Quinto poder
A la competencia entre partidos tradicionales, el bipartidismo, y los nuevos partidos, los emergentes, hay que a?adir otra en esta campa?a: la rivalidad entre el cuarto poder y el quinto poder.
En el pasado se llamaba cuarto poder a la prensa escrita, televisi¨®n y radio. Pero en todos los pa¨ªses se ha consolidado ya lo que en Estados Unidos algunos gur¨²s de la comunicaci¨®n llamaban a finales de los a?os noventa del siglo pasado el quinto poder. Es la amalgama de la tecnolog¨ªa de Internet y el creciente n¨²mero de votantes que es usuario de la misma.
Algunos expertos, como es el caso de Dick Morris, exasesor de Bill Clinton, vaticinaron la expansi¨®n del quinto poder, a expensas del tradicional cuarto poder, a finales de los a?os noventa del siglo pasado.
¡°La combinaci¨®n de ciudadanos medios con f¨¢cil acceso a la informaci¨®n y v¨ªnculos directos con sus representantes perfila un nuevo amanecer de la democracia, devolviendo el poder pol¨ªtico a las manos del pueblo¡±, escrib¨ªa Morris en Vote.Com, un libro publicado en 1999, en el que vaticinaba que Internet aportaba la tecnolog¨ªa para alcanzar el sue?o de la democracia directa de Thomas Jefferson.
Espa?a, en efecto, cuenta con una poblaci¨®n online de 23 millones de personas y de ellos 17 millones, o el 73%, son usuarios activos de las redes sociales.
Con todo, si algo confirma esta campa?a del 20-D es que no existe una muralla china entre el cuarto y el quinto poder, sino una complementariedad entre ambos. Y en el cruce de caminos se sit¨²a la omnipresente televisi¨®n.
En ella los candidatos muestran, quiz¨¢ sin darse mucha cuenta, sus dos caras.
Una, por ejemplo, con la que Rajoy se presenta casi inerme, en busca de cari?o, en casa de Bert¨ªn Osborne (¡°?Qui¨¦n te cae mejor, Pedro S¨¢nchez o yo?¡±; ¡°?Te parezco tan aburrido como dicen algunos?¡±), y al que el anfitri¨®n despide diciendo que es un ¡°fen¨®meno, jugando al futbol¨ªn desde luego¡±.
Y la otra cara es la del presidente del Gobierno, siempre id¨¦ntico a s¨ª mismo, sin fisuras reales, que respond¨ªa ayer las variopintas preguntas del p¨²blico en La Sexta Noche, sobre paro corrupci¨®n, pensiones o voto rogado, hasta pasada la medianoche. La presunta espontaneidad en casa de Bert¨ªn se evaporaba nada m¨¢s entrar Rajoy en los pasillos de la cadena.
Lo que la gente asume en las encuestas, en la calle y en los plat¨®s de televisi¨®n, es que Rajoy, caso de ganar, no tendr¨¢ asegurada su investidura. Hay una contradicci¨®n flagrante entre la idea que el presidente vende sobre lo que ha hecho en cuatro a?os y la percepci¨®n que tiene la gente sobre esa idea.
Rajoy deber¨ªa estar, a pesar de una larga experiencia que nunca olvida subrayar, perplejo.
Quiz¨¢ esa perplejidad tenga una ra¨ªz generacional. Y tambi¨¦n quiz¨¢, mira por d¨®nde, sobre esta perplejidad generacional van estas elecciones generales.
La decisi¨®n la tienen en las manos 12 millones de votantes, el 34% del censo electoral. ?Por qu¨¦? Porque tienen menos de 40 a?os. Son los que podr¨ªamos llamar el ¡°votante independiente¡±, sin afiliaci¨®n ni adscripci¨®n ideol¨®gica tradicional.
Estos electores seguramente se informan por el quinto poder, a trav¨¦s de las redes, y no es f¨¢cil imaginarles sentados frente a la televisi¨®n siguiendo a Rajoy en lo de Bert¨ªn. Que es TVE.
Y estos votantes, concentrados sobre todo en las grandes ciudades espa?olas, quieren algo diferente. Lo quieren casi compulsivamente. Y Rajoy, porque Pedro Arriola se lo cuenta, bien que lo sabe.
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