Desayuno en Zahara
Un concejal del PP ha dicho que Carmena no puede irse de vacaciones hasta que pueda permit¨ªrselas el ¨²ltimo madrile?o. El sol y la playa predisponen a la hostilidad

Inglaterra, siglo XIX. Una dama entra a vivir en una casa y all¨ª la recibe la sirvienta. La dama da por hecho que la sirvienta se har¨¢ su propia comida; la sirvienta piensa que su obligaci¨®n es alimentarse de los restos que deje la se?ora. Por eso el primer d¨ªa, exageradamente, le sirve para desayunar cinco lonchas de tocino. Pero otra convenci¨®n de sociedad se interpone entre ellas: la dama ha sido educada en la tradici¨®n de que nada puede quedar en el plato. Con los d¨ªas la sirvienta pasa a ponerle siete lonchas, y luego nueve. Cada vez m¨¢s agotada, pero digna, la se?ora ventila todo. ¡°No me atrevo a suponer c¨®mo acab¨® aquello¡±, escribe Chesterton, familiar de la dama, ¡°pero lo l¨®gico es que la sirvienta hubiera muerto de hambre y la se?ora hubiera reventado¡±. Aquella tragedia habr¨ªa sido la consecuencia del ¡°educado silencio de las dos clases sociales¡±. Cada una se comportaba como cre¨ªa que deb¨ªa comportarse, aunque fuese derecha a la muerte.
Pocas an¨¦cdotas ilustran mejor la ausencia de clase media. Sin embargo, en la ¨¦poca de la que hablaba Chesterton s¨ª exist¨ªa esa clase: era aut¨¦ntica, adem¨¢s, porque era ¡°realmente una clase y realmente estaba en medio¡±. Una clase tan orgullosa de sus conquistas culturales que la distancia respecto a la clase inferior era la pronunciaci¨®n y la ortograf¨ªa: ¡°Hab¨ªa un mundo en el que era tan impensable deshacerse de un sonido como hacerse con un t¨ªtulo nobiliario¡±. Dice Chesterton que ese universo acab¨® degrad¨¢ndose no s¨¦ si realmente o producto de la escritura: cuando miramos atr¨¢s, y ¨¦stas son las memorias de un autor, tendemos a cerrar para¨ªsos.
En Espa?a sobrevive un franquismo sociol¨®gico muy t¨ªmido, salvo los desacomplejados habituales, que se activa con algunas cosas. Una de ellas es la conquista fantasm¨¢gorica que seg¨²n ellos hizo el dictador: la clase media. Pareciera que en lugar de ganar la guerra ganaron la telefunken. Ahora que la crisis ha aumentado la desigualdad entre sirvienta y dama, se ha vuelto a poner de moda un prestigio social que tiene que ver poco con la clase media aut¨¦ntica: el del acomodado que puede permitirse tener un coche peor y un sueldo peor para tener m¨¢s raz¨®n, como si esa precariedad cool otorgara m¨¢s credibilidad. A la corrupci¨®n y el derroche del PP se le ha respondido con una beater¨ªa que los nuevos se autoimponen baj¨¢ndose los sueldos y presumiendo de bicicletas prestadas, como si comprar una pusiese bajo sospecha.
La foto que mejor define este estado de opini¨®n es la de la alcaldesa de Madrid en Zahara de los Atunes (C¨¢diz). La imagen re¨²ne los ingredientes de la facilidad con que se hace pol¨ªtica hoy: un concejal del PP ha dicho que Carmena no puede irse de vacaciones hasta que pueda permit¨ªrselas el ¨²ltimo madrile?o. El sol y la playa predisponen a la hostilidad, como si fuesen lujos de ¨¢rabes. La flor que lleva en la mano provoca el mismo impacto que si arrastrase el cad¨¢ver de un lince. Ni siquiera ha hecho falta que estuviese imputada como Rato para mover al esc¨¢ndalo, pues los imputados, como los gremlins, no pueden mojarse. Ahora tambi¨¦n sabemos que no es recomendable que lo hagan los de izquierdas.
Y sin embargo Manuela Carmena, jueza de 71 a?os, medio siglo trabajando, se ha puesto a dar explicaciones de por qu¨¦ ella no paga 4.000 euros en su semana de vacaciones. Como si en el hecho de poder pagarlos estuviese impl¨ªcito un desaire social a los necesitados que defiende y una contradicci¨®n respecto a los corruptos que su partido denuncia.
Hace un siglo Chesterton hablaba as¨ª de la clase media perdida de su pa¨ªs: ¡°Nunca se les ocurri¨® mantener con la aristocracia otras relaciones que no fueran de negocios. Hab¨ªa algo en ellos que desde entonces es muy raro encontrar en Inglaterra: estaban orgullosos de s¨ª mismos¡±.
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