Los campos de concentraci¨®n de Franco: as¨ª eran y as¨ª se sobreviv¨ªa
Las asociaciones memorialistas piden recuperar la memoria de los centros de esclavitud
¡°Trabajaban de sol a sol, a pico y pala, casi sin alimentaci¨®n y recib¨ªan palizas constantes¡±. As¨ª resume el profesor de Antropolog¨ªa Social de la Universidad de Sevilla, ?ngel del R¨ªo, la vida en los campos de concentraci¨®n del franquismo.
De los 188 centros donde se recluy¨® a medio mill¨®n de esclavos del franquismo en Espa?a cada vez quedan menos vestigios. Ese era el objetivo: borrar la memoria. La represi¨®n fue f¨ªsica, psicol¨®gica e ideol¨®gica, tanto para los presos como para sus familias. Miles de espa?oles trabajaron gratuitamente y casi sin comida para obras p¨²blicas y particulares de sus captores intentado eludir la muerte. Otros no lo consiguieron y fueron fusilados en los patios. El Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria Hist¨®rica de CGT-Andaluc¨ªa se re¨²ne este martes de septiembre con el Ayuntamiento de Sevilla para rescatar del olvido el centro del que fue promotor junto al puerto as¨ª como otros complejos de represi¨®n franquista, como la c¨¢rcel de Ranilla. As¨ª eran y esta era la vida de sus presos:
Un campo por 297.868 pesetas
En octubre de 1938 se cre¨® el Patronato para la Redenci¨®n de Penas por el Trabajo, en el organismo gestor de los campos del franquismo. Nueve meses antes, Sevilla se adelant¨® y cre¨® uno situado junto al puerto de la capital que sirvi¨® de modelo para otros.
En el expediente de construcci¨®n se habla de "campo de concentraci¨®n", sin los eufemismos que m¨¢s tarde adopt¨® el franquismo, como centro de regeneraci¨®n por el trabajo.
La distribuci¨®n era rectangular. En un lado se dispon¨ªan los barracones para los militares y vigilantes, oficinas y enfermer¨ªa; en otro, los dormitorios; el tercero inclu¨ªa comedores, cocina y capilla; y por ¨²ltimo, se desplegaban los retretes, duchas y almacenes.
La extensi¨®n era de 78,10 por 68,10 metros. Los barracones, en el caso del puerto de Sevilla (en otros campos eran meras tiendas de campa?a o chozas) eran de madera, ladrillo y suelo de hormig¨®n.
El presupuesto de ejecuci¨®n material y administrativo fue de 142.520, 61 m¨¢s 155.347,45 pesetas. En total 297.868 pesetas (1.790 euros). La obra la culmin¨® la empresa Entrecanales y T¨¢vora y, seg¨²n el coordinador del?El Grupo de Trabajo Recuperando la Memoria Hist¨®rica de CGT-Andaluc¨ªa, Cecilio Gordillo, el coste final de la obra ascendi¨® a 180.000 pesetas, muy por encima del presupuesto previsto y pese a la reducci¨®n de calidades. La financiaci¨®n se cubri¨® con un impuesto especial sobre el alcohol de melaza, un licor elaborado a partir de ca?a o remolacha.
Al llegar, un m¨¦dico y un oficial decid¨ªan si el recluso era apto para el trabajo, ¨²nica alternativa para evitar la c¨¢rcel y la m¨¢s que probable muerte.
Inmediatamente recib¨ªa ropa militar usada por las brigadas de soldados italianos en Espa?a durante la guerra: pantalones, una guerrera, un capote y unas botas; la ropa interior depend¨ªa de la familia. Tambi¨¦n obten¨ªan una colchoneta y un par de mantas.
Con materiales muy rudimentarios, los presos eran obligados a excavar y remover miles de toneladas de tierra para obras p¨²blicas o en faenas agr¨ªcolas de afines al r¨¦gimen. Dentro del campo, tambi¨¦n eran los reclusos los que se encargaban de todas las labores. La semana laboral era de seis d¨ªas de seis de la ma?ana hasta el anochecer.
El salario estipulado era de dos pesetas diarias (0,01 c¨¦ntimo de euro) de media, que se las quedaba el Estado en concepto de manutenci¨®n. La mayor¨ªa de supervivientes no recuerda haber recibido dinero alguno durante su condena o tan solo un 25%. El sueldo habitual de un trabajador sin cualificar de la ¨¦poca era de 10 pesetas al d¨ªa (0.05 c¨¦ntimos).
¡°Nos daban cuatro o cinco algarrobas para desayunar, un pescado hervido para comer y ya est¨¢, ya no hab¨ªa m¨¢s. (...) Hubo muertos y el m¨¦dico no sab¨ªa qu¨¦ pasaba¡±, relat¨® Jos¨¦ Custodio Serrano, uno de los supervivientes, en un trabajo de ?ngel del R¨ªo, quien ha coordinado, dirigido y publicado numerosas investigaciones sobre la represi¨®n franquista.
La supervivencia depend¨ªa de las familias de los presos, que se asentaban junto a los campos para poder alimentar a los reclusos. Esta situaci¨®n fue cambiando cuando los franquistas se dieron cuenta de que era m¨¢s rentable tener a los trabajadores alimentados para que continuaran con sus trabajos gratuitos. Caf¨¦ aguado con un bollo de pan, guisos de garbanzos, jud¨ªas, lentejas o habas y sopa de pan y ajo o pescado compon¨ªan los tres ranchos diarios de los ¨²ltimos a?os. La carne se reservaba fechas religiosas y el 18 de julio. Pero para mantener la humillaci¨®n como arma contra los presos, las comidas se denominaban pienso y coincid¨ªan con las horas de alimentar al ganado.
Para asegurarse el buen trato de los vigilantes, algunos presos compart¨ªan la comida que les llegaba de sus familias con los soldados.
Algunos presos, que eran obligados a trabajar aunque estuvieran enfermos, murieron por patolog¨ªas derivadas de beber agua de pozo sin tratar, como el caso del top¨®grafo Baltasar Jim¨¦nez. Las plagas de sarna, pulgas, chinches, piojos y garrapatas eran habituales, as¨ª como las pulmon¨ªas y reumas. Tambi¨¦n los accidentes laborales, que llenaban las enfermer¨ªas.
El testimonio de Luis Adame recogido por Del R¨ªo detalla c¨®mo un capit¨¢n m¨¦dico inyectaba l¨ªquido en las zonas doloridas y si el preso era capaz de aguantar, conced¨ªa la baja. La mayor¨ªa volv¨ªa al trabajo para evitar el dolor a?adido.
Pese a las penosas condiciones, el peor de los castigos era ser devuelto a prisi¨®n, medida que se convirti¨® en una v¨ªa de autorregulaci¨®n por parte de los presos, que intentaban evitar a toda costa cualquier situaci¨®n que pudiera ser considerada como indisciplina.
Entre las represalias psicol¨®gicas m¨¢s habituales, enlazadas con una pretensi¨®n de adoctrinamiento, se encontraba la obligaci¨®n de cantar a diario el Cara al Sol o el himno de los requet¨¦s brazo en alto, la asistencia obligatoria a los oficios religiosos, impedir el contacto f¨ªsico con familiares que ven¨ªan a ver a los presos, y presenciar palizas y castigos de compa?eros.
Las fugas, aunque ocasionales, tambi¨¦n se registraron. La resuelta con m¨¢s crueldad fue la registrada en 1943 en el bajo Guadalquivir, donde cuatro de los seis presos huidos terminaron fusilados y uno abatido cuando escapaba.
Cat¨¢logo de Lugares de Memoria
La Consejer¨ªa de Cultura de la Junta de Andaluc¨ªa, a trav¨¦s de la Direcci¨®n General de Memoria Democr¨¢tica, est¨¢ elaborando el Cat¨¢logo de Lugares de Memoria de Andaluc¨ªa, que hasta la fecha incluye 50 espacios declarados por el Gobierno andaluz y que incorporar¨¢ los campos de concentraci¨®n del franquismo.
Los Lugares de la Memoria se identifican a propuesta de ayuntamientos, asociaciones memorialistas, familiares de v¨ªctimas e historiadores, entre otros. Posteriormente son evaluados por una comisi¨®n de expertos y elevados a Consejo de Gobierno por parte de la Direcci¨®n General de Memoria Democr¨¢tica.
Ese cat¨¢logo incluir¨¢ espacios de la significaci¨®n de la Casa de Blas Infante, la fosa del cementerio de San Rafael de M¨¢laga o las tapias del cementerio de Granada.
El Bolet¨ªn Oficial de la Junta de Andaluc¨ªa public¨® el pasado 24 de junio una anuncio con la aprobaci¨®n de la exhumaci¨®n de una fosa com¨²n localizada y delimitada en la localidad sevillana de La Algaba, donde se encuentran los restos de decenas de v¨ªctimas del campo de concentraci¨®n de las Arenas.
Los investigadores Mar¨ªa Victoria Fern¨¢ndez Luce?o y Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa M¨¢rquez realizaron un exhaustivo estudio sobre las lamentables condiciones de vida de los presos de ese campo. Los investigadores concluyeron que, entre 1941 y 1942, murieron 144 presos procedentes de las ocho provincias andaluzas y de Badajoz, Albacete, Alicante, Barcelona, Ciudad Real, Las Palmas, Palencia, Pontevedra, Toledo, Zaragoza y Portugal.
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