Felipe, el Rey prudente
La consolidaci¨®n de la monarqu¨ªa pasar¨¢ por la consulta popular La antorcha est¨¢ a punto de pasar a la generaci¨®n de los que tienen 40 a?os
Hace unos d¨ªas, el joven Rey Felipe me comentaba lo r¨¢pido que se le hab¨ªa pasado el primer a?o de su reinado. ¡°Casi sin darme cuenta¡±. Un a?o fulgurante para los espa?oles, posiblemente los doce meses m¨¢s importantes desde 1982, en los que la Monarqu¨ªa, una instituci¨®n incomprensible desde la raz¨®n pura, se ha renovado dejando al resto de instituciones ¡ªdesde los partidos pol¨ªticos a las c¨²pulas empresariales, al establishment¡ª envejecidos. Corro¨ªdos por la misma fatiga de los metales que hizo imposible la continuidad del anterior reinado. Partidos nuevos y l¨ªderes emergentes aspiran a un cambio profundo, no a la mera sustituci¨®n de lo existente. La renovaci¨®n generacional en la Jefatura del Estado producida por la abdicaci¨®n del rey Juan Carlos en su hijo abri¨® las compuertas de una nueva ¨¦poca en la historia de Espa?a.
Las elecciones del pasado d¨ªa 24 de mayo confirmaron que el Gobierno de la mayor¨ªa absoluta en el parlamento est¨¢ desnudo en la sociedad; lo precario tambi¨¦n del partido socialista, que necesita apuntalamiento, precisamente de la fuerza que quiere arrebatarle la primac¨ªa de la izquierda. La antorcha est¨¢ a punto de pasar a la generaci¨®n de los hombres y mujeres que est¨¢n en los cuarenta a?os, incluso raspados. Felipe VI, 47 a?os, pertenece a esa generaci¨®n. Reina, pero no gobierna, sobre media Espa?a para la que la transici¨®n y la Constituci¨®n de 1978 son solo una p¨¢gina de la historia. Este escenario de exigencia de cambio y purificaci¨®n de las instituciones es el que transita el nuevo rey y en el que deber¨¢ moverse en el futuro.
Su definici¨®n m¨¢s clara se producir¨¢ tras las elecciones generales de finales de a?o. El bipartidismo imperfecto que ha sostenido a la monarqu¨ªa tiende a debilitarse en beneficio de nuevos protagonistas, que no ven tan favorablemente la forma de Gobierno que nos dimos con la actual Constituci¨®n. El buque de los dos partidos hasta ahora turnantes ya no es un acorazado, est¨¢ tocado, pero no hundido. La nueva agenda de cambios de calado, incluido el constitucional, tanto tiempo represada por el PP, con el a?adido del contencioso de Catalu?a, deber¨¢ ser afrontada por Felipe VI en el segundo a?o del reinado. El Jefe del Estado es el s¨ªmbolo constitucional de la unidad y permanencia de Espa?a. El nuevo Rey ha sido prudente en el A?o I, preocupado sobre todo de no cometer ning¨²n error importante. Lo ha logrado. Se ha prodigado en gestos hacia nuevos sectores sociales; ha redoblado los contactos con gente de su generaci¨®n; se le ha visto poco en encuentros con banqueros y empresarios, que ten¨ªan rodeado a su padre. Se ha presentado en el exterior.
La antorcha est¨¢ a punto de pasar a la generaci¨®n de los que tienen 40 a?os
Le ha bastado con proyectar una imagen opuesta a don Juan Carlos. La reina Letizia, muy cambiada, le est¨¢ ayudando y se ha convertido contra muchos pron¨®sticos en una baza importante para el reinado que comienza y augura una mayor sinton¨ªa con la sociedad en gestaci¨®n. Felipe sigue siendo sin embargo una gran inc¨®gnita, su pensamiento es herm¨¦tico sobre los grandes problemas nacionales. No ha descendido de la promesa de la monarqu¨ªa renovada para un tiempo nuevo. Cuenta con escasas herramientas. La Constituci¨®n concede al rey un juego delimitado al arbitrio y moderaci¨®n del funcionamiento de las instituciones.
A Felipe VI pronto se le acabar¨¢ sin embargo la gasolina de que es diferente o incluso opuesto a su padre. Sabe que el felipismo no puede sustituir al juancarlismo, que hizo crisis en la etapa final del anterior reinado. Su misi¨®n hist¨®rica es asentar la monarqu¨ªa, que se convierta en algo que forma parte del paisaje, como ocurre en Gran Breta?a. Pronto, tras las pr¨®ximas elecciones, tendr¨¢ que reafirmarse y ser visto como el rey de todos los espa?oles, incluso de los que quieren acabar con muchas cosas y alarman a los sectores m¨¢s inmovilistas.
Adem¨¢s de escuchar y atender a los nuevos interlocutores, debiera fijarse un gran objetivo que dar¨ªa sentido a su reinado. Impulsar un pacto intergeneracional que permita a las nuevas generaciones soldarse con las que propiciaron la Espa?a democr¨¢tica que disfrutamos, para avanzar conjuntamente sin construir desde cero. Y un paso m¨¢s, la consolidaci¨®n de la monarqu¨ªa pasar¨¢ por someterla a consulta popular, a la voluntad de los que nacieron tras la muerte de Franco. A los que la Transici¨®n les suena tan historia como las guerras carlistas. Ser¨ªa entonces Felipe VI, el rey prudente ma non troppo.
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