Nostalgia imperial
Meti¨® a Espa?a en el euro y tambi¨¦n en una guerra impopular. Uni¨® a la derecha y la condujo a la victoria. Un presidente que se ha reinventado como ning¨²n otro
Diez d¨ªas antes de la muerte de Franco fallec¨ªa en Madrid, rozando los 80, Manuel Aznar Zubigaray. Escritor, diplom¨¢tico y periodista, era el abuelo de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, un esforzado opositor a inspector de Hacienda, de 22 a?os, atildado, pilarista, futbolero, con novia formal desde ese verano de final de Derecho y escasas inquietudes pol¨ªticas m¨¢s all¨¢ de la general incertidumbre sobre el futuro del pa¨ªs. Don Manuel era para el joven Aznar mucho m¨¢s que un fascinante aventurero que hab¨ªa sido director de peri¨®dicos, n¨®mada incansable, equilibrista pol¨ªtico y embajador de Espa?a ante las Naciones Unidas. Era su referente. Rotundo aliad¨®filo en ambas contiendas mundiales, condecorado por los belgas y los brit¨¢nicos, amigo de Unamuno y Ortega, Manuel Aznar hab¨ªa inoculado a su nieto Jos¨¦ Mar¨ªa la certeza de que el ¨²nico porvenir para Espa?a se basaba en una democracia parlamentaria, abierta y homologable con las occidentales. Enfocada al Atl¨¢ntico. Y refractaria a los totalitarismos. No hab¨ªa otro camino.
Esos eran, en noviembre de 1975, los m¨ªnimos cimientos pol¨ªticos del que 21 a?os m¨¢s tarde se iba a convertir en el cuarto presidente de Gobierno de la democracia espa?ola. Y el primero con el que la derecha volver¨ªa al poder en Espa?a tras seis d¨¦cadas de atomizaci¨®n, destierro, nacionalcatolicismo, desprestigio y colaboraci¨®n con el franquismo. La visi¨®n de que Espa?a hab¨ªa perdido desde el siglo XVIII todas sus oportunidades; que jam¨¢s se hab¨ªa sentado en la mesa de los ganadores; que hab¨ªa estado ausente en el nacimiento de la ONU, la OTAN y la CE; que no hab¨ªa desembarcado en Normand¨ªa ni acudido en ayuda de sus aliados, como una naci¨®n fiable y comprometida, tras Pearl Harbor, tendr¨ªa mucho que ver en su ideario pol¨ªtico, su imaginario personal y su proyecci¨®n estrat¨¦gica como primer ministro entre 1996 y 2004. Todo entreverado con sus lecturas de juventud cerca del Retiro madrile?o. Una nostalgia del papel imperial de Espa?a en Europa y Am¨¦rica (incluido Estados Unidos) y su fatal declive y decadencia; una cr¨ªtica al derrotismo nacido del desastre del 98; a la falta de perseverancia en las tareas que acomet¨ªa y la ausencia de horizontes comunes e ilusiones compartidas que unieran a la naci¨®n en busca de un horizonte de grandeza, ir¨ªan fraguando el pensamiento de Aznar. Todo sumado a su percepci¨®n de que el futuro de la naci¨®n estaba en el Atl¨¢ntico, como eje entre tres continentes, como hab¨ªa hecho siempre ventajosamente el Reino Unido. Nosotros, por el contrario, hab¨ªamos ido a la rueda de Francia en pol¨ªtica exterior desde el XIX, algo que era m¨¢s evidente que nunca en democracia, en relaci¨®n al eje franco-alem¨¢n, una situaci¨®n que hab¨ªa que revertir. Aunque fuera a costa de rendirse al amigo americano.
Aznar ya era un tipo duro, adusto, t¨ªmido y voluntarioso; convencido de que el ¨¦xito se obten¨ªa a base de paciencia, prudencia y perseverancia; incapaz de dar un paso atr¨¢s, al¨¦rgico a perder (aunque fuera al balonmano) y que ir¨ªa construyendo su personalidad a base de convicciones, principios y valores. De los que no estaba dispuesto a apearse. Ni apartarse un ¨¢pice. Lo que le convert¨ªa en alguien incapaz de reconocer un error. Llegado su momento, a partir de 1996, adoptar¨ªa como presidente un papel de reformista; de regeneracionista, dispuesto a ventilar Espa?a y darle los mejores a?os de su historia, con un estricto programa pol¨ªtico (a d¨¦cadas vista) para que la naci¨®n recuperara un papel protagonista en el concierto internacional y su propia autoestima tras siglos de sequ¨ªa. Est¨¢ convencido de que lo consigui¨®. Y de que consigui¨® la mayor¨ªa absoluta en las elecciones de 2000 gracias a una combinaci¨®n de pedagog¨ªa, coherencia y perseverancia de la que hoy se carece en pol¨ªtica.
Aznar afirma que su detonador; lo que realmente le puso en marcha pol¨ªticamente tras la muerte de Franco fue el esp¨ªritu de la transici¨®n condensado en la Constituci¨®n de 1978. En esa f¨®rmula concentra el ¨¦xito de Espa?a de las ¨²ltimas d¨¦cadas. En la transici¨®n detecta ese esp¨ªritu de vitalidad, concordia, compromiso, patriotismo, generosidad, igualdad, unidad, integraci¨®n y consenso que para ¨¦l siempre hab¨ªa estado ausente en la naci¨®n espa?ola. Un proyecto com¨²n. Como la Constituci¨®n de C¨¢diz de 1812. Algo que incluso uniera las dos orillas del Atl¨¢ntico. ¡°Mi prop¨®sito a partir de 1996 como presidente fue continuar ese camino iniciado por Adolfo Su¨¢rez y seguido por Felipe Gonz¨¢lez; ser una pieza m¨¢s en la historia de Espa?a. Que no hubiera saltos ni discontinuidades. Por eso nunca he puesto en cuesti¨®n el esfuerzo com¨²n de la transici¨®n. Si sus pilares eran buenos ?para qu¨¦ cuestionarlos ahora? Poner en cuesti¨®n la transici¨®n ha hecho que Espa?a entre en crisis. Y las crisis pol¨ªticas son mucho peor que las econ¨®micas, que nadie se olvide. Mi idea al irme voluntariamente del poder fue que otros continuaran ese modelo y el esp¨ªritu de la transici¨®n. No ha salido as¨ª. Ha salido de otra manera. Se acab¨® ese sue?o¡±, declara ahora.
Aznar ya era un tipo duro, adusto, t¨ªmido y voluntarioso; convencido de que el ¨¦xito se obten¨ªa a base de paciencia, prudencia y perseverancia e incapaz de dar un paso atr¨¢s
En los 80 lo primero que ten¨ªa que hacer era crear una alternativa pol¨ªtica al triunfal socialismo de Felipe Gonz¨¢lez. Ilusionar al electorado. Convertir la rancia Alianza Popular, concebida en 1976 por un manojo de exministros del franquismo de sombr¨ªo terno cruzado y que apenas abarcaba bajo sus siglas la enorme variedad del fragmentado centro derecha espa?ol, en una formaci¨®n liberal-conservadora presentable y homologable, digna heredera del canovismo decimon¨®nico y con un compromiso claro con la Constituci¨®n de 1978; din¨¢mica, centrada y que arramplara con todo el espectro ideol¨®gico que se encontraba a la derecha de la izquierda. La tortilla cuajar¨ªa en abril de 1990, durante el Congreso del partido en Sevilla; no se trataba de un mero cambio de nombre y siglas (de Alianza Popular a Partido Popular), supon¨ªa, sobre todo, la arribada a las orillas aznaristas de exucedistas, populistas, democristianos, liberales e, incluso, alg¨²n socialdem¨®crata, ausentes durante 15 a?os de la formaci¨®n de Manuel Fraga Iribarne, bajo un eslogan de amplio espectro: ¡°Centrados en la libertad¡±. Fue un objetivo hist¨®ricamente de matr¨ªcula de honor.
Aznar ten¨ªa la ideolog¨ªa; la energ¨ªa, el veh¨ªculo y las huestes. Adem¨¢s, desde mediados de los 80 contaba con dos elementos m¨¢s en su arsenal. Un ultraliberalismo econ¨®mico trufado de conservadurismo social y m¨²sculo militar, calcado del de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Y, sobre todo, en esa misma l¨ªnea de pensamiento, un novedoso laboratorio de ideas, la Fundaci¨®n para el An¨¢lisis y los Estudios Sociales (FAES), creado en Valladolid en 1988 a su imagen y semejanza por Miguel ?ngel Cort¨¦s, que ir¨ªa absorbiendo (manu militari) a todas las fundaciones pol¨ªticas de la caduca Alianza Popular. Servir¨ªa primeramente de bander¨ªn de enganche de intelectuales, profesionales, empresarios y diletantes que no militaban en el PP, que aportar¨ªan ideas y reflexiones para sus programas electorales, y, tras la victoria de 1996, cumplir¨ªa el papel de cantera para la provisi¨®n de jugosos cargos en la Administraci¨®n, desde ministerios y secretar¨ªas de Estado a la presidencia de las codiciadas empresas p¨²blicas, una cincuentena de las cuales ser¨ªan privatizadas con luces y sombras en la primera legislatura aznarista y que hoy ocupan el 'top' del Ibex 35.
De aquellos a?os surgir¨ªa una nueva generaci¨®n de superejecutivos espa?oles (algunos amigos ¨ªntimos de Aznar y su mano derecha en lo econ¨®mico, Rodrigo Rato) cuyo futuro ha sido de lo m¨¢s variopinto, desde las fortunas y el estrellato hasta el olvido e, incluso, los juzgados: C¨¦sar Alierta, Francisco Gonz¨¢lez, Alfonso Cortina, Francisco Pizarro, Juan Villalonga o Miguel Blesa.
La llegada al poder de Aznar en 1996 tuvo adem¨¢s, seg¨²n ¨¦l mismo, otra inopinada consecuencia: el pacto de investidura del PP con las derechas nacionalistas (Converg¨¨ncia i Uni¨®, Partido Nacionalista Vasco y Coalici¨®n Canaria), ¡°que supon¨ªa el reencuentro (o, m¨¢s bien el encuentro), entre la derecha espa?ola y la nacionalista. La idea de marchar juntos por un camino de prosperidad y modernizaci¨®n. Lo logramos. Fueron ellos los que se apartaron. Y se equivocaron. A partir de 2001, Jordi Pujol tuvo claro que el ¨¦xito de Espa?a le ven¨ªa mal. Los nacionalistas catalanes tuvieron que elegir entre implicarse m¨¢s en la gobernabilidad de Espa?a, incluso entrando en mi Gobierno como les ofrec¨ª claramente, o la ruptura. Escogieron la segunda opci¨®n. Pujol me dijo: ¡®A m¨ª, el pacto constitucional ya no me vale¡¯. ?l sabr¨¢ porqu¨¦"
Para Aznar, su primera legislatura como presidente (con 159 esca?os, lejos de los 175 de la mayor¨ªa absoluta) supuso la posibilidad de materializar algunas de sus ideas fundamentales en un marco de consenso. Destaca tres. La recuperaci¨®n econ¨®mica y las reformas necesarias para ingresar en la primera tanda del euro (le gusta recalcar que Espa?a hab¨ªa llegado siempre tarde hasta ese momento al nacimiento de la ONU, la OTAN y la UE), la lucha contra el terrorismo de ETA (negociaci¨®n incluida) y la recuperaci¨®n del prestigio internacional en Europa y Am¨¦rica.
La entrada en el euro supon¨ªa poner en marcha una nueva pol¨ªtica y filosof¨ªa econ¨®mica de crecimiento basado en la modernizaci¨®n, estabilidad, disciplina fiscal, liberalizaci¨®n, privatizaciones y bajada de impuestos. Con esa victoria Espa?a lograba (seg¨²n ¨¦l) sentarse por primera vez entre los grandes. La lucha contra ETA se convertir¨ªa en otra de sus obsesiones. Una guerra sin cuartel. La banda terrorista hab¨ªa asesinado en 1995 al concejal donostiarra del PP Gregorio Ord¨®?ez y lo hab¨ªa intentado hasta en cuatro ocasiones con el mismo Aznar (en 1995 estuvo a punto de conseguirlo); secuestrado en 1996 a Jos¨¦ Antonio Ortega Lara y raptado y asesinado en 1997 al concejal Miguel ?ngel Blanco. Aznar explica que cuando lleg¨® al Gobierno tom¨® la decisi¨®n de enfrentarse al terrorismo con todas las consecuencias, pero sin romper los consensos: ¡°?bamos a pasar del empate infinito y la victoria imposible, a esto lo vamos a ganar; pasamos de pensar en c¨®mo integrar Batasuna, a ilegalizarla. Y ganamos. A¨²n queda mucho por hacer. No se puede bajar nunca la guardia con los terroristas¡±.
El ¨²ltimo cap¨ªtulo del consenso entre el gobierno de Aznar y la oposici¨®n en materia antiterrorista ser¨ªa la Ley de Partidos, aprobada en junio de 2002 con el voto del PP, PSOE, CiU, Coalici¨®n Canaria y el Partido Andalucista, que supon¨ªa el estrangulamiento social, econ¨®mico y log¨ªstico del complejo en torno a ETA.
Aznar es incapaz de reconocer errores de gesti¨®n durante sus ocho a?os de mandato. Para empezar, la corrupci¨®n en sus filas pol¨ªticas: ¡°La corrupci¨®n no era un problema en Espa?a en nuestros a?os, si no mire las series del CIS, donde estaba a la cola de los problemas de los espa?oles. La corrupci¨®n como problema era cero. Algo har¨ªamos bien¡±. Sin embargo, tras el ¨¦xito de su primera legislatura (con la entrada en el euro, el afianzamiento del crecimiento econ¨®mico, la estabilidad y la creaci¨®n de empleo), todos los errores se iban a concatenar en la segunda (2000-2004), aunque con alg¨²n brillante coletazo de reformismo aznarista, como la eliminaci¨®n del servicio militar obligatorio en 2001.
Mi idea al irme voluntariamente del poder fue que otros continuaran ese modelo y esp¨ªritu de la transici¨®n. No ha salido as¨ª. Ha salido de otra manera. Se acab¨® ese sue?o
En 1994, durante una entrevista, Aznar hab¨ªa afirmado que no seguir¨ªa en el poder m¨¢s de dos mandatos. ¡°Lo que ya era raro en este pa¨ªs; no tanto proponerlo, como cumplirlo contra viento y marea. Me fui porque quise y pod¨ªa no haberme ido¡±. Aznar prometi¨® y cumpli¨®. Posiblemente la ansiedad por cumplir su largamente rumiado 'proyecto de pa¨ªs' en solo cuatro a?os, combinado con una holgada mayor¨ªa absoluta en el Congreso (183 diputados), y la total ausencia de cr¨ªtica o disenso dentro de su partido, provoc¨® que asumiera una hiperactividad cesarista que le condujo a enormes fallos de gesti¨®n como el del accidente del Yak 42 (en el que murieron 62 militares espa?oles), la cat¨¢strofe del petrolero Prestige en aguas de Galicia, y el atentado islamista del 11 de marzo de 2004 en Madrid (con 192 muertos), donde se insisti¨® ag¨®nicamente por parte de su Gobierno en la autor¨ªa de ETA frente a la opci¨®n yihadista que se demostr¨® la aut¨¦ntica.
Sin embargo, entre luces y sombras, por lo que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar pasar¨¢ a la historia es por su apoyo incondicional al presidente de los Estados Unidos George W. Bush en su acci¨®n militar unilateral contra Irak en 2003. Doce a?os despu¨¦s, Aznar no se arrepiente. ¡°Espa?a sali¨® ganando¡±. Para el expresidente, los atentados del 11 de septiembre contra Washington y Nueva York representaban el Pearl Harbor de nuestro tiempo; la guerra mundial de nuestra era; el comienzo oficial de una batalla global contra el terrorismo. Y, nuestro apoyo a los americanos, la ocasi¨®n de demostrar al poderoso aliado que est¨¢bamos a su lado y ¨¦ramos un amigo fiable. Ese era el juicio estrat¨¦gico del presidente. Aznar crey¨® que con la foto de las Azores Espa?a descend¨ªa del tren de Hendaya de Franco y Hitler y sub¨ªa por fin al gran tren de la historia. Era una foto como la de Yalta, de vencedores; de mu?idores de un mundo nuevo. Nadie en su Gobierno movi¨® un dedo en contra de su decisi¨®n. Nadie.
Una d¨¦cada despu¨¦s de abandonar la pol¨ªtica activa, Aznar ha logrado la total reinvenci¨®n de su personaje. Alejado del partido que refund¨® y rodeado de un m¨ªnimo pu?ado de fieles (el resto ha sido eliminado de las listas electorales sin contemplaciones), preside FAES, el primer think tank espa?ol y n¨²mero 60 del mundo (seg¨²n la Universidad de Pensilvania), asesora a media docena de multinacionales, es profesor distinguido en universidades americanas, escribe libros, da conferencias, martillea al populismo latinoamericano, al r¨¦gimen iran¨ª y al poder 'blando' de Obama; exalza al libre comercio; jalea al Estado de Israel; suspira por una OTAN operativa; viaja 400.000 kil¨®metros al a?o y acaba de crear -¡°he demostrado que despu¨¦s de todo, de tantos a?os de pol¨ªtica, se puede ser tambi¨¦n empresario¡±-, el Instituto Atl¨¢ntico de Gobierno, donde se imparte un m¨¢ster de liderazgo, gobierno y gesti¨®n p¨²blica, con colaboradores como Mario Vargas Llosa o Ernesto Zedillo, dentro de su sempiterna visi¨®n liberal y atlantista del mundo y la historia. Y no pierde la ocasi¨®n de tirar de las orejas a su cachorro de 2004, Mariano Rajoy. Aznar, genio y figura.
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