?V¨¢yase, se?or Rajoy?
La campa?a del miedo, el error de Albiol y el desastre de la recta final retratan la negligencia del PP en los comicios catalanes
La campa?a del miedo urdida por el PP se concedi¨® el estrambote de un anuncio de terror. No es que los l¨ªderes populares, menos "santa" Cospedal, impostaran in extremis un aquelarre que los forzaba a balbucear el catal¨¢n en la intimidad. Perpetraron un anuncio colectivo en el que parec¨ªan criaturas errantes de la santa compa?a, muertos vivientes con los ojos desencajados, muecas de terror que Mariano Rajoy exageraba al extremo del exorcismo. Y en blanco y negro, como si estuviera convocando a Nosferatu.
Ha sido una campa?a desastrosa la del PP. Y la del Gobierno. Por superposici¨®n. Y porque el asedio de argumentos intimidatorios se ha demostrado contraproducente. La coreograf¨ªa del pavor ha beneficiado la teor¨ªa del muro. M¨¢s alto se lo pon¨ªa Rajoy a los catalanes, m¨¢s atractivo resultaba sobrepasarlo. Con m¨¢s raz¨®n cuando la bandera estelada sobre los hombros proporcionaba superpoderes y facilitaba la levitaci¨®n.
La propia elecci¨®n de Garc¨ªa Albiol como candidato sobrentend¨ªa una bochornosa frivolidad pol¨ªtica: las "verdaderas" elecciones no eran las del 27-S, son las generales, de forma que la verborrea picapedrera -"la broma se ha terminado"- suger¨ªa que el l¨ªder xen¨®fobo de Badalona nunca se dirigi¨® a los catalanes, sino a los dem¨¢s espa?oles.
La maniobra, reflejada en el retroceso de PP en el Parlament, se antoja temeraria e irresponsable. Rajoy es el l¨ªder de los populares, pero tambi¨¦n el presidente del Gobierno. Parece una perogrullada recordarlo, si no fuera porque el mismo partidismo que le reprochamos a Artur Mas en la obscena manipulaci¨®n del proceso lo emula el inquilino de La Moncloa anteponiendo su inter¨¦s electoral -nacional- a las obligaciones pol¨ªticas que hubieran exigido estimular la sensibilidad los catalanes. No era tan dif¨ªcil. Iceta, le petit Hollande, lo consigui¨® bailando, desinhibi¨¦ndose, asumiendo que la campa?a se disputaba en el terreno de las emociones y de los sentimientos.
Rajoy, en cambio, prefiri¨® recrearse en el mapa del campo de minas. Y abus¨® de la pedagog¨ªa del terror. No digamos cuando se avino a que el ministro de Exteriores, canciller de Espa?a, Garc¨ªa Margallo, disputara con Junqueras una cumbre bilateral delante de las c¨¢maras de televisi¨®n predisponiendo la autopsia del trauma.
La incongruencia redundaba en el estupor que supuso para la opini¨®n p¨²blica el "gol en propia", como dicen los escolares, del presidente del Gobierno. Me refiero a la ya tot¨¦mica entrevista de Alsina, al escandaloso amateurismo que Rajoy demostr¨® cuando convirti¨® en fen¨®meno viral el momento cr¨ªtico de la legislatura: "?Y en Europa?".
Estremece que Artur Mas haya logrado embozarse en la estelada para sustraerse a los recortes, las contradicciones ideol¨®gicas y la corrupci¨®n. Indigna la anomal¨ªa medi¨¢tica y propagand¨ªstica con que institucionalmente Mas ha frivolizado e inducido la ruptura, pero el desaf¨ªo ha sobrepasado las competencias del presidente del Gobierno. Hasta el extremo de preguntarse -de preguntarle- si debe o no presentarse a las elecciones generales. ?V¨¢yase se?or Rajoy?
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