Nacidos con la Democracia
Algunos nacimos en una Espa?a en la que, cuando nos iban a hacer una foto, en lugar de decirnos ¡°sonr¨ªe¡± o ¡°patata¡± se nos dec¨ªa: ¡°Levanta el pu?o¡±. Y ah¨ª quedaron decenas de instant¨¢neas de ni?os con el pu?o en alto ¡ª?derecho o izquierdo?¡ª , una gracia convertida casi en acto reflejo ante la aparici¨®n de una c¨¢mara fotogr¨¢fica, salvo cuando el que portaba el aparato era el abuelo ¡°facha¡± ¡ªhab¨ªa otro igual de adorable pero ¡°rojillo¡±¡ª.
Crecimos en un pa¨ªs de padres euf¨®ricos con la idea de Libertad, un bien preciad¨ªsimo, y al mismo tiempo un concepto incomprensible para un ni?o que naturalmente lo da por sentado puesto que es intr¨ªnseco a su condici¨®n. Pero se nos recordaba siempre que ¡°hab¨ªa costado mucho conseguirla¡±.
Escuch¨¢bamos nombres de personas desconocidas que se pronunciaban con tono familiar y heroico, como el de ¡°Pasionaria¡± o ¡°Carrillo¡± y otros que eran nombrados como la m¨¢xima encarnaci¨®n del mal: ¡°Franco¡±. Pronto muchos aprend¨ªamos que ese hombre, el de las pesetas, era un ser temido y diab¨®lico que afortunadamente hab¨ªa muerto recientemente con las celebraciones pertinentes.
O¨ªamos hablar de ¡°los grises¡± a los que, sin querer, identific¨¢bamos con los ¡°Hombres de Gris¡±, los ahorradores de tiempo del cuento de Momo, la novela de Michael Ende que nos le¨ªa nuestra madre por las noches, antes de irnos a dormir. Afortunadamente ellos, ¡°los grises¡±, tambi¨¦n hab¨ªan desaparecido junto con Franco. El nuevo tiempo era nuestro.
Nuestro mundo, pese a conocer la existencia de un arma tremendamente destructiva y letal llamada bomba at¨®mica ¡ª¡°No la tiene casi nadie¡±, nos tranquilizaban, ¡ª, era un sitio ilusionado e ilusionante, lleno de proyectos y de ideas, en el que viaj¨¢bamos en un dos caballos con la capota descubierta y cant¨¢bamos cancioncillas sin ton ni son (a veces tambi¨¦n con el pu?o en alto): ¡°Arriba parias de la tierra, en pie fam¨¦lica legi¨®n¡¡±, ¡°Santa B¨¢rbara bendita, tranlar¨¢n, lar¨¢n, tranlar¨¢n, patrona de los mineros¡¡±, ¡°Franco, Franco, que tiene el culo blanco porque su mujer lo lava con Ariel¡¡± (esta llevaba incorporado el ritmo del himno nacional), ¡°?rase una vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos, todas esas cosas hab¨ªa una vez, cuando yo so?aba un mundo al rev¨¦s¡±¡ Nuestra banda sonora de la infancia la completaban Aute, Serrat, Victor Manuel y Ana Bel¨¦n, Paco Iba?ez, Sabina, Pablo Milan¨¦s, a los que nos llevaban a ver en directo casi a?o tras a?o en las Fiestas del PCE de la Casa de Campo de Madrid.
Algunos incluso crecimos en las primeras cooperativas impulsadas por estudiantes salidos de la Universidad Complutense de Madrid (en la que, por cierto, tambi¨¦n entraron "los grises" m¨¢s de una vez y fueron recibidos a pedradas). Compa?eros de facultad (y tambi¨¦n de partido) que hab¨ªan corrido juntos delante de aquellos enviados del ¡°Dictador¡± y hab¨ªan recibido m¨¢s de un porrazo (?hasta en la barriga de alguna joven revolucionaria embarazada!), cuando no hab¨ªan acabado con sus huesos en los temibles calabozos de la Puerta del Sol (donde se encontraba la Direcci¨®n General de Seguridad).
El "esp¨ªritu de la cooperativa"
Muchos de aquellos estudiantes, ya licenciados, se unieron en proyectos comunales. Nuevas urbanizaciones surgidas en reuniones asamblearias en las que todo, hasta el tipo de materiales con los que se levantaban las que ser¨ªan sus casas, se votaba y se decid¨ªa por consenso. Y ante cualquier desacuerdo se invocaba al ¡°esp¨ªritu de la cooperativa¡±, que reconduc¨ªa las cosas. All¨ª las calles ten¨ªan nombres de poetas: Miguel Hern¨¢ndez, Federico Garc¨ªa Lorca, Antonio Machado¡ Y tambi¨¦n viv¨ªan poetas, como Blas de Otero. Y sindicalistas como Antonio Guti¨¦rrez, hijos y nietos de Marcelino Camacho y tambi¨¦n crec¨ªa y se forjaba gente como Irene Lozano, la que fuera mano derecha (o izquierda) de Rosa Diez y que ahora se ha sumado a las filas del PSOE con Pedro S¨¢nchez. Hab¨ªa jardines, cancha de tenis y piscina donde las ¡°m¨¢s progres¡± y atrevidas hac¨ªan toples; unas ¡°zonas comunes¡± con biblioteca y locales abiertos a todos, donde se realizaban actividades para ni?os y adultos (cine, fiestas, clases de gimnasia, jornadas deportivas, culinarias, tertulias pol¨ªticas, partidas de mus¡ ), estaban pensadas para acoger hasta un comedor colectivo y una lavander¨ªa com¨²n, que al final nunca arrancaron. S¨ª lo hizo sin embargo una Escuela Infantil (lo de "guarder¨ªa" era ya entonces una cosa obsoleta), en la que profesoras y profesores modern¨ªsimos con m¨¦todos educativos novedosos y pioneros en la ¨¦poca educaban a esos hijos de la Democracia espa?ola.
Los primeros dibujos de algunos de los que ahora cumplimos 40 a?os (con la Democracia) los hac¨ªamos en cuartillas que llevaban el membrete verde del CDS. Nos las daba el abuelo ¡°liberal¡±, metido a pol¨ªtico de pueblo y convertido en seguidor ac¨¦rrimo de Adolfo Su¨¢rez, que hab¨ªa creado ya su propio partido tras las luchas internas de UCD y la debacle de las elecciones generales de 1982, pero que era un ¡°verdadero hombre de Estado¡±, ¡°muy por encima de los comunistas¡± y de ¡°los socialistas¡±, en opini¨®n de aquel abuelo.
Las discusiones pol¨ªticas eran algo tan cotidiano como incomprensible para esos ni?os y ni?as, testigos perplejos de un tiempo que estaba cambiando a marchas forzadas, pero conscientes de que estaba ocurriendo algo importante y crucial. Algo, un gran deseo colectivo, que casi se vio truncado el 23 de febrero de 1981. Muchos de esos ni?os vieron en la tele a Tejero pegando tiros en el Congreso de los Diputados y, al mismo tiempo, a sus padres o madres salir con urgencia de casa para llegar hasta ¡°el local¡±, el lugar de reuni¨®n semanal de la gente del PCE, para destruir todos los ficheros y datos que all¨ª se encontraban. El recuerdo de casi 40 a?os de dictadura estaba a¨²n muy reciente.
En las semanas previas al 28 de octubre de 1982, Madrid estaba empapelada de carteles del PSOE. Entonces tambi¨¦n se le¨ªa: ¡°Por el cambio¡±, con la cara de un jovenc¨ªsimo Felipe Gonz¨¢lez y el pu?o con la rosa. ¡°Es la fuerza y la esperanza¡±, resolv¨ªa sobre la marcha un adulto a una ni?a que preguntaba sobre su significado en los d¨ªas previos a unas elecciones que cambiar¨ªan el rumbo del pa¨ªs.
Se respiraba una ilusi¨®n que culminar¨ªa con el triunfo absoluto de los socialistas en las urnas. Hubo rostros felices y otros melanc¨®licos despu¨¦s de aquello, pero Felipe Gonz¨¢lez se convertir¨ªa definitivamente en un nombre m¨¢s de la familia y, sobre todo, en una voz casi omnipresente, para bien y para mal.
OTAN NO, bases fuera
Solo cuatro a?os m¨¢s tarde, cuando cont¨¢bamos 9 ¨® 10 a?itos, aprendimos lo que era un refer¨¦ndum, con la entrada de Espa?a en la OTAN. Tambi¨¦n aprendimos lo que era perder pol¨ªticamente. Las manifestaciones ¡ª¡°un logro m¨¢s de la democracia¡±¡ªpara muchos de los ni?os de esta generaci¨®n eran casi un plan m¨¢s del fin de semana, como ir al Zoo o al Parque de Atracciones. Y, como siempre antes de ir se pintaban carteles con ceras, rotuladores de colores y se aprend¨ªan e inventaban esl¨®ganes para cantar: ¡°?OTAN no!, ?bases fuera!¡±, ¡°?Este refer¨¦ndum, lo vamos a ganar!¡±. Aquella exhibici¨®n p¨²blica por las calles de la capital a algunos ni?as les supuso ser contratados por agencias de publicidad para realizar anuncios y programas de televisi¨®n. Sin embargo, con los a?os, las manifestaciones adoptaron otro cariz menos ¡°publicitario¡±.
Educados en la cultura de la protesta y la rebeli¨®n, acud¨ªamos en masa a ejercer ese derecho democr¨¢tico que tanto sacrificio supuso para nuestros padres. Colegios e institutos enteros en huelga para gritar contra la Selectividad ¡ªhuelgas estudiantiles del 1987¡ª y las propuestas educativas de ese ministro llamado Maravall (Jos¨¦ Mar¨ªa): ¡°?Contra Maravall, huelga general!¡±.
Tambi¨¦n nos vestimos de morado para reivindicar el aborto libre (¡°?Nosotras parimos, nosotras decidimos!¡±), contra la Ley de supuestos de 1985, aunque entendi¨¦ramos a?os m¨¢s tarde el porqu¨¦ cuando nos tocaba acompa?ar a alguna amiga deshecha a la cl¨ªnica Dator.
Colgamos pa?uelos negros en el balc¨®n con las l¨¢grimas emocionadas de nuestros padres el d¨ªa ¡ª19 de enero de 1986¡ª que muri¨® el alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galv¨¢n, ¡°un zoon politik¨®n", nos explicaban, ¡°un animal pol¨ªtico en palabras de Arist¨®teles¡±, insist¨ªan para mayor solemnidad. Y nos pintamos la cara de negro con el s¨ªmbolo de la paz en blanco para gritar contra la guerra de Bosnia en la Puerta del Sol (1991), provocando im¨¢genes que abrieron peri¨®dicos y que alg¨²n profesor aprovech¨® para dar m¨¢s de un mamporro a alg¨²n alumno delatado por las fotograf¨ªas impresas.
Para entonces, ya hab¨ªamos sentido el miedo de los tumultos descontrolados y de la actuaci¨®n de los antidisturbios. Y hab¨ªamos aprendido tambi¨¦n el concepto eufem¨ªstico de los llamados ¡°da?os colaterales¡± de las contiendas b¨¦licas. Y, por supuesto, sum¨¢bamos con consternaci¨®n los sucesivos atentados de ETA --?qui¨¦n no recuerda aquellas im¨¢genes en televisi¨®n de Irene Villa el 17 de octubre de 1991?¡ª, y viv¨ªamos con angustia compartida el cautiverio de Emiliano Revilla, primero, y de Ortega Lara, despu¨¦s. La idea de zulo se volv¨ªa obsesiva en aquellos d¨ªas.
Amnist¨ªas
Nos hicimos mayores con aquel reguero de sangre. Tuvimos que escuchar a compa?eros de facultad que luc¨ªan camisetas de Amnist¨ªa. Una palabra con la que tambi¨¦n crecimos en casa de manera omnipresente y en la forma del cartel de El Abrazo de 1976 de Juan Genov¨¦s. Al parecer, traducida al lenguaje abertzale quer¨ªa decir cosas como: ¡°Aqu¨ª sobra mucha gente¡±, despu¨¦s de un brutal atentado en Madrid. Y nos tocaba responder con otras como: ¡°?Y vas a decidir t¨² quien sobra y quien no, so fascista?¡±. Y nos pintamos las manos de blanco para levantarlas frente a la facultad de Derecho donde un pistolero le descerraj¨® tres tiros a bocajarro al profesor Francisco Tom¨¢s y Valiente en su despacho el 14 de febrero de 1996.
A menos de un mes de unas nuevas elecciones, tras 14 a?os de gobiernos socialistas, sent¨ªamos cierto protagonismo porque para muchos eran las primeras en las que podr¨ªamos ejercer nuestro derecho al voto. Los nuevos votantes ¡ªy el voto joven en general¡ª , se dec¨ªa, pod¨ªan tener un papel crucial en esta convocatoria. Los catalanes, encarnados por Jordi Pujol en Convergencia i Uni¨®, hab¨ªan provocado un adelanto electoral al romper el pacto de legislatura e impedir que Felipe Gonz¨¢lez ¡ªen su cuarto mandato¡ª pudiese aprobar los presupuestos de ese a?o. Los GAL, ¡°el terrorismo de Estado¡±, ya nos sonaba a m¨¢s que un hecho probado y la corrupci¨®n hac¨ªa mella en las filas y la militancia del PSOE, y en el propio Gonz¨¢lez al que comenzaba a verse extenuado.
Escuch¨¢bamos de nuevo la palabra ¡°cambio¡± pronunciada hasta la saciedad por un Partido Popular te?ido de azul que llevaba a?os tratando de abrirse hueco en el centro huyendo a marchas forzadas de su pasado, y dejando atr¨¢s la Alianza Popular con los colores de la bandera espa?ola de Manuel Fraga, a quien ya ve¨ªamos como un dinosaurio pol¨ªtico.
El "cambio"
El domingo 3 de marzo de 1996, un d¨ªa que anunciaba la primavera, ten¨ªamos la primera cita electoral de nuestra vida. Miles de "nuevos j¨®venes" pod¨ªamos acudir a depositar nuestra papeleta en las urnas y muchos lo hicimos. Hubo cambio. Ganaron por los pelos los populares de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que tuvo que negociar de nuevo con los nacionalistas catalanes y canarios. Y la Izquierda Unida con Julio Anguita. ¡°el califa¡±, logr¨® sus m¨¢ximos hist¨®ricos en esca?os.
El pa¨ªs cambiaba y se aburguesaba. O al rev¨¦s. La gente, tambi¨¦n los sindicalistas, empezaron a irse de la cooperativa. Se compraron chalets y se mudaron. Muchos de nuestros padres se acomodaron progresivamente. En el garaje, en lugar de un Dos caballos hab¨ªa un BMW.
Nuevos moradores llegaron y el ¡°esp¨ªritu de la cooperativa¡± qued¨® cercado --aparte de por decenas de urbanizaciones de adosados colindantes--, por unas vallas que nunca hab¨ªan existido. Accesos que siempre fueron libres y compartidos, se hicieron restringidos en pro de una seguridad que nadie antes hab¨ªa echado en falta. Lo abierto se hizo cerrado. Carteles de ¡°prohibido¡± proliferaron por los jardines. La guarder¨ªa cambio de manos y de concepto educativo. Los locales de las ¡°zonas comunes¡± se alquilaron. Lo espont¨¢neo se convirti¨® en pautado: estrictos horarios, solicitud de permisos, burocracia¡
Aquello no era m¨¢s que el reflejo de un pa¨ªs que despu¨¦s del baby boom vivir¨ªa otro boom, pero inmobiliario, que desembocar¨ªa en una crisis asoladora. Despu¨¦s, muchos --de nuestra generaci¨®n y de otras posteriores y anteriores-- se quedar¨ªan en la estacada, sin trabajo o con trabajos precarios, y de poco servir¨ªan los dobles y triples idiomas y los masters que suplieron las carencias arrastradas desde una universidad tambi¨¦n precaria.
Nuestro padres ver¨ªan at¨®nitos y furiosos como se recortaban los derechos "por los que tanto hab¨ªan luchado". El estallido de la burbuja inmobiliaria, preludio de una crisis econ¨®mica de dimensiones inimaginables y desconocidas para casi todos, descorchar¨ªa una densa espuma de corrupci¨®n pol¨ªtica e institucional que llega hasta nuestros d¨ªas. El llamado Estado de Bienestar parec¨ªa desmoronarse. Nuevos valores econ¨®micos se impon¨ªan en las pol¨ªticas gobernadas por "los mercados". Se incorporaba a la familia la prima de riesgo.
Los brutales atentandos del 11 de marzo de 2004 en Madrid no vaticinaban ese feo panorama, pero s¨ª otro: el de la amenaza del terrorismo islamista y el de un nuevo orden mundial en el que habr¨ªa que empezar a elegir entre libertad y seguridad.
Aunque cualquiera recordara donde se encontraba aquel 11 de septiembre de 2001 en el que varios aviones chocaron contra las Torres Gemelas de Nueva york, el 11-M y sus 193 muertos nos mostrar¨ªa de cerca la cara mas brutal del terrorismo. Posiblemente ser¨¢n aquellos los d¨ªas que m¨¢s cerca estuvimos de la guerra en nuestros 40 a?os historia, pese a haber nacido en un pa¨ªs en el que nuestros abuelos vivieron una Guerra Civil.
"No a la guerra"
De pronto, el frente de batalla, estaba en la estaci¨®n de Atocha. Aquellas bombas volvieron a sacarnos a muchos a la calle para decir "No a la guerra". Y dinamitaron al gobierno de Aznar que, pese a decir inicialmente que hab¨ªa sido ETA, perdi¨® las elecciones celebradas d¨ªas m¨¢s tarde. Al igual que les suceder¨ªa despu¨¦s a sus belicosos socios George W.Bush y Tony Blair, que recientemente ha pedido perd¨®n. Los socialistas recuperaban as¨ª el poder con un candidato joven con mucho talante: Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero.
Vimos a nuestros amigos gays casarse, y c¨®mo finalmente se establec¨ªa una ley de plazos para interrumpir los embarazos no deseados. Adem¨¢s dejamos de fumar en los bares y algunos hasta perdimos todos los puntos del carn¨¦. Y fuimos testigos de otro momento hist¨®rico, cuando ETA --bastante diezmada y descolocada ante las nuevas formas de terrorismo-- anunci¨® el 20 de octubre de 2011 el cese de la violencia, aunque siguiese encapuchada y armada.?
No bast¨®. La crisis econ¨®mica arras¨® incluso a un gobierno que quer¨ªa pasar a la historia por sus logros sociales. A muchos nos pareci¨® ver la imagen de un presidente que volv¨ªa con las cabeza gacha despu¨¦s de conversar con Angela Merkel en Alemania. Quiso convencernos de que no hab¨ªa otra opci¨®n que "recortar". Pero no lo hizo: gan¨® las siguientes elecciones --el 20 de? noviembre de 2011-- Mariano Rajoy, que recortar¨ªa mucho m¨¢s.
Pero antes asistimos a un hecho ins¨®lito e inesperado, que ha determinado el devenir sociopol¨ªtico del pa¨ªs hasta hablarse de una "segunda Transici¨®n". La gente desencantada e indignada, de 40 a?os, de 50, de 60 y de 70, pero sobre todo de 30, y de 20, se lanzaba a las calles con un grito un¨¢nime: "No nos representan", que se convertir¨ªa en el emblema de un periodo.
"S¨ª se puede"
El 15 de mayo de 2011, el llamado 15-M, fuimos testigos de una hist¨®rica reivindicaci¨®n del sentimiento de ciudadan¨ªa. Las cosas iban tan mal que la gente prefer¨ªa hacerse cargo, responsabilizarse: "?S¨ª se puede!". La democracia, tal y como se ven¨ªa practicando durante 40 a?os, tambi¨¦n entraba en crisis. Surg¨ªan nuevos partidos pol¨ªticos, el bipartidismo cl¨¢sico se difuminaba.
Llegamos as¨ª a estos d¨ªas, en los que una democracia que roza la madurez, que emergi¨® de una Amnist¨ªa, que pari¨® una Constituci¨®n en 1978, que derrot¨® al terrorismo etarra, tiene ahora que demostrar su solidez y fortaleza ante nuevos desaf¨ªos: sociales, econ¨®micos, independentistas, yihadistas. Y mientras, algunos hijos de aquellos que crearon ¡°la cooperativa¡± ocupan ahora con sus propios hijos las casas que sus padres levantaron y que luego dejaron. Aquel "esp¨ªritu", en cierto modo, sigue vivo.
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