La destrucci¨®n de la naci¨®n
Errores como el del ministro de Justicia se pagan. Mas es, sin duda, m¨¢s presidenciable ahora que antes
Hace ya muchos a?os, un tipo siniestro, abogado, fue a declarar a un tribunal eclesi¨¢stico, supuestamente para ayudar a un amigo. Cuando el juez le hizo la pregunta habitual, si alguien le hab¨ªa dicho lo que ten¨ªa que declarar, ¨¦l contest¨® tan fresco: "S¨ª, mi amigo X ayer en el Ateneo". Cabe imaginar cu¨¢les fueron los efectos de la ayuda. He recordado el episodio al escuchar las declaraciones del ministro Catal¨¢ sobre la imputaci¨®n de Mas. Justo cuando llueven las acusaciones en el sentido de que el poder judicial es un simple instrumento del Gobierno de Espa?a, ¨¦l viene a confirmarlo ingenuamente al informar de que no se le imput¨® antes para no interferir en las elecciones. ?Y es que ahora no se interfiere en la formaci¨®n del Gobierno catal¨¢n? ?O es que tal vez ahora ser¨¢ m¨¢s presidenciable como imputado? Puestos a aplazar, ?no hubiese sido m¨¢s digno esperar a la resoluci¨®n del dilema sobre su designaci¨®n como president?
Es, sin duda, m¨¢s presidenciable ahora que antes. Pero hay algo m¨¢s importante. El episodio supone una gota m¨¢s en el proceso de erosi¨®n del v¨ªnculo que, a pesar de todo, ha unido hasta hace poco a Catalu?a con la naci¨®n espa?ola. Cuando sembrando la confusi¨®n se declara que hay naci¨®n catalana porque hay muchos catalanes que as¨ª lo piensan, o naci¨®n espa?ola por lo mismo, se olvida que desde hace tiempo ya el hecho de la identidad es cuantificable. Por supuesto, los nacionalistas no dudan: aunque solo una minor¨ªa se identifique con la identidad nacional, la naci¨®n existe.
Es la trampa que le tendi¨® el periodista de La Vanguardia a Felipe Gonz¨¢lez, convirtiendo su reconocimiento de la identidad nacional catalana en afirmaci¨®n de la naci¨®n. Solo que vascos y catalanes afirman su personalidad como tales, pero de forma dominante en el marco de una identidad dual donde el componente espa?ol no desaparece. De ah¨ª la correcci¨®n de hablar de naci¨®n de naciones. Adem¨¢s, al lado de la identidad se encuentran la historia, contaminada por la tradici¨®n, y el comportamiento pol¨ªtico, tambi¨¦n cuantificable. Nada refleja mejor el dominio progresivo de la naci¨®n excluyente, tanto en Euskadi como en Catalu?a, que la evoluci¨®n del subsistema pol¨ªtico en el curso de los ¨²ltimos 10 a?os. De paso, no caigamos en el t¨®pico de que el "espa?olismo" act¨²a con id¨¦nticas intensidad e irracionalidad. Espa?a es hoy una naci¨®n d¨¦bil.
La dificultad reside en que las naciones sufren mutaciones en la historia. Se construyen, a veces secularmente, y tambi¨¦n pueden ser destruidas, como ahora sucede para la espa?ola en Catalu?a, por la presi¨®n independentista. En un proceso no solo anticonstitucional, sino sobre todo antidemocr¨¢tico. Ah¨ª errores como el de Catal¨¢ se pagan.
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