La maldici¨®n de los fundadores
El desprestigio que los abusos acarrean a la Iglesia es enorme. No todos los prelados act¨²an con la diligencia exigida por el Papa
?Tolerancia cero? El desprestigio que los abusos sexuales acarrean a la Iglesia romana es enorme, pero no todos los prelados act¨²an con la diligencia exigida por el Papa. A veces, es el propio Vaticano quien se descuida. "Es una gran crisis. Ha sido estremecedor para todos nosotros. De pronto, tanta suciedad. Ver de pronto tan enlodado el sacerdocio y, con ¨¦l, a la misma Iglesia cat¨®lica en lo m¨¢s ¨ªntimo¡", reconoci¨® Benedicto XVI en 2010. Su sustituto, Francisco, ya ha pedido perd¨®n en cuatro ocasiones, la ¨²ltima vez hace apenas un mes. Pero muchos prelados de su entorno siguen pensando que las denuncias hacen mucho da?o cuando se confirman y se hacen p¨²blicas. La tesis es que la ropa sucia, mejor lavarla en casa. Lo peor es cuando se acumula tanta, que salta por la ventana.
Ha ocurrido 15 d¨ªas atr¨¢s con el fundador de la congregaci¨®n El Sodalicio, Luis Fernando Figari, tratado por varios papas como figura digna de subir a los altares. Acaba de ser sancionado a una vida de retiro en una comunidad sod¨¢lite en Roma despu¨¦s de que su congregaci¨®n haya reconocido que ha sido "una abusador sexual". El cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani, el m¨¢s alto prelado del Opus Dei en activo, lo protegi¨® durante a?os y se ha declarado este fin de semana desolado por haberlo hecho. A buenas horas. Rechaz¨® las acusaciones (e investigarlas) durante d¨¦cadas, achac¨¢ndolas a una campa?a de difamaci¨®n contra un movimiento que no paraba de crecer.
Sucedi¨® otro tanto con los exitosos Legionarios de Cristo. Su fundador, Marcial Maciel, someti¨® a abominables abusos a decenas de muchachos y tuvo hijos secretos con varias mujeres. Pese a decenas de denuncias muy documentadas, solo tras la muerte de Juan Pablo II, en 2005, fue apeado de su enorme poder, con la orden de retirarse a M¨¦xico. Fue el ¨²nico castigo. Pero no iba a obedecer. Cuando muri¨® en 2008, estaba residiendo en un lujoso hotel de Florida. Como ocurre ahora con los fundadores de la Comunidad Misionera de San Pablo Ap¨®stol, tambi¨¦n Maciel hab¨ªa sido objeto de una investigaci¨®n d¨¦cadas antes, cuando estudiaba en la Universidad Pontificia de Comillas (Cantabria) y reci¨¦n ordenado sacerdote. Padrinos poderosos (el propio P¨ªo XII y, en Espa?a, el ministro de Asuntos Exteriores, el franquista Alberto Mart¨ªn-Artajo) forzaron el archivo del expediente con la esperanza de que el investigado se reformase. No lo hizo. Mucho peor: extendi¨® sus fechor¨ªas con tanta impunidad que llegaron a ser un clamor en el seno de la Iglesia romana. Pese a todo, Juan Pablo II lo puso como ejemplo de la juventud.
Es incomprensible que el Vaticano no haya escarmentado con tantas malas experiencias de encubrimiento, que vienen de muy lejos. Citemos la de peor memoria, aunque tenga siglos, Se produjo en Italia, en decenas de escuelas p¨ªas del aragon¨¦s Jos¨¦ de Calasanz, el fundador de la Orden de Cl¨¦rigos Regulares Pobres, conocidos ahora como escolapios. Rodeado de pederastas, Calasanz intent¨® resolver el esc¨¢ndalo a su manera, intentando acallarlo, disimularlo, taparlo, pese a que afectaba a decenas de ni?os. Pag¨® por ello. Uno de los ped¨®filos, Stefano Cherubini, tuvo tanto ¨¦xito en el encubrimiento de sus delitos que incluso lleg¨® a ser superior de la orden, arrinconando al fundador. Cuando estall¨® el caso, los escolapios fueron suspendidos por el Papa y clausurados durante quince a?os. Calasanz muri¨® a los 91 en Roma, todav¨ªa en desgracia. Hoy es uno de los santos de la Iglesia romana.
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