ªguez, uno de los promotores, dice que la comunidad no tiene problemas para escuchar las situaciones familiares e intentar encajarlas en las viviendas disponibles. Todo iba como la seda, sostiene, y ahora no entiende por qu¨¦ la Guardia Civil ¡°acosa¡± a varios vecinos de la comuna. ?l mismo fue detenido la semana pasada y pas¨® 24 horas en el calabozo, despu¨¦s de que le pidieran la identificaci¨®n en una parada de autobuses. En el juicio r¨¢pido celebrado por "resistencia a la autoridad", el abogado de la Benem¨¦rita le ped¨ªa cinco a?os de c¨¢rcel. El juez desestim¨® la petici¨®n y lo rebaj¨® a un delito de faltas.
Los cuatro edificios y los terrenos aleda?os que conforman La Esperanza han sido absorbidos por el Sareb, el banco malo, seg¨²n los vecinos. Sin embargo, fuentes del Sareb matizan que no consta que sean los propietarios de dicha promoci¨®n, aunque probablemente las viviendas sean "colaterales" de un pr¨¦stamo (una garant¨ªa del cr¨¦dito al promotor ). Los habitantes esperan que el litigio por deudas de la constructora se prolongue y poder vivir all¨ª algunos meses m¨¢s. O que conviertan las casas en viviendas sociales y alquilarlas por un precio que puedan pagar.
A principio de mes cada vecino de la comuna aporta 25 euros. Son voluntarios. ¡°Si no tienen, lo intentamos poner entre el resto¡±, explica Rodr¨ªguez. Cuando llegaron, en 2013, explicaron a la constructora propietaria la situaci¨®n. Eran familias sin techo que hab¨ªan entrado en unas viviendas vac¨ªas listas para ser habitadas. Una gasolinera, instalada all¨ª antes que los edificios, imped¨ªan que pudieran ser vendidas. Hubo varios robos de cables de cobre y la propietaria tem¨ªa que lo siguiente en desaparecer fueran grifos y puertas. En esas circunstancias, entreg¨® las llaves a los nuevos propietarios, seis familias que hab¨ªan sido desahuciadas o no pod¨ªan pagar un alquiler.
Natalia, que tiene tres hijos y espera otro a sus 32 a?os, recuerda tambi¨¦n ese momento. ¡°Estoy de cinco meses. La Esperanza es un nido de fertilidad¡±, concede con una sonrisa. Se retira las gafas y explica que su objetivo fue ¡°mantener a la familia unida¡±. En 2013 ni ella ni su pareja ten¨ªan ingresos y optaron por ocupar una casa en La Esperanza.
Cada ¨²ltimo domingo de mes celebran la asamblea en la que se presenta el balance de tesorer¨ªa. Cada comisi¨®n explica en qu¨¦ ha trabajado durante el mes. Ahora mismo las 71 viviendas est¨¢n ocupadas bajo el requisito de ¡°ser familias con hijos a cargo o estar pasando hambre extrema¡±. A la sala en la que celebran las reuniones la han llamado Asambleatorio. Los encargados de los talleres para los ni?os tienen bastante tarea con los 149 cr¨ªos y ahora planean abrir un nuevo espacio de juego en un solar cercano.
Guillermo, de 49 a?os, es delgado, alto y rubio. Trabaj¨® de encofrador durante el boom de la construcci¨®n. Estuvo algunos a?os desahuciado, aliment¨¢ndose en comedores sociales. Con ¨¦l, en La Esperanza, viven su mujer y una de sus hijas. Es el encargado de la nueva zona infantil. ¡°Si fuera m¨¢s joven, me ir¨ªa fuera y me buscar¨ªa la vida. Pero, ?d¨®nde voy con casi 50 a?os?¡±, se pregunta. Guillermo se gana los cuartos recogiendo chatarra, ¡°parezco Batman, salgo de noche a buscar basura para venderla¡±.
El huerto lo coordina Julio, que acaba de cumplir 40 a?os y trabaj¨® durante 10 como cerrajero. Colabor¨® en desahucios ¡°m¨¢s de lo que usted se imagina¡± antes de la crisis. ¡°Y ahora soy yo el que ha tenido que ocupar, as¨ª es la vida¡±, dice. A un despido se sum¨® un divorcio problem¨¢tico y se qued¨® en la calle de la noche a la ma?ana. ¡°Veo la vida con m¨¢s miedo y en La Esperanza, cuando no tengo, siempre hay alguien que ayuda¡±, reflexiona.
En el patio est¨¢ Coraima. Tiene 22 a?os. Vivi¨® en un centro de mujeres maltratadas, despu¨¦s de que su marido le golpease en repetidas ocasiones. No encontraba trabajo ni estabilidad y tuvo que abandonarlo. Se vio con su hijo en la calle y acab¨® en La Esperanza. Con ella habla Roberto, que es de Tulu¨¢, Colombia, tiene 42 a?os y lleva 14 en Gran Canaria. Lleg¨® hace algo poco m¨¢s de un a?o a la comuna. ¡°Tengo cuatro chiquillos a mi cargo, mi mujer que no cobra nada y ahorita lo que entra es muy poco¡±, explica. Y remata: ¡°aqu¨ª tengo un techo, es peor estar en la calle¡±.
En La Esperanza ha habido nacimientos y tambi¨¦n muertes. Los habitantes recuerdan el ni?o de 15 a?os que muri¨® de leucemia. ¡°No hab¨ªa dinero ni para enterrarlo¡±, rememora Ruyman. Hay varias personas con enfermedades cr¨®nicas o terminales. Dos miembros de una misma familia tienen c¨¢ncer.
La voz de los vecinos no se ha escuchado desde que ocuparon los edificios. Han buscado vivir con sigilo, de forma discreta, organizarse y tener fuerza para explicar que ocuparon por que no pod¨ªan m¨¢s. La Esperanza, m¨¢s que ser lo ¨²ltimo que se pierde, se ha convertido en un lugar en el que no hay nada que perder.
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