El mito fundacional
Todo el brillo de Su¨¢rez se concentr¨® en un solo instante, esos minutos en que plant¨® cara sin inmutarse al ca?¨®n de la pistola de un vociferante guardia civil empe?ado en salvar Espa?a
En la pol¨ªtica, como en el rock and roll, no hay camino m¨¢s seguro para convertirse en leyenda que brillar con mucha intensidad durante muy poco tiempo coincidiendo con circunstancias excepcionales. La carrera pol¨ªtica de Adolfo Su¨¢rez Gonz¨¢lez ocup¨® tres d¨¦cadas, pero su estrella refulgi¨® apenas tres a?os, los transcurridos entre su designaci¨®n como presidente del Gobierno, en 1976, y el segundo triunfo electoral de UCD, en 1979. El resto lo ocup¨® una sinuosa escalada por los subterr¨¢neos del franquismo, un calvario entre conjuras civiles y militares que culmin¨® en el 23-F y finalmente un vano intento de resurrecci¨®n con el CDS que se prolong¨® casi diez a?os llenos de contrariedades. Incluso se podr¨ªa acotar m¨¢s y concluir con el escritor Javier Cercas que todo el brillo de Su¨¢rez se concentr¨® en un solo instante, esos minutos en que plant¨® cara sin inmutarse al ca?¨®n de la pistola de un vociferante guardia civil empe?ado en salvar Espa?a.
Cuando Franco sucumbi¨® definitivamente al ¡°hecho biol¨®gico¡±, hab¨ªa algunos hombres que se sent¨ªan llamados a ejercer de parteros de un tiempo nuevo. Gentes como Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza o Manuel Fraga, cosmopolitas, pol¨ªglotas y cultos, cargados de a?os de experiencia en las m¨¢s altas instancias del Estado. Pero la Historia ¨Csi es que existiera tal cosa- prefiere a veces adjudicar el protagonismo a personajes de apariencia menor. En el caso de la Espa?a posfranquista el elegido fue un ¡°chusquero de la pol¨ªtica¡±, seg¨²n ¨¦l mismo se defin¨ªa, un arribista de provincias, servicial y complaciente, que lleg¨® a la presidencia sin m¨¢s curr¨ªculo que el de medio a?o de ministro, escudero de un notable del R¨¦gimen ¨CFernando Herrero Tejedor-, director general de TVE y gobernador civil de Segovia. Un mediocre licenciado en Derecho que, seg¨²n diversos testimonios, es muy probable que no leyese un libro completo en su vida.
Su m¨¢s obstinado bi¨®grafo, el periodista Gregorio Mor¨¢n, cuenta que Su¨¢rez no ten¨ªa biblioteca en el sal¨®n de casa sino una mesa para jugar a las cartas, una de sus grandes pasiones. Puede que ah¨ª estuviese la clave: en aquella endemoniada situaci¨®n, m¨¢s que un estadista sabio y prudente, lo que se necesitaba era un jugador de p¨®ker con toda su astucia, coraje y temeridad. Un tipo que sab¨ªa que se estaba jugando la vida, que dorm¨ªa con una pistola en la mesilla de noche y que hab¨ªa avisado de que no lo sacar¨ªan del Gobierno m¨¢s que ¡°con los pies por delante¡±. Un apostador ¨CAlfonso Guerra le despreci¨® como ¡°tah¨²r del Misisipi¡±- que se meti¨® plenamente en su papel y que ¡°ya se hab¨ªa preparado psicol¨®gicamente¡±, como se?ala el que fue su mano derecha en el CDS, Jos¨¦ Ram¨®n Caso, para que un zafio teniente coronel le amenazase un d¨ªa con descerrajarle un tiro. Tal vez fueron sus ma?as de farolero con las cartas las que le permitieron enga?ar a los procuradores franquistas para hacerse el harakiri con la Ley de Reforma Pol¨ªtica o le mostraron el camino para legalizar el PCE en plena siesta de un S¨¢bado Santo arriesg¨¢ndose con un ¡°salto al vac¨ªo¡±, como define aquella sorpresiva maniobra el profesor y miembro del colectivo Politikon Pablo Sim¨®n.
Despu¨¦s de tanto tiempo, ahora solo quedan el brillo de aquellos tres a?os vertiginosos que sirvieron para desmontar la dictadura y la estampa heroica de aquel hombre
El padre de la patria enterrado con todos los honores de Estado en marzo de 2014, el hombre que ha acabado encarnando el gran mito fundacional de la Transici¨®n, fue tambi¨¦n uno de los pol¨ªticos m¨¢s vilipendiados de la historia reciente de Espa?a. Y no solo por la izquierda, que en su mayor parte ¨Cy pese a que Santiago Carrillo acabar¨ªa convirti¨¦ndose en uno de sus escasos aliados- le ve¨ªa como un franquista travestido. A Su¨¢rez lo crucificaron y lo despreciaron a partes iguales la derecha de su partido, adicta a la conspiraci¨®n; la patronal de entonces; la banca, que financi¨® la Operaci¨®n Roca para arrebatar el centro al CDS; la Iglesia cat¨®lica, furiosa con la Ley del Divorcio, y la autoridad militar, por supuesto. Seg¨²n los testimonios que han ido aflorando en los ¨²ltimos a?os, hasta el Rey que le hab¨ªa bendecido para el cargo acab¨® enemistado con ¨¦l. Ni siquiera el gesto de dignidad frente a Tejero, su negativa a humillarse ante el bravuc¨®n uniformado, le report¨® beneficio alguno. Leopoldo Calvo Sotelo ascendi¨® a la presidencia del Gobierno, y Su¨¢rez acab¨® dejando un partido que se hab¨ªa creado puramente como un instrumento al servicio de su operaci¨®n para desmantelar el r¨¦gimen y fundar un nuevo sistema democr¨¢tico. A?o y medio despu¨¦s del fallido golpe, en las elecciones de 1982 que encumbraron a Felipe Gonz¨¢lez, Su¨¢rez y su reci¨¦n creado Centro Democr¨¢tico y Social (CDS) lograron apenas 600.000 votos y dos irrisorios esca?os. Tan desprestigiada estaba su figura que ni su reacci¨®n frente a la asonada logr¨® revertir el suspenso que le otorgaban todas las encuestas. Y el ducado con que el Rey le obsequi¨® tras dejar el Gobierno solo le sirvi¨® para alimentar las chanzas sobre el personaje que tanto abundaban en la ¨¦poca.
Casi tres d¨¦cadas y media despu¨¦s, Su¨¢rez se ha convertido en el gran icono de la democracia espa?ola junto al rey Juan Carlos, aunque el prestigio de este sufri¨® un fuerte da?o en la etapa final de su reinado. ¡°Es un icono transversal, aceptado pr¨¢cticamente por todos¡±, subraya el director de Metroscopia, Jos¨¦ Juan Toharia. Ese instituto demosc¨®pico sonde¨® en 2011 la opini¨®n de los espa?oles sobre el expresidente. Lograba una nota de 7,9 y alcanzaba como m¨ªnimo el notable en todos los espectros ideol¨®gicos y en todos los tramos de edad. Si los votantes del PP le otorgaban un 8,4, los de IU le adjudicaban un 7. Y entre los que ni siquiera hab¨ªan nacido cuando estaba en el Gobierno, los ciudadanos comprendidos entre los 18 y los 34 a?os, Su¨¢rez tambi¨¦n obten¨ªa un 7,1.
?Cu¨¢ndo se produjo ese enorme salto de figura un¨¢nimemente denostada a la ¨²nica figura un¨¢nimemente reconocida de la democracia espa?ola? ¡°A partir de 2000¡±, responde el polit¨®logo Sim¨®n, ¡°cuando el CDS se disuelve, y Su¨¢rez, que hab¨ªa sido una figura molesta durante mucho tiempo, abandona la pol¨ªtica y entra en el terreno de los s¨ªmbolos. Estoy convencido de que si continuase desempe?ando alg¨²n tipo de rol pol¨ªtico, no habr¨ªa sucedido eso, que adem¨¢s ocurri¨® cuando ¨¦l ya no era consciente¡±. El alzh¨¦imer que le priv¨® de memoria en los ¨²ltimos a?os de su vida, junto a otras tragedias familiares que sufri¨® ¨Clas enfermedades de su esposa y una de sus hijas- contribuyeron tambi¨¦n a revivir la simpat¨ªa general, seg¨²n apunta Jos¨¦ Ram¨®n Caso.
Como secretario general del CDS, Caso vivi¨® junto a Su¨¢rez aquellos a?os llamados de traves¨ªa del desierto, un peregrinaje que no lleg¨® a ning¨²n sitio hasta que sus protagonistas optaron por desistir. ¡°Contra el CDS se desat¨® una furia cainita¡±, asegura Caso, quien recuerda que a Su¨¢rez ¡°le hiri¨® profundamente el proceso de destrucci¨®n de UCD¡±. ?l se sent¨ªa, seg¨²n su fiel colaborador, ¡°padre y responsable de la democracia¡±, pero en la mayor¨ªa de los lugares solo hallaba incomprensi¨®n. ¡°Aun as¨ª, no lo vivi¨® en ning¨²n momento con un sentimiento de agravio personal¡±, afirma Caso. ¡°Lo que s¨ª le dol¨ªa era la ceguera de las clases dirigentes espa?olas, que no quisieron apostar por un mayor pluralismo pol¨ªtico m¨¢s all¨¢ de los dos grandes partidos que se formaron, PP y PSOE. Las c¨²pulas pol¨ªticas, empresariales, intelectuales, de los medios de comunicaci¨®n, no supieron valorar esa apuesta suya por el pluralismo m¨¢s all¨¢ de la simple divisi¨®n entre derecha e izquierda¡±.
En ese aspecto, tambi¨¦n el tiempo lo ha reivindicado. Y uno de los nuevos partidos que ha irrumpido para acabar con el duopolio pol¨ªtico espa?ol, Ciudadanos, ha enarbolado el pabell¨®n de Su¨¢rez y la UCD como una de sus grandes referencias. Ahora ya nadie recuerda al pol¨ªtico oportunista y adulador que medr¨® en las entra?as del Movimiento franquista, al presidente desbordado y sin rumbo aparente de la ¨²ltima etapa de UCD o al veleidoso l¨ªder del CDS que un d¨ªa pactaba con los populares para encamarse al siguiente con los socialistas. Despu¨¦s de tanto tiempo, ahora solo quedan el brillo de aquellos tres a?os vertiginosos que sirvieron para desmontar la dictadura y la estampa heroica del hombre dispuesto a morir antes que arrodillarse frente a un militar sedicioso.
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