Izquierda
El autor analiza las razones del enfrentamiento entre Podemos e Izquierda Unida
Crec¨ª en una familia con memoria, en la que mi abuela nunca dej¨® de hablarme del fusilamiento de su hermano, socialista, en 1939. Soy nieto de un condenado a muerte, tambi¨¦n socialista, cuya pena fue finalmente conmutada por 30 a?os de los que cumpli¨® cinco. Mis padres fueron militantes comunistas cuando en Espa?a era un delito serlo y mi padre conoci¨® Carabanchel por repartir propaganda. En mis primeros recuerdos de infancia me veo de la mano de mis padres en las manifestaciones anti-OTAN y en los m¨ªtines de Izquierda Unida en Soria, en 1986, cuando mi padre fue candidato por esa provincia al Congreso (se pueden imaginar el resultado). Con 14 a?os ingres¨¦ en las juventudes comunistas y milit¨¦ durante a?os en el movimiento estudiantil y en los movimientos contra la globalizaci¨®n y la guerra. Cuando acab¨¦ el doctorado y gan¨¦ una plaza de profesor fui uno de esos docentes heterodoxos que van a manifestaciones con los estudiantes y que incluyen a autores marxistas en la bibliograf¨ªa. A diferencia de la mayor¨ªa de los ciudadanos de mi pa¨ªs, me s¨¦ de memoria La Internacional. Llevo la izquierda tatuada en las entra?as con orgullo y me reconozco en ella pero, quiz¨¢ por eso, conozco bien sus miserias y, sobre todo, sus incapacidades.
En pol¨ªtica la forma y el tono cuentan tanto o m¨¢s que el fondo y en una entrevista reciente me equivoqu¨¦ en la forma y en el tono, ofendiendo a muchas personas. Les pido perd¨®n pero les pido tambi¨¦n que atiendan el contenido que, con mejor tono y forma, expongo aqu¨ª.
Escribi¨® Perry Anderson que el ¨²nico punto de partida concebible hoy para una izquierda realista es tomar conciencia de su derrota hist¨®rica. En Espa?a, el fracaso de la izquierda comunista se constat¨® tras la Transici¨®n democr¨¢tica. La realidad socioecon¨®mica de la ¨¦poca (tan bien anticipada por aquel ¡°cabeza de chorlito¡± llamado Fernando Claud¨ªn), el peso cultural de los medios de comunicaci¨®n y la coyuntura internacional revelaban no ya la imposibilidad de la revoluci¨®n y el socialismo, sino enormes l¨ªmites a las posibilidades de ¨¦xito electoral de esa izquierda. El fracaso de Mitterrand y su programa com¨²n en Francia, as¨ª como del compromiso hist¨®rico con la Democracia Cristiana del PCI en Italia, se?alaron bien los l¨ªmites de los referentes que hab¨ªa tomado nuestro Partido Comunista.
Mucho ha llovido desde entonces y hoy asistimos a la posibilidad de alterar el mapa pol¨ªtico en Espa?a en una direcci¨®n transformadora. Pero nada tiene ello que ver con la izquierda. La izquierda sigue social y culturalmente arrinconada. La clave del momento excepcional que vivimos est¨¢ en la politizaci¨®n de la frustraci¨®n de expectativas de los sectores medios, ante su empobrecimiento progresivo. Si para algo sirvi¨® el 15M fue para expresar esa frustraci¨®n. El 15M se?al¨® los ingredientes de una posibilidad impugnatoria caracterizada por el rechazo a las ¨¦lites pol¨ªticas y econ¨®micas dominantes, pero ese nuevo sentido com¨²n resultaba inaprensible bajo las categor¨ªas izquierda-derecha; algo que los jefes de la izquierda pol¨ªtica no aceptaron.
A pesar de que el PP gan¨® las elecciones de 2011, ya entonces se percib¨ªan elementos de crisis en el sistema de partidos. Antes de nuestra irrupci¨®n, las encuestas se?alaban la disminuci¨®n de los apoyos electorales del PP y del PSOE. Ante la nueva coyuntura, Izquierda Unida tuvo su oportunidad; habr¨ªa bastado simplemente con seguir el ejemplo de AGE en Galicia. Pero no la aprovech¨®.
La arrogancia con la que IU recibi¨® nuestra propuesta nos ha llevado muy lejos
Cuando decidimos lanzar PODEMOS pens¨¢bamos que deb¨ªamos colaborar con la izquierda, por eso propusimos a IU y a otras fuerzas hacer unas primarias abiertas conjuntas. Cre¨ªamos que esa metodolog¨ªa pod¨ªa ser un revulsivo; se trataba de que la izquierda se pareciera un poco m¨¢s a la gente. Ignor¨¢bamos entonces que la arrogancia con la que se recibi¨® nuestra propuesta nos iba a dar la oportunidad de llegar muy lejos. Seguimos adelante solos y gracias a eso no nos vimos obligados a hacer concesiones a las formas conservadoras de la izquierda. Gracias a que la izquierda no quiso escucharnos pudimos poner en pr¨¢ctica nuestra hip¨®tesis: que la geograf¨ªa que separa los campos pol¨ªticos entre izquierda y derecha hac¨ªa que el cambio, en un sentido progresista, no fuera posible. En el terreno simb¨®lico izquierda-derecha los que defendemos una pol¨ªtica de defensa de los derechos humanos, la soberan¨ªa, los derechos sociales y las pol¨ªticas redistributivas, no tenemos ninguna posibilidad de ganar electoralmente. Cuando el adversario, sea el PP o el PSOE, nos llama izquierda radical y nos identifica con sus s¨ªmbolos, nos lleva al terreno en el que su victoria es m¨¢s f¨¢cil. En pol¨ªtica, quien elige el terreno de disputa condiciona el resultado y eso es lo que hemos tratado de hacer nosotros. Cuando insistimos en hablar de desahucios, corrupci¨®n y desigualdad y nos resistimos a entrar en el debate Monarqu¨ªa-Rep¨²blica, por ejemplo, no significa que nos hayamos moderado o que abandonemos principios, sino que asumimos que el tablero pol¨ªtico no lo definimos nosotros.
Los cambios pol¨ªticos profundos (que implican siempre ganar el poder institucional) s¨®lo son posibles en momentos excepcionales como el que atravesamos, pero requieren de estrategias precisas. Nosotros trazamos la nuestra en Vistalegre. Respetamos las de otros compa?eros pero no nos situaremos en terrenos que nos alejen de una mayor¨ªa popular que no es ¡°de izquierdas¡± (como quiz¨¢ nos gustar¨ªa) pero que quiere el cambio.
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